En estas fechas muchas personas alrededor del mundo celebran la Semana Santa, una temporada que evoca emociones debido a que recuerda momentos clave de la vida de Jesús de Nazaret, quien conforme a las escrituras cristianas vino al mundo para salvarlo de la condenación eterna mediante su sacrificio en la cruz.
Su vida partió la historia del mundo en dos, marcando un antes y un después que hasta hoy se mantiene al hablar de fechas y épocas. Por otro lado, no se puede negar la influencia arrolladora que tuvo en su tiempo, algo que incomodó al imperio romano y que ha trascendido hasta hoy a través de la religión.
Y aunque los episodios de su paso por la tierra son muy llamativos ya que daban principalmente un mensaje de amor y justicia, se puede decir que su muerte fue la parte más terrible de su historia, ya que se dio en condiciones que ningún ser humano debería desear a otro.
Un camino angustiante
Por aquellos días no existían las autopsias, necropsias o protocolos similares. Con validar que una persona estaba efectivamente muerta era suficiente. Sin embargo, en la actualidad la ciencia, la historia, la medicina, entre otras disciplinas, han tratado de entender cómo fue realmente la muerte de Jesús y lo que pudo haber sufrido durante los últimos momentos de su vida.
Como primer punto vale la pena mencionar que la muerte por crucifixión estaba bastante extendida en esa época, sin embargo, no era un invento de los romanos y mucho menos era aplicable para ciudadanos del imperio. De hecho estaba reservada para esclavos y todo aquel que no era ciudadano romano. Por otro lado, al igual que otros dos tipos de ejecución bastante utilizadas por esos días, tenía como objetivo no dejar rastros del fallecido, además de ser sumamente cruel y humillante.
En tal sentido, se esperaba que los condenados atados al madero de la cruz empezaran a ser comidos por las aves carroñeras incluso cuando todavía estaban con vida. Ellos no descendían hasta que unos días después el cuerpo putrefacto caía por su propio peso y los animales terminaban el trabajo.
Una vez explicado esto, entender el sufrimiento de Jesús requiere la explicación de los expertos. Para este fin se puede tomar en cuenta el libro La crucifixión de Jesús: una investigación forense, del médico forense estadounidense Frederick Thomas Zugibe, quien analizó a voluntarios en condiciones simuladas a una crucificción. Estos reportaron fuertes calambres e incomodidad en la postura ya que no se podía apoyar la espalda en el mástil de la cruz.
En el caso de Jesús, se sabe que caminó algunos kilómetros cargando, posiblemente, la parte superior de su cruz, es decir, un peso aproximado de 50 kilos. Una hazaña tortuosa considerando que las horas previas a su muerte fue objeto de una exagerada violencia por parte de los soldados romanos.
La BBC explica que el cuerpo de Jesús habría sido azotado con un látigo que desgarraba la carne. Su bajo estrato social y el ser catalogado como un criminal pudo ser un aliciente para que sus verdugos lo trataran de la peor forma posible.
Este tipo de tortura, según varios médicos, daría lugar a desmayos, temblores, hemorragia e incluso acumulación de líquidos en los pulmones, daños en el hígado, riñones, entre otros.
La corona de espinas que menciona la Biblia podría haberse incrustado hasta tocar los nervios, causando un dolor insoportable.
Cargar un madero en estas condiciones obligaba al corazón a bombear más sangre pese a que ya no la tenía. Con los riñones habiendo perdido sus funciones, sin la capacidad de retener líquidos y en un estado de arritmia cardiaca, llevar el peso debió ser un esfuerzo agotador que explica por qué la Biblia asegura que Jesús cayó hasta tres veces en su camino al calvario.
¿Cómo era la muerte por crucifixión?
Al llegar al Gólgota, el lugar designado para la crucifixión, los pies del Mesías fueron atados o clavados con clavos de unos 12.5 centímetros. En el caso de las manos, se cree que podrían haber sido clavadas debajo del pulgar ya que las muñecas podían soportar mejor el peso que las palmas.
Por otro lado, algunos expertos precisan que el uso de estos instrumentos era sadismo puro ya que con las cuerdas era suficiente para inmovilizar al sujeto. Vale mencionar que atravesar esta área con un clavo, según Zugibe, provocaría un dolor que no es posible calmar ni siquiera con morfina.
En tal sentido, la muerte se convertían en un proceso angustiosamente lento que inspiraba terror. A diferencia de las imágenes que solemos ver, las víctimas eran colgadas desnudas y estaban expuestas a la humillación pública. Algunos podían quedar suspendidos por horas o incluso días, experimentando espasmos de dolor, náuseas y una respiración con mucha dificultad ya que la sangre no podía fluir correctamente hasta las extremidades.
Sobre la causa exacta de la muerte de Jesucristo existen algunas hipótesis que incluyen asfixia, infarto o shock hemorrágico. La última es posiblemente la más exacta debido a la disminución del volumen sanguíneo en el cuerpo gracias a las heridas previas en la tortura.
No obstante, su fallecimiento también podría también haber estado precedido por síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen psicosomático, anemia aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardíaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame, shock por hipotensión, infarto de miocardio y ruptura de ventrículo.
No se sabe con exactitud cuánto tiempo padeció Jesús colgado en la cruz, ya que el tiempo de vida que le quedaba a una víctima dependía del estado en que esta llegaba hasta el madero. Se cree que fueron unas cuantas horas producto de la terrible violencia que sufrió, un nivel de tortura que rozaba lo absurdo, sin contar el impacto psicológico y emocional que toda la situación tenía en una persona.
Y aunque la tradición cristiana asegura que Cristo resucitó tres días después de una manera gloriosa y sobrenatural, su forma de morir fue posiblemente una de las más atroces que se tienen documentadas y terminó convirtiendo a la cruz de un sinónimo de desprecio, terror y humillación, a un símbolo universal de esperanza y salvación para todos los que creen en él.