En más de 140 años de historia que tiene la tuberculosis (TB) afectando, principalmente, a las poblaciones más vulnerables por su nivel de pobreza o grado de desprotección social, uno de los elementos del tratamiento que continúa probando su valor, pero no recibe todavía la importancia merecida es el acompañamiento.
Por ejemplo, al año, más de 800 mil adolescentes de entre 10 y 19 años se ven afectados por la TB en el mundo, un grupo cada vez más afectado por la enfermedad. A conciencia de ello, una investigación de nuestra investigadora asociada y profesora de la Universidad de Brown, Silvia Chiang, realizada en el Perú a este grupo etario, demuestra que los adolescentes afectados por TB que han sido acompañados durante su tratamiento por familiares, responden mejor al tratamiento a diferencia de quienes no reciben este apoyo.
El acompañamiento es más que vigilar que la persona cumpla con la toma de medicamentos, se trata de ingresar a la propia experiencia de los pacientes y que sientan que estamos con ellos, con empatía y compasión. Es también motivarlos, escucharlos activamente y en consecuencia velar por su salud física y mental, como si se trataran de personas que conocemos desde siempre.
La necesidad de este seguimiento se hace más relevante cuando entendemos los factores de violencia, abandono de familiares, encarcelamiento en su entorno cercano o abuso de sustancias, entre otros, que enmarcan la situación de los jóvenes en situación de vulnerabilidad, pues la investigación muestra que aquellas experiencias, se convierten en barreras para la adherencia al tratamiento, junto con otras como el desplazamiento hasta los centros de salud para recibir el tratamiento o lo que hasta hace poco era un tratamiento extremadamente largo y con inyectables, que recientemente ha sido modificado en Perú por un esquema más cortos y amigable.
Afortunadamente, tal como el papel de un familiar, el rol de acompañamiento de los agentes comunitarios en salud (ACS) ha demostrado ser clave para la adherencia al tratamiento de las personas afectadas por tuberculosis, además de ser el vínculo que acerca a las familias más vulnerables al sistema de salud.
El ACS correctamente entrenado, empoderado y con recursos es un gran aliado para las intervenciones extramuros de los establecimientos de salud y una fuente de conocimiento sobre la realidad de cada localidad que le permite al personal de salud aplicar con mayor eficiencia sus metodologías de diagnóstico y atención de enfermedades, asegurando el camino de familias enteras hacia el bienestar.
Sin embargo, y a pesar de tener una ley que detalla los alcances de su labor, su trabajo voluntario necesita ser reconocido, justamente remunerado y socialmente protegido como un eslabón más de la cadena de valor del sistema de salud. De esta manera podremos garantizar la sostenibilidad de la salud comunitaria con acompañamiento, una de las políticas más importantes que necesita fortalecerse en nuestro país.