Por nuestro país han pasado grandes personajes en diferentes campos, algunos de ellos fueron peruanos de nacimiento, pero también hubo quienes llegaron de lugares más allá de las fronteras e hicieron del Perú su hogar hasta el último de sus días.
Una de estas personalidades fue el argentino Alberto Barton, médico que fue adoptado por el país desde su infancia y que se apasionó con resolver uno de los grandes enigmas médicos de su época ligado a la conocida enfermedad de Carrión.
Su vida y obra marcó a la comunidad científica e incluso hoy se le recuerda mediante un nosocomio chalaco que lleva su nombre.
¿Quién fue Alberto Barton?
Alberto Leonardo Barton Thompson fue un médico y microbiólogo que nació en Argentina, Buenos Aires, en el año 1870. Sus padres, con ascendencia británica, se mudaron a Lima cuando Barton tenía nada menos que cuatro años. Una vez aquí, radicaron en el distrito de Barrios Altos, donde el padre, farmacéutico de profesión, abrió una fábrica de aguas carbonatadas llamada La Pureza.
Para el joven Alberto la vida transcurría como la de cualquier otro, entre los estudios, su hogar y la familia, que hacía grandes esfuerzos para sacar adelante la pequeña empresa. Más tarde, producto de una lesión ocular fue llevado a Inglaterra para ser operado. Hacia 1889 asume en parte como cabeza de familia tras el fallecimiento de su padre, trabajando como obrero para sustentar los gastos del hogar.
Cuatro años después, Barton toma la decisión de ingresar a la facultad de medicina de la Universidad de San Marcos, donde descubrió un creciente interés por los estudios bacteriológicos, específicamente por la enfermedad del paludismo, también conocida como malaria. Sin embargo, más tarde se interesó en la verruga peruana, enfermedad que causaba estragos y que permaneció como un debate por parte de la comunidad científica durante varios años, siendo su evolución y el patógeno que la causaba uno de los grandes enigmas de esa época.
Durante este periodo trabajó en el Hospital Italiano, donde examinaba las muestras de sangre de pacientes con esa enfermedad con el objetivo de hallar el agente que la provocaba. Sus investigaciones lo llevaron a desarrollar la tesis ‘El germen patógeno de la enfermedad de Carrión’, con la que obtuvo el grado de bachiller.
En este primer estudio tomó como referencia las muestras del bazo de cinco pacientes, pero también resultados de inoculaciones en diferentes animales e hizo un primer intento de generar un caldo de cultivo para el germen.
Vale mencionar que varias de las inoculaciones que hizo Barton fueron en mulas de la fábrica La Pureza, quienes morían luego de la enfermedad en nombre de la ciencia y la medicina, pero afectaban a veces a la economía familiar.
Un gran descubrimiento
Tras culminar la carrera de medicina trabajó con el doctor Lino Alarco, uno de los mejores cirujanos de la época en Perú y más tarde fue becado por el Congreso de la República para continuar perfeccionándose en bacteriología en la Escuela de Medicina Tropical de Londres, entre 1902 y 1904.
A su regreso trabajó en el Hospital Guadalupe, en el Callao, y continuó sus esfuerzos para encontrar el germen de la enfermedad de Carrión, algo que no había podido hallar en sus tesis anteriormente.
Como jefe del departamento de Bacteriología, Barton tuvo oportunidad de examinar varias muestras y atender a marinos de habla inglesa que llegaban hasta el puerto. Según se sabe, el médico demostró un gran profesionalismo, pero también calidad humana.
Más adelante desató polémica entre la comunidad científica al informar que había logrado aislar a la bacteria de la fiebre de Carrión.
Hubo opositores y opiniones a favor, sin embargo, recién en 1909 hizo una publicación en La gaceta de los hospitales y La Crónica Médica, en la que describió el bacilo hallado en la sangre de dos enfermos.
El impacto fue bastante grande y en 1913 sus resultados fueron respaldados por la universidad de Harvard. Así, se propuso llamar a la bacteria Bartonella Bacilliformis, en honor a su descubridor.
Durante algunos años el experto continuó trabajando en el hospital Guadalupe, pero más tarde presentó su renuncia debido a algunos inconvenientes con la Sociedad de Beneficencia Pública del Callao, que desestimó uno de sus pedidos. Así, se alejó de la investigación en bacteriología y pasó parte de sus días como médico privado.
Fue reconocido en múltiples ocasiones y tuvo más de un cargo honorífico, uno de ellos fue el de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Orden del Sol de la Nación.
Su vida se apagó a la edad de 80 años, un 25 de octubre de 1650 tras una larga trayectoria y dejar como legado uno de los descubrimientos más importantes de su época.
Un hospital que lleva su nombre
Hoy en día lo recordamos gracias al hospital Alberto Leonardo Barton Thompson, ubicado en el Callao.
Este espacio, que se construyó en el marco de la reforma nacional de salud en 2008, abrió sus puertas en 2014 tras varios años de gestión y construcción. Además, junto con el hospital Guillermo Kaelin, es el primer complejo médico que funciona bajo el modelo de Asociación Público Privada y ha dado muy buenos resultados.