En el mes de marzo, millones de personas de distintas partes del mundo celebran una festividad marcada por la fe y el fervor religioso. Se trata de la Semana Santa, una tradición del cristianismo que se repite anualmente para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Las contradicciones que puede haber en una sociedad pasan a segundo plano con la llegada del Jueves Santo, una fecha en la que se recuerda la última cena del ‘Mesías’.
El Jueves Santo, los fieles también recorren las siete iglesias, tanto en Lima como en las regiones del Perú, una actividad que simboliza el periplo de Jesús, desde el huerto de Getsemaní hasta el monte Gólgota; en este último lugar fue crucificado Jesús.
El Viernes Santo, peruanos y ciudadanos extranjeros que se encuentran en Lima y distintos puntos del país, son testigos de la escenificación del Vía Crucis, es decir, presencian la pasión y muerte de Jesucristo. En Lima, un actor suele subir al cerro San Cristóbal cargando una pesada cruz. Alrededor de él, hay cientos de personas que lo alientan a seguir, mientras que otros se limitan a observar.
Estas son algunas de las tradiciones que se realizan actualmente en la capital, una ciudad que ostenta una historia digna de ser contada. Sin embargo, es preciso señalar que algunas costumbres de antaño se han perdido con el paso del tiempo. A pesar de los intentos de los españoles por preservarlas durante la colonia, los peruanos han dejado de practicarlas.
Cabe señalar que los foráneos no solo se dedicaron a preservarlas, sino que también fueron los artífices de esta tradición que sigue vigente en el Perú y distintas partes del mundo. Pero ¿cómo surgió la conmemoración de la Semana Santa? Para responder a esta pregunta, es necesario remontarnos al siglo XVI, tiempo en el que los españoles conquistaron el Tahuantinsuyo y luego establecieron el Virreinato.
Precisamente cuando fundaron el virreinato, implantaron su cultura e iniciaron un proceso de adoctrinamiento. Por ejemplo, poco tiempo después de la conquista del Imperio inca, llegaron las primeras órdenes religiosas y obispos al Perú con el fin de evangelizar a la población indígena.
Los religiosos españoles realizaron una serie de prácticas para lograr su misión, una de ellas guarda relación con lo que se hace el Viernes Santo en las calles de Lima y regiones del Perú: la escenificación del sacrificio de Jesús. Esta actividad se realizaba en las calles de la Lima colonial y era una representación del Vía Crucis. Se llevaba a cabo ante la atenta mirada de los indígenas, quienes abandonaban, muy a su pesar, su cultura para asimilar la religión de los foráneos.
Lo que ocurrió en el siglo XVI explica por qué en el Perú se celebra la Semana Santa. Fue una herencia cultural de los españoles. En otros países de Latinoamérica, donde los conquistadores llegaron para someter a los pobladores americanos, también se conmemora esta festividad. En la actualidad, todavía se sigue escenificando la pasión y muerte del ‘Mesías’ en distintos puntos del Perú.
Ahora bien, existen tradiciones de la Lima colonial que han desaparecido con el transcurrir de los siglos. Es por ello que a continuación mencionaremos las costumbres antiguas que solían practicarse cuando Lima y las regiones del actual Perú estaban sometidas por virreyes.
Costumbres de antaño y las tradiciones que siguen vigentes
Las actividades religiosas que se realizaron durante en el virreinato difieren un poco de las que se llevan a cabo en la actualidad. En el libro “Lima, apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres”, de Manuel Atanasio Fuentes, se da cuenta las tradiciones y costumbres de la Lima colonial. Cabe precisar que el libro fue publicado en 1867, de modo que las referencias al presente se relacionan a lo que sucedió en ese año.
“De pocos años a esta parte ha disminuido el número de fiestas y de procesiones y mucho más el fausto y grandeza de las últimas. Las funciones de Semana Santa no son ya sombra de lo que fueron; y del deslumbrador lujo de los frailes mercedarios, en el día de Viernes Santo, en que de su templo salía la procesión del Santo Sepulcro, apenas quedan los recuerdos”, reza la página del libro.
En 1867, las procesiones que se realizaban en Semana Santa ya no eran las misas, pues la parafernalia del hecho dio paso a la sobriedad. También desaparecieron hermandades, cuyos fieles veneraban a Nuestra Señora del Rosario meses después de la festividad de marzo.
Sobre este tema en cuestión, Atanasio Fuentes escribió lo siguiente: “Había Nuestra Señora del Rosario de los negros, de los pardos, de los indios y de los blancos; a competencia, se vestía a las diversas vírgenes de cada casta, todos lo años, para el día de sus correspondientes procesiones que hoy se han reducido a una sola, no sabemos si porque los hermanos de diversos colores se han convencido de que la Virgen fue una, y de que no hay un Dios para cada raza, o porque los pardos y los indios se han vuelto menos religiosos”.
Volviendo a las actividades que se realizaban en ‘semana sagrada’, el viernes anterior al Domingo de Ramos, los sacerdotes salían de las iglesias, flanqueados por pajes (uno lleva un enorme parasol y el otro porta una gran salvilla), rumbo a la casa de los files. Esta labor se ponía en práctica con el fin de recaudar dinero para el Santo Monumento.
Es preciso señalar que la actividades que realizaban los religiosos en el marco de la conmemoración del Viernes de Dolores se siguieron realizando hasta mediados del siglo XIX. En el libro no se documenta lo que pasó tiempo después, lo cierto es que en la actualidad esta tradición religiosa desapareció.
Un Domingo de Ramos peculiar en la Lima colonial
En el último domingo de la cuaresma, que da inicio a la Semana Santa, se desarrollaba una actividad particular que, si bien no ha desaparecido, ha variado con el transcurrir del tiempo. Antes de mencionar lo que se practicaba ese día en la Lima virreinal, es pertinente dar a conocer cómo se celebra el Domingo de Ramos en pleno siglo XXI.
Por ejemplo, en la mayoría de los templos, se celebra con la bendición y distribución de palmas y ramos de olivo, que representan las ramas de palma que la multitud esparció frente a Jesús mientras él ingresaba a Jerusalén.
En el virreinato, no solo había palmas y ramos de olivo; dos animales hacían su apreciación en un lugar repleto de gente. “La burra vagaba a sus anchas dentro del pueblo y por las chacras y valles vecinos, pero el día de Ramos se presentaba espontáneamente, en la iglesia, acompañada siempre de un tierno pollino (...). Hasta el día, no se ha dado ejemplo de que haya faltado una vez la burra, ni de que se haya presentado sin la cría”, se lee en “Lima, apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres”.
Con la llegada del Jueves y Viernes Santo, los habitantes se preparaban para escuchar al sacerdote hablar sobre la pasión y la muerte de Jesucristo en la cruz, recibir la Sagrada Comunión, etc. Es preciso señalar que los templos estaban abiertos en las mañanas, pero uno recibía a los fieles por las noches. Se trataba de la iglesia San Agustín.
“El Jueves Santo se descubrían los monumentos en todos los templos, y el más famoso y celebrado era el de San Francisco, que representaba el Paso de la Cena. Ese monumento era visitado de preferencia, no tanto por interés religioso, cuanto por ver al apóstol Judas Iscariote con la cara más encendida que una ascua, y con un ‘ají colorado’ en la boca. A juzgar por el estado fisionómico de la salud de los apóstoles, Judas, de un temperamento sanguíneo, parecía pasarla mejor que sus demás compañeros”, señaló Atanasio Fuentes.
Al igual que Judas, los judíos también eran ridiculizados. Durante la tarde del Jueves Santo, los judios eran representados por figurones de madera. Sus rostros eran caricaturizados con rasgos diabólicos, debido a que los estatuarios no podían concebir que un judío fuera pálido ni tuvieese una cara de hombre.
Respecto a lo que sucedía el sábado, en el libro consultado para esta nota se lee lo siguiente: “La iglesia de San Pedro tenía su día. El Sábado Santo se llenaba el templo de lúcida concurrencia a la Misa de Gloria. La noche del Sábado Santo era ‘noche buena’; en ella los pulperos ‘quemaban a Judas’, a las doce de la noche, hora de las suntuosas cenas que indicaban el fenecimiento de la Cuaresma y el principio de la alegre Pascua. Todas esas fiestas, menos las procesiones de Jueves y Viernes Santo, se celebraban en el día, aunque con menos solemnidad y fausto”.
Como se ha podido observar, algunas tradiciones han desaparecido, pero otras se mantienen firmes y conmueven a millones de fieles que se sumergen en un periodo de reflexión con la llegada de la Semana Santa. Con el pasar del tiempo, algunas actividades religiosas podrían quedar en segundo plano; sin embargo, la religión forma parte de la herencia cultural, a pesar de que existan detractores que opinen lo contrario.