Esa sencilla pregunta ha resonado en mí en más de una ocasión. Me hizo reflexionar sobre mi propia experiencia laboral y la de mi entorno. Y es que, lamentablemente, casi todos hemos experimentado algún trabajo que nos hizo sentir descontentos y estresados. En el Perú, 6 de cada 10 ciudadanos se sienten agotados por su trabajo, según Buk. Pero, acaso, ¿estamos condenados a una vida laboral insatisfactoria?
La verdad es que la felicidad en el trabajo es un objetivo alcanzable, aunque a veces pueda parecer esquivo. Requiere un cambio de perspectiva y un compromiso activo con nuestro bienestar emocional y profesional.
Un primer paso para acercarnos a ese anhelo es gestionar el cambio, aprender a adaptarse. Con la rapidez y vertiginosidad del mundo actual, aquellos que pueden ajustarse a las nuevas circunstancias tienen más posibilidades de encontrar la satisfacción en su trabajo. La resiliencia se convierte así en una habilidad invaluable, debido a que la capacidad de superar los obstáculos y recuperarse rápidamente de los contratiempos nos permite seguir adelante con determinación.
Pero esto va más allá de simplemente sobrevivir. Es encontrar un significado y una conexión en lo que hacemos. Por ejemplo, cultivar relaciones positivas con colegas y superiores es esencial para nutrir nuestro bienestar en la oficina. Esta “firma emocional” en el entorno agrega un valor a nuestra experiencia diaria, convirtiendo un simple empleo en una fuente de alegría y superación personal.
Aunque podemos empezar por nosotros mismos, es necesario preguntarnos si este ambiente también se contagiará en el trabajo. Aquí el eje transversal es la cultura organizacional, pues hoy en día las empresas se han dado cuenta que es primordial priorizar el bienestar para retener a los talentos, ya no basta con tener un buen salario. Además, permite contar con equipos felices y comprometidos.
A medida que avanzamos en esta ruta hacia la felicidad, surgen otras dudas sobre si es posible mantenerla a diario en nuestro campo laboral, incluso en los días difíciles. Es un desafío continuo, pero no imposible, más aún cuando a veces las condiciones no son las propicias. Tengamos en cuenta que no se es feliz espontáneamente: es algo que puede trabajarse.
Por ello, debemos reinventarnos. Cada pensamiento, creencia y valor que abrazamos, así como la forma en que vivimos nuestra vida, impactan en cómo fluye la energía a través de nosotros. La calidad de vida se mide, según dicen, por la diferencia entre la expectativa y la realidad vivencial. Entonces, encontrar la felicidad es un proceso de alinear nuestras metas con lo que vivimos día a día, buscando activamente la satisfacción en cada momento y cultivando una actitud de gratitud y resiliencia.
Entendamos que la felicidad en el trabajo, más que un sueño, es una necesidad.