Ser peruano en el Perú nunca ha sido fácil, aunque en una primera impresión esto parezca algo ilógico. Y es que, a lo largo de los años, el tema de la identidad nacional ha sido un tema que ha estado sobre la mesa para tratar de definirla.
Uno de los que ayudó a poder entenderla fue José Sabogal, quien como un pintor, profesor y ensayista dejó una huella indeleble con su obra y también trascendió las fronteras del arte para convertirse en un símbolo de la identidad peruana en su forma más auténtica y vibrante. Y esta es su historia de cómo llegó a convertirse en ese ícono importante para nuestra historia.
El arte en las venas
Nacido el 19 de marzo de 1888 en la pintoresca ciudad de Cajabamba, en la región de Cajamarca, José Arnaldo Sabogal Diéguez mostró, desde sus primeros años, una fascinación por el mundo más allá de su entorno inmediato.
A la temprana edad de 9 años, se aventuró solo desde el valle de Cajabamba para contemplar el inmenso mar, un acto de audacia que reveló su espíritu intrépido y su sed de exploración.
Esta primera incursión en lo desconocido sentó las bases para su posterior búsqueda artística y cultural, una búsqueda que lo llevaría a través de continentes y a través de épocas, pero que siempre lo conduciría de regreso a las raíces profundas de su patria peruana.
El verdadero viaje de Sabogal para convertirse en un maestro de arte comenzó con su partida a Europa en 1908, donde buscó formación en las capitales artísticas del mundo. Estudió pintura en Roma y París, absorbiendo las influencias del impresionismo y el postimpresionismo que dominaban la escena artística europea en ese momento.
Sin embargo, fue su encuentro con el regionalismo español lo que marcó un punto de inflexión en su desarrollo artístico. La obra de pintores como Ignacio de Zuloaga y Valentín y Ramón de Zubiarre resonó profundamente en Sabogal, quien encontró en su enfoque en lo local y lo autóctono una inspiración para su propia exploración de la identidad peruana
De vuelta al Perú
Después de su estancia en Europa, Sabogal regresó a su tierra natal con una visión y un compromiso renovados con la representación auténtica de la cultura y el paisaje peruano. Su obra temprana reflejaba su fascinación por la vida rural y las tradiciones indígenas, capturando la belleza y la serenidad de la vida en los Andes con una sensibilidad única y una maestría técnica impresionante.
En 1919, Sabogal presentó su primera gran exposición en la Casa Brandes en Lima, titulada “Impresiones del Ccoscco”. Esta colección de obras, inspiradas en sus experiencias en el Cuzco y otras regiones andinas, atrajo la atención tanto de la crítica como del público.
Por primera vez, el arte peruano se encontraba frente a una representación auténtica y evocadora de su propia identidad, lejos de las convenciones y los estereotipos impuestos por la tradición europea. Es por este hecho que el filósofo José Carlos Mariátegui lo consideró como el primer pintor peruano.
La obra de Sabogal pronto se convirtió en un punto de referencia para el arte peruano, inspirando a una generación de artistas a explorar y celebrar su herencia cultural de nuevas maneras. Su compromiso con el arte indigenista, que abrazaba la riqueza y la diversidad de las tradiciones del Perú, lo consolidó como uno de los líderes del movimiento artístico nacionalista que se estaba gestando en el país.
Primero el lienzo, luego la pluma
Pero el legado de Sabogal va más allá de su obra pictórica. Como educador y líder cultural, desempeñó un papel fundamental en la formación de nuevas generaciones de artistas peruanos.
Desde su puesto como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes y más tarde como director de la institución, Sabogal compartió su pasión por el arte y la cultura peruana con sus alumnos, inspirándolos a encontrar su propia voz creativa y a explorar las riquezas de su herencia cultural.
Además de su labor como educador, Sabogal también fue un prolífico escritor y ensayista, cuyas reflexiones sobre el arte y la identidad peruana siguen siendo relevantes hasta el día de hoy. Sus escritos, recopilados en libros como “El arte indígena peruano” y “El sentido de la pintura”, ofrecen una visión única y perspicaz sobre la naturaleza del arte y su papel en la construcción de la identidad nacional.
La influencia de Sabogal se extendió más allá de las fronteras del Perú, llegando a otros países de América Latina y más allá. En México, entabló amistad con figuras prominentes del muralismo mexicano, como Diego Rivera (esposo de Frida Kahlo), José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, cuya obra compartía un compromiso similar con la representación de la identidad nacional y la lucha por la justicia social.
Con el paso de los años, el artista continuó explorando nuevas formas de expresión artística, incluida la ilustración de libros y la creación de obras monumentales en espacios públicos. Su legado perdura en la memoria colectiva del Perú como un símbolo de la creatividad, la innovación y el compromiso con la identidad nacional.
Aunque falleció en 1956, su obra sigue siendo una fuente de inspiración y orgullo para todos los peruanos, recordándoles la importancia de valorar y celebrar su rica herencia cultural y artística en el mundo contemporáneo.