Cuando hablamos de atrocidades históricas que cambiaron o hicieron desaparecer por completo a toda una cultura, es imposible no remitirnos al caso de América y Europa, donde grandes civilizaciones como los Incas o los Aztecas sucumbieron frente a la conquista que llegó por sorpresa y en poco tiempo derrumbó lo que había tardado años en ser construido.
En Perú nos sabemos conquistados; tal vez, vulnerados en nuestro pasado y aunque lo abrazamos al ser parte del nuestro presente e identidad, la realidad es que bien se podría decir que el país fue víctima inocente de un mundo civilizado más allá del mar.
Sin embargo, la historia no es perfecta, por el contrario, tiende a ser cíclica y hasta repetitiva, y el que alguna vez fue victimado también se convirtió en el verdugo de un capítulo que tal vez pocos conocen sobre nuestro Perú, pero que marcó la vida de un fascinante pueblo: Los habitantes de Rapa Nui, que sufrieron un destino terrible a manos de navíos peruanos.
Un problema, una solución
Es bien conocido que el esclavismo permaneció por mucho tiempo en territorio nacional luego de la conquista y bien entrada la república. La población negra fue explotada en las peores condiciones imaginables, sin embargo, tras la abolición de este ‘sistema’, hubo en el Perú un grave problema de falta de mano de obra para el trabajo que era principalmente en las islas guaneras y las grandes haciendas.
En principio, una forma de suplir esta necesidad fue el traslado de ciudadanos chinos, quienes eran traídos mediante un cuestionable contrato que en la práctica era solo un eufemismo para maquillar los abusos a los que eran sometidos.
Sin embargo, hubo quienes levantaron su voz de protesta en contra de esto, especialmente el gobierno inglés, sujeto a sus intereses, por lo cual se debió buscar soluciones un poco menos ‘escandalosas’. En ese contexto surgió la idea de traer ciudadanos polinesios para trabajar en lo que fuera necesario, algo que agradó a los contratistas nacionales.
Pese a esto, la atención pronto se posó sobre las islas un poco más cercanas, aisladas y con menor protección.
La isla de Pascua en la mira
La Isla de Pascua, como la conocemos (perteneciente a Chile), o Rapa Nui, que significa lo mismo pero en el idioma nativo de su población, ya había tenido contacto con extranjeros, en principio holandeses desde 1722, e incluso había logrado establecer comercio durante el siglo XVIII.
También habían sido sido visitados por una expedición peruana enviada en nombre de la corona española y casi todo había resultado bastante pacífico, dándoles fama de ser amistosos con los marineros. En suma, ya tenían relaciones comerciales donde adquirían mediante trueques muchos tipos de productos y enseres que llegaron a apreciar.
También tenían un sistema de escritura propio, el Rongo Rongo, que podría haber sido inspirado luego de sus encuentros con los extranjeros, sin embargo, esto no ha podido ser probado.
Es importante mencionar que el trato amistoso y de comercio de los habitantes de Rapa Nui consistía muchas veces en subir a los barcos para observar los productos que traían. Sin embargo, esta tranquilidad pronto llegaría a su fin.
Un esclavista llamado Perú
El año 1862 fue el que marcó un punto de inflexión para los Rapa Nui, ya que según narra la historia, ocho barcos esclavistas capitaneados por Joan Maristany zarparon de Perú con el objetivo de ‘reclutar’ isleños.
Los navíos, siete bajo la bandera peruana, formaban parte de los esfuerzos de los contratistas para ganar mano de obra en el país.
Conforme al libro ‘Culturas de Chile, etnografía, sociedades indígenas contemporáneas y su ideología’, las estrategias usadas por los reclutadores fueron variadas. Uno de los capitanes, que tenía un intérprete polinésico, explicó a detalle el contrato de trabajo logrando captar a 238 pascuenses sin problema alguno.
Desafortunadamente, la estrategia usada por otro reclutador fue realizar las actividades de comercio que los Rapa Nui, bastante confiados, solían hacer con los marineros; es decir, subir a cubierta para observar los artefactos.
Estos ciudadanos no desembarcaron más, la crueldad castigó su inocencia ya que el navío zarpó con ellos en su interior, alejándolos para siempre de sus hogares.
A tiros y por la fuerza
Las embarcaciones restantes usaron una trampa similar, echando llamativos artefactos en el suelo. Una vez que los curiosos habitantes de la isla se acercaron a tomar estos ‘regalos’, parte de la tripulación fuertemente armada los secuestró.
Indica el texto que “Los que trataron de escapar fueron baleados o atados como corderos y arrojados a los botes para ser llevados a los barcos en espera”.
Se sabe que de los ocho barcos que zarparon a Perú, uno fue capturado por autoridades francesas y llevado a Tahití. Por otro lado, conforme al texto Cronología y fuentes de la historia Rapanui: 1722-1966, de José Miguel Ramírez, entre enero y marzo de 1863 las expediciones esclavistas peruanas raptaron y masacraron a una gran cantidad de isleños e incluso incendiaron sus casas.
Una pérdida cultural irreparable
Se cree que miles de habitantes fueron llevados en contra de su voluntad con destino a Perú. Esto no solo generó una profunda herida y el terror de toda una población que había logrado establecer contacto relativamente amable con los extranjeros, sino que provocó que parte del patrimonio Rapa Nui se perdiera en el tiempo.
Esto responde a que dentro de los habitantes capturados como esclavos y posteriormente reportados como fallecidos se encontraban el último rey Rapa Nui y su hijo, Maurata, además de una gran parte de la clase sacerdotal y aristócrata de la isla.
Desafortunadamente, ellos eran los únicos que sabía cómo descifrar las tablas escritas en lengua Rongo Rongo, algo que transmitían de generación en generación muy celosamente. Por otro lado, muchos de los pobladores secuestrados no tocaron puerto en el Callao ya que enfermaron en el trayecto o estaban en muy mal estado como para trabajar.
Más tarde, las presiones por lo ocurrido fueron una consecuencia que Perú debió enfrentar, por ello, a poco de iniciadas las actividades se declaró la prohibición del tráfico de colonos.
Posteriormente, los ciudadanos Rapa Nui son rescatados de las haciendas y se procede a su repatriación. Las cifras son trágicas: solo 100 lograron embarcar y de estos, únicamente 15 llegaron con vida a su isla, pero infectados con viruela y tuberculosis, enfermedades que pronto hicieron estragos y terminaron por acabar con maestros de escritura y la restante aristocracia.
Por supuesto, se sabe que no solo hubo expediciones esclavistas en Perú, sin embargo, es una de las que ha causado más pérdidas y fue considerada una verdadera tragedia.
Hasta el día de hoy el mundo desconoce qué dicen las tablas Rongo Rongo, y nadie podrá saberlo jamás ya que la muerte de la alta clase Rapa Nui llevó el secreto a la tumba.
La población de esa época cambió por completo su forma de pensar y se vieron completamente vulnerables y desconfiados, además, demográficamente disminuyeron con el tiempo hasta casi desaparecer.
Según recoge el portal Descubrir, Alfred Métraux, antropólogo suizo, aseguró que lo ocurrido en la Isla de Pascua causó anarquía y confusión entre la gente, añadiendo un extracto que define muy bien el daño irreparable que causaron las expediciones esclavistas: “Cuando en 1864 llegaron misioneros occidentales a la isla, se sorprendieron al ver que los nativos desconocían su pasado. Solo hallaron las ruinas de una civilización”, sentencia.