Para nadie es un secreto que uno de los tesoros más valiosos que tiene el Perú es su rica y extensa gastronomía que enamora a propios y extraños. Pero esta no siempre tuvo la fama y prestigio que ahora posee, pues antes parecía ser el secreto mejor guardado de la nación a la espera de ser descubierto.
Precisamente desde el siglo pasado es que lo mejor de la cocina peruana ha comenzado a ser reconocida en todos los rincones del mundo y una de las pioneras antes del boom de la cocina peruana fue la siempre recordada y querida Teresa Izquierdo.
Desde sus inicios humildes en el distrito de Lince, esta emblemática figura gastronómica emergió como una fuerza de la naturaleza, dedicada a la encomiable tarea de preservar y promover la riqueza de los sabores peruanos. Su historia es un testimonio de amor, determinación y un inquebrantable compromiso con su herencia cultural.
Sus inicios
Nacida el 10 de marzo de 1934, Teresa Aída Izquierdo y González, su nombre completo, fue criada en un hogar donde la cocina era el centro de la vida familiar, los rudimentos del arte culinario fueron impartidos a Teresa por su madre, una hábil cocinera oriunda de San Luis de Cañete.
Esta influencia materna se convirtió en el fundamento sobre el cual Teresa edificaría su legado. De niña, a la edad de 8 años, ya asumía responsabilidades culinarias que desafiaban su joven edad, preparando comidas para una distinguida familia limeña. Este fue el comienzo de una vida dedicada a la cocina, un camino que la llevaría a convertirse en una leyenda.
No conforme con solo dominar las técnicas heredadas de su madre, Teresa se aventuró en el mundo de la gastronomía con una curiosidad insaciable y un espíritu emprendedor.
A los 10 años ya se había lanzado a preparar platos tradicionales peruanos, marcando el inicio de una travesía culinaria que enriquecería la cocina criolla. A lo largo de los años, se ganó un lugar en el corazón de sus compatriotas, cocinando para eventos como la Feria del Señor de los Milagros, expandiendo su reputación como una maestra en el arte de la cocina tradicional.
El viaje de Teresa no estuvo exento de adversidades. La pérdida de su madre fue un golpe devastador, pero en el dolor encontró la fuerza para perseverar. Con una resiliencia encomiable, se reinventó como comerciante, ofreciendo antojos peruanos a su, como su famoso turrón de Doña Pepa. Era evidente que, para Teresa, la cocina era más que una profesión; era un refugio, una pasión y una forma de vida.
El negocio propio
Con el apoyo de su familia, Teresa abrió las puertas de ‘El rincón que no conoces’ en 1978. Este restaurante, inicialmente modesto en tamaño y alcance, sería el escenario perfecto donde su talento y dedicación capturarían la atención no solo de los limeños, sino de comensales de todas partes del Perú y del mundo.
Aquí, Teresa no solo se desempeñaba como cocinera; era el alma de un proyecto que crecería hasta convertirse en un emblema de la cocina criolla.
El reconocimiento a su trabajo y su contribución a la cultura gastronómica del Perú no tardó en llegar. La admiración por su labor trascendió fronteras, conduciéndola a embajadas culinarias en el extranjero y al reconocimiento de su maestría con premios y condecoraciones.
Entre estos, la designación como “Maestra del arte culinario” y la imposición de la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos, son testimonio del impacto que Teresa Izquierdo tuvo en la preservación y promoción de la gastronomía peruana.
Por siempre, Teresa
Su humildad, reflejada en la predilección por el título de ‘guisandera’, es un recordatorio de que el verdadero arte surge no de la pretensión, sino del amor y la dedicación genuina.
Teresa nunca olvidó las lecciones de su madre ni las raíces de su cocina, manteniendo siempre una conexión profunda con la tradición y la tierra que la vio nacer.
La partida de Teresa Izquierdo en 2011 marcó el fin de una era (debido a una obstrucción intestinal), pero su legado perdura en cada plato de comida criolla que se sirve en el Perú y más allá. Como madre, mentor y maestra, Teresa dejó una huella indeleble en el panorama gastronómico del país, inspirando a generaciones de chefs y aficionados por igual.
El homenaje póstumo de la Sociedad Peruana de Gastronomía (Apega) fue solo una muestra del profundo respeto y admiración que el país siente por esta mujer excepcional. Su vida, una mezcla rica de desafío y triunfo, dolor y alegría, es una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan entender el alma de la cocina peruana.
Sabia y humilde
Gastón Acurio, uno de los chefs más renombrados de Perú, describió a Teresa como portadora de una sabiduría humilde, un reflejo de su carácter y su aproximación a la cocina. La capacidad de Teresa para atraer a personas de todos los ámbitos a su modesto restaurante en Lince es un testimonio de su espíritu y su talento.
Teresa Izquierdo será siempre recordada no solo como una cocinera extraordinaria, sino como un símbolo de resiliencia, amor y dedicación a la rica herencia culinaria de Perú.
Su historia, tejida con los sabores, aromas y colores de su patria, sigue inspirando a quienes consideran la cocina no solo como un arte, sino como una expresión de identidad y orgullo nacional.