En la década de los 80, el Perú fue testigo, muy a su pesar, de atentados terroristas que dejaron una estela de dolor en las familias de las víctimas que perecieron a manos de senderistas y emerretistas. A pesar del esfuerzo de las autoridades por devolverles la tranquilidad a los peruanos, el miedo se había apoderado del país y de sus entrañas. Al caer la noche, los transeúntes caminaban preocupados, ya que en el lugar menos pensado podía haber un atentado.
El 17 de mayo de 1980, Perú vivió un cambio dramático cuando Sendero Luminoso atacó el local del jurado electoral de Chuschi, en la provincia de Cangallo, Ayacucho, destruyendo padrón electoral y ánforas. Estos materiales eran esenciales para las elecciones generales de ese año, en las que Fernando Belaúnde Terry de Acción Popular (AP) ganó. Este hecho no recibió la atención adecuada por parte de las autoridades. Cabe señalar que con este suceso se dio inicio a una época de terror en las calles del Perú, afectando a quienes empezaban a experimentar la democracia después de 12 años de régimen militar.
El Ministerio del Interior reveló que, entre 1980 y 1987, Lima fue la zona con más atentados, seguida por Ayacucho. 3,073 y 2,756 actos de violencia se registraron, respectivamente. Los primeros años de la década estuvieron marcados por ambivalencia; la ansiada democracia se veía eclipsada por una “dictadura de la violencia”. Este cambio abrupto en el clima social transformó la realidad nacional.
Tras el primer atentado terrorista, la cotidianidad de los peruanos cambió irrevocablemente. A pesar del miedo que se instauró en ellos a inicios de la década del 80, un sector de la población seguía saliendo de sus casas para trabajar o estudiar. La incertidumbre sobre si volverían o no a sus hogares se convirtió en una constante preocupación para sus familias.
De acuerdo con datos del Ministerio del Interior, Lima experimentó un alarmante incremento de la violencia terrorista en 1987, con un registro de 696 atentados, convirtiéndolo en uno de los años con mayor número de acciones violentas. Durante este periodo, una parte de la población intentaba mantener cierta normalidad, saliendo a disfrutar de los centros de esparcimiento antes del comienzo del toque de queda.
Aunque los conciertos ofrecían un ambiente donde las personas parecían felices y eufóricas, distante a la apariencia de una crisis social, la realidad era diferente debido a los continuos atentados. Por ejemplo, el 15 de abril de 1987, en un inquietante incidente en La Victoria, un teniente de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y un niño de diez años fueron agredidos por cinco terroristas disfrazados de pastores evangélicos.
En 1987, atentados similares se registraron en diversos puntos de la capital. En tanto, los peruanos comenzaron nuevamente a caminar por las calles y avenidas de la ciudad después de la medianoche. El levantamiento del toque de queda el 28 de julio permitió que los establecimientos nocturnos retomasen sus operaciones habituales, ofreciendo un sentido de retorno a la normalidad en medio del clima de inseguridad que aún prevalecía.
Con el retorno a cierta normalidad, las personas volvieron a transitar por las calles en altas horas de la noche; sin embargo, el miedo permanecía latente. En vista de que la población quería disfrutar y distraerse, los promotores artísticos comenzaron a organizar conciertos. Entre ellos, destaca la presentación de Los Prisioneros en la Plaza de Acho, un hecho que estuvo marcado por incidentes violentos.
Los pormenores del concierto de Los Prisioneros en la Plaza de Acho
El concierto de Los Prisioneros se llevó a cabo el 19 de septiembre de 1987, en un momento en que el toque de queda ya no estaba en vigor en Lima, lo que predisponía a la gente a salir a la calle incluso hasta altas horas de la noche. El lugar elegido para este evento fue la Plaza de Acho —recinto considerado uno de los más antiguos del mundo y conocido por ser escenario de corridas de toros—, donde miles de personas se congregaron para cantar las canciones de los chilenos.
Horas antes de que Jorge González, Miguel Tapia y Claudio Narea hicieran su aparición en el escenario, cientos de fans formaban ya largas colas para entrar al local que, con el paso de las horas, tendría un lleno total. Mientras tanto, en distintas partes de la ciudad y del Perú, los actos terroristas seguían cobrando la vida de ciudadanos.
¿Quiénes son Los Prisioneros y por qué captaron la atención de los peruanos, especialmente de los jóvenes? Esta banda se destacó por sus temas musicales llenos de críticas y mensajes sociales, los cuales captaron la atención de una generación oprimida por la dictadura militar en Chile. Sus canciones se convirtieron en un símbolo de resistencia contra el gobierno de Augusto Pinochet.
Sus letras directas y contestatarias, también llegaron al Perú, país en el que acumularon una legión de seguidores. Su música, que denunciaba las estructuras de poder y la represión, resonó en un país que también enfrentaba conflictos internos y dificultades políticas similares. Tanto Perú, con su lucha contra grupos insurgentes como Sendero Luminoso, como Chile, marcado por la represión política a los opositores del régimen, vieron en Los Prisioneros un eco de sus propias luchas y anhelos.
Retomando el tema del concierto, es importante mencionar que, el día del evento en la Plaza de Acho, no se registraron atentados en las inmediaciones ni en sus alrededores. Sin embargo, se reportaron momentos de violencia durante el show.
Los pormenores de la presentación se pudieron conocer gracias a un video publicado en YouTube. En este material audiovisual es posible apreciar casi la totalidad del espectáculo, el cual no estuvo exento de actos de violencia. Aunque estos no fueron de gran escala, generaron molestias entre los integrantes de la banda chilena, cuya única intención era hacer música y transmitir el mensaje de sus canciones al público peruano.
“La primera canción de la noche se llama ‘Quieren dinero’”, anunció Jorge González. Instantes después, el público estalló en gritos. El entusiasmo de los asistentes se intensificó al escuchar los primeros acordes del tema musical. En las imágenes se puede observar a las personas saltando, actitud que se repitió en otros momentos del concierto.
La efusividad y entusiasmo del público superaron todas las expectativas de los promotores, incluso Jorge González y sus músicos no anticiparon la calurosa recepción que tuvo el show. Acerca de este evento, la página web “Los Prisioneros en Perú” detalló lo que pasó el día en que los artistas se presentaron en la Plaza de Acho.
“Esta gira fue un desastre financiero para el grupo, ya que la radio que los auspició les dijo que los traerían a Lima en gira promocional. Ellos (Los Prisioneros) pensaban que no eran muy conocidos aquí. Desconocían que sus temas eran número uno en los rankings radiales. Fue por ello que, al comienzo, solo programaron un concierto en la discoteca Reflejos de San Isidro —un local chico—, pero luego sumaron un concierto en la Plaza de Acho”, se lee en el portal web.
Años antes del evento, la música de Los Prisioneros ya resonaba en diversas estaciones radiales en Perú, como Studio 92, un medio de comunicación que auspició a la banda en dos de sus presentaciones. Es importante mencionar que el primer concierto tuvo algunos contratiempos; aunque estaba programado para iniciar a las 8 p.m., comenzó alrededor de las 10 p.m. Sin embargo, desde el primer momento en que aparecieron en el escenario, los músicos fueron recibidos con aclamación por parte de los asistentes.
No obstante, la banda enfrentó desafíos durante su actuación, incluyendo fallas técnicas en los equipos. Estos inconvenientes provocaron que algunos asistentes hicieran comentarios xenófobos. Según se menciona en la página web “Los Prisioneros en Perú”, en el lugar “no faltaron algunos falsos patriotas que pedían que Arica fuera devuelta al Perú, esta misma ‘petición’ se repitió al día siguiente en la Plaza de Acho”.
A propósito del concierto en la Plaza de Acho, es oportuno revelar los incidentes que ocurrieron durante el espectáculo. Los miembros de la banda no solo fueron blanco de insultos, sino que también les lanzaron objetos, incluyendo piedras. En el libro “Latinoamérica es grande”, de Cristóbal González Lorca, se documentan los sucesos ocurridos en plena crisis social.
Para narrar lo ocurrido ese día, el autor entrevistó a personas que asistieron al evento, consultó libros y exploró páginas especializadas en música. Por ejemplo, incluyó en su libro declaraciones de Jorge González, las cuales fueron publicadas originalmente en “Exijo ser un héroe”.
“Fuimos a Perú, donde se suponía que íbamos de promoción, y nos encontramos con una Plaza de Toros llena, donde había catorce mil personas que se sabían todos los temas, y a nosotros nos habían pagado como promoción, cosa que nos pasó muchas veces. Éramos superstars allá, con montones de fans. Todas las veces que fuimos a Perú fue súper bueno. Pero lo que más me llamó la atención fue que cuando tocamos en la Plaza de Acho, había unos punkies que estaban empujando a la gente y yo les dije que pararan (...) de empujar”, se lee en el libro “Exijo ser un héroe”, de Julio Osses.
Este escritor y crítico de música popular reveló la versión del vocalista de Los Prisioneros con el objetivo de despejar las dudas en torno a los acontecimientos de la noche del 19 de septiembre de 1987. Existen relatos que indican que a los músicos les lanzaron botellas y otros objetos. Más allá de eso, lo cierto es que un grupo de asistentes actuó de manera violenta, causando incomodidad tanto a los integrantes de la banda como al público presente. Pero, ¿qué tipo de objetos les lanzaron exactamente? Para responder a esta pregunta, es fundamental referirnos a lo expresado por Jorge González.
“Entonces se picaron y empezaron a tirarnos terrones para arriba y nos fuimos. Después pidieron que saliéramos de nuevo. Salimos y a los h*** los habían echado, fin del incidente y seguimos el recital, la raja. Estábamos felices, nos sentíamos unos héroes, pero lo único que decía en la prensa chilena era que a Los Prisioneros les tiraron piedras en Perú. No decía nada que nos fue bien, que había harta gente, nada, y ahí nos hicimos la idea de cómo nos iba a tratar la prensa cuando tocáramos fuera de Chile, que nunca nos iban a dar pelota, ni se iba a saber. Esa era la tónica cuando viajamos fuera”, dijo el cantante.
En el sitio web “Los Prisioneros en Perú” también se inidica que a los artistas les tiraron piedras: “El segundo show fue un éxito, aunque en el tema ‘El baile de los que sobran’ un grupito de cuatro o cinco punkies lanzaron piedras al escenario. La prensa chilena tituló en sus diarios ‘Apedrean a Los Prisioneros en Perú’. En realidad, solo fueron cuatro desadaptados los que tiraron esas piedras (...)”.
Ninguna situación justifica la violencia; sin embargo, parece que quienes tiraron piedras a Los Prisioneros estaban molestos debido a las fallas técnicas y a descoordinaciones entre los miembros de la banda. Este aspecto se puede apreciar en el video publicado en YouTube.
El momento en que lanzaron objetos a Los Prisioneros en pleno concierto
Los actos de violencia se desencadenaron cuando Los Prisioneros interpretaron la canción “El baile de los que sobran”. Antes del incidente, el ambiente ya estaba tenso, con un grupo de asistentes coreando insistentemente “Charly, Charly, Charly”. Sin embargo, esta frase quedó opacada por gritos de aprobación y júbilo en el preciso instante en que se empiezan a escuchar los primeros acordes de una canción que ostenta tópicos sociales.
“El himno del desempleo juvenil y última canción de la noche, ‘El baile de los que sobran’”, anunció Jorge González. Poco después, la música comenzó y los aplausos y vítores surgieron instantáneamente. Durante la presentación, se percibieron problemas de sonido y coordinación. Como muestra de ello, Jorge inició la canción en el verso “Jueguen a estudiar”.
La interpretación continuó, pero la descoordinación entre los músicos era palpable. Durante el interludio musical, Jorge se giró y al volver a su posición, escuchó una voz que emergía del micrófono diciendo: “¿Quién fue el imbécil?”. Segundos después, la música se detuvo.
“Muchachos, vayan a ver a Los violadores. Los que tiran cosas, los ‘punkitos’, que vayan a ver grupos argentinos. Los que quieran ver rock sudamericano, los que quieran ver gente como ustedes, quédense (...)”, expresó el músico, visiblemente indignado.
Después de este mensaje, el público comenzó a entonar cánticos con la palabra “disolver”. Las personas usaron este vocablo con la intención de incomodar a los músicos. Este acto hacía referencia a cómo Pinochet disolvió el Congreso Nacional en Chile, suspendió la actividad política y limitó severamente las libertades civiles; además de implementar censura de prensa y perseguir, detener, torturar y ejecutar a opositores políticos para erradicar cualquier forma de disidencia. El régimen de Pinochet continuó hasta 1990, cuando la democracia fue restaurada en Chile después de un plebiscito en 1988 que rechazó la prórroga de su mandato.
“Yo les apuesto que si viene un gringo cualquiera, no le tiran cosas. Pero viene gente del lado de ustedes, vecinos suyos, gente que empezó tan pobre como ustedes”, expresó Jorge. Tras su alocución, la mayoría de los asistentes aplaudió. “Nosotros no hemos peleado tanto tiempo, no hemos peleado tantos años, no hemos combatido contra la música foránea para que después gente que podrían ser vecinos nuestros, hermanos nuestros nos tiren cosas “, agregó.
La última canción interpretada en el concierto fue “Nunca quedas mal con nadie”. Mientras la cantaba, fiel a su costumbre, Jorge González ofreció uno de sus característicos monólogos con tono sarcástico: “Ser un rebelde no es ser punk, estar disconforme no es solo copiar a los gringos, ser un rebelde no es estar liberado sexualmente; ser un rebelde es tener rabia contra la televisión”, destacó. Tras estas palabras, la banda continuó tocando hasta que, para la tristeza de sus seguidores, Jorge pronunció: “Chau Perú, hasta pronto”.
Regresaron a su país, pero retornaron en 1991, año durante el cual ofrecieron dos presentaciones en el Coliseo del Colegio San Agustín, una en la Plaza de Toros Acho, otra en la Concha Acústica del Campo de Marte y una más en el Coliseo Mariscal Cáceres. Es importante destacar que los conciertos continuaron en los años siguientes e incluso en el nuevo milenio.
Los ataques recibidos por Los Prisioneros provinieron de un pequeño grupo de personas. Aunque se desconocen las verdaderas motivaciones de los agresores, es importante señalar que estos incidentes no se repitieron en las subsiguientes actuaciones de la banda en Perú. Finalmente, este grupo musical logró convertirse en un símbolo de resistencia y en voz de una generación que buscaba manifestar su descontento con el statu quo. Su música, repleta de críticas sociales y mensajes contra la represión, encontró un fuerte eco en un país marcado por conflictos internos y desafíos políticos.