Un fogón encendido, coloridos ingredientes sobre una tabla de picar y una olla destilando los aromas más exquisitos son algunos de los recuerdos que muchos peruanos tenemos de la niñez. Las manos de la abuela tomando con destreza cada insumo y logrando con poco un espectacular manjar resultan un poema de amor para los que aman la buena comida.
Y es que en Perú todos lo sabemos, no hay nada mejor que comer un plato recién hecho que mezcla variedad de texturas y sabores, pero también una gran tradición culinaria que data de tiempos tan antiguos como el paso de los incas por territorio nacional y que se enriqueció una vez llegada la conquista. Es allí donde ocurrió el ‘mestizaje culinario’ que dio paso a la fusión de sabores con influencias europeas y asiáticas.
Esta fusión ha llegado hasta nuestros días y se ha hecho un sello inconfundible de las casas peruanas, de los restaurantes y cada huarique que encontramos caminando por el Perú. Sin embargo, hoy nos vamos a centrar en un local en específico.
Su nombre dice mucho más que mil palabras: ‘Krioya’, término que, aunque con una escritura un poco diferente ―que busca darle un aire moderno y adaptarlo a las nuevas tendencias― hace referencia exactamente a lo nuestro, a lo peruano, a lo que nos define y nos enorgullece. La dueña y chef de este restaurante, Verónica Moreno Agurto, es hoy una indiscutible exponente y embajadora de la sazón peruana y ha logrado llegar desde Perú hasta Francia con base en esfuerzo y perseverancia.
Su historia de éxito, que ha narrado para Infobae Perú, es un claro recordatorio de cómo los sueños pueden hacerse realidad.
No somos ajenos a lo que ocurre en muchas partes del territorio nacional. Las carencias y la pobreza son pan de cada día para muchos compatriotas que sufren en la indiferencia, pero siguen luchando para encontrar una luz al final del túnel. Verónica fue durante su niñez parte de las estadísticas de la necesidad que abunda en Perú.
“Tuve una niñez donde me faltaron muchas cosas. Estábamos en el tema de la pobreza desde pequeñas”, asegura la emprendedora, sin embargo, da un pequeño espacio a lo que la motivó a seguir buscando un futuro mejor. “Somos cinco hermanas y no fue nada fácil, pero tenía esa fuerza de voluntad de querer salir adelante y ayudar a mis padres”, agrega.
Su infancia temprana transcurrió en el norte del país, en la calurosa región Tumbes, donde el mar y la sal, el bosque y los manglares forman parte de una sola ecuación y hacen del lugar un verdadero paraíso.
Como en muchas partes de nuestro rico Perú, allí los recursos abundan y la mayoría de los pobladores no son ajenos a las actividades extractivas que les permiten aprovechar los insumos naturales.
“Mi padre desde muy temprana edad me llevaba a la ‘larva’. Ir a la ‘larva’ quiere decir que se van al mar donde tienen una atarraya para agarrar a los camarones, y al mismo tiempo me llevaba al río donde pescábamos bastantes cosas frescas, pescado y también camarones de río [...] ese ir con mi papá al trabajo fue desde muy pequeña. Yo tenía 8 años”, recuerda Verónica con nostalgia.
Para nadie es un secreto que la pasión por alguna actividad debe cultivarse, es necesario estar en contacto con ella, apreciarla, vivirla y experimentar todo que lo que se le relacione. En tal sentido, el amor de Verónica por la cocina nació precisamente cerca de la materia prima que daba como resultado sabores variados, inmersa en una familia que ya se dedicaba a cocinar.
“Desde muy temprano entre mi padre, mi madre y mi abuela hacían todo lo relacionado al pescado, también sopas, aguadito, sopitas de casa; y mi abuela realmente preparaba como se dice acá cocina de calle, street food. Desde ahí nació mi deseo de hacer algo súper diferente aquí en Francia”, menciona.
La afición de Verónica por la cocina pasó con el tiempo a convertirse también en un trabajo que le ayudaba a seguir conociendo nuevas recetas y preparaciones. Sin salir de la esfera familiar, la emprendedora incursionó dentro del ámbito de los restaurantes y la interacción con el público, descubriendo un nuevo mundo que sentaría las bases para su exitoso futuro.
“Yo comencé a trabajar en el restaurante de mi tío que se encuentra en Tumbes, en el centro de la ciudad, ‘Sí señor’ se llama. Realmente eso me ayudó bastante a crecer, a conocer un poco más de servicio al cliente, dónde se hacen los verdaderos platos con productos de mar. Ahí poco a poco fui agarrando experiencia”, precisó.
Asimismo, vale mencionar que la fascinación de Verónica por Francia era algo que tenía desde muy pequeña y que solo fue aumentando conforme iba ganando conocimiento en el campo de la gastronomía, según explica en entrevista.
Con esto en mente, nuestra compatriota tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre: emigrar a Europa y empezar desde cero con tan solo 19 años. Su familia y el deseo de ayudarlos económicamente representaba un gran impulso para ella.
“Llegué a Francia con mucho sacrificio, fue mucho trabajo [...] el primer cambio que me impactó fue la lengua francesa, esa diferencia cultural. No fue fácil adaptarse sobre todo como mujer inmigrante”.
La emprendedora confiesa que al llegar no hablaba el idioma, por lo que una de las primeras tareas fue aprenderlo, sin embargo, esto complicó más el panorama para los estudios.
Pese a ello, Verónica asegura que se repetía a sí misma la importancia de no dejarse derrotar por las adversidades. Y aunque tuvo la oportunidad de trabajar en grandes cocinas, asegura que había muy pocas mujeres, algo que la sorprendió.
“En un mundo liderado por hombres fue difícil tratar de meterse y llegar adentro, hacerte respetar y salir adelante”. Agregó también que su acento, ese que todos reconocemos como el ‘acento norteño’ y que es muy común aquí en Perú, resultó otra situación inesperada para ella.
“Al principio tenía el acento súper fuerte, la gente me reconocía de frente, me decían ‘eres extranjera’, pero allí es donde la formación y los estudios te ayudan muchísimo, por eso siempre digo que los estudios te llevan lejos, sea de donde sea que vengas”, sostuvo.
Su estadía en Francia llevó a Verónica a cursar cuatro años de estudios en gastronomía francesa, a la cual pronto le agregaría el toque peruano que daría paso a krioya.
“Yo seguía trabajando para diferentes restaurantes franceses, trabajaba también en hacer creación de cartas, de cocina peruana, trabajé con chilenos, franceses, alemanes, japoneses y es ahí donde llegué a París, que me abrió las puertas de mi vida profesional”, menciona.
En este punto la vida nos recuerda que lo que se hereda no se hurta, ya que los años de niñez y juventud de la emprendedora en Perú nunca desaparecieron de su esencia pese a la influencia de la gran cocina francesa. El recuerdo de los días pescando en el río y haciendo ceviche con sabor nacional en Tumbes fueron determinantes para el gran paso que estaba a punto de dar.
“Un día buscaban a una persona que hiciera el ceviche, entonces yo dije bueno, probemos este ceviche, mi ceviche del norte, uno de mi creación; y entonces la persona que probó esto me dijo ‘sí, yo te quiero a ti’. Eran diez, pero dijo ‘yo te quiero a ti para que me formes un restaurante peruano’. Es allí donde creé el restaurante ‘Mancora’ en París y fui la principal chef”.
El reconocimiento merecido llegó nuestra compatriota cuando pudo representar a Perú para el Salón de la gastronomía del mundo en la Torre Eiffel con Promperú y la Embajada. Más adelante se dedicó a trabajar en eventos privados mostrando lo mejor de su buena razón.
No obstante, la idea de emprender estaba en la mente de Verónica. Su destreza en la cocina, ampliamente demostrada, y la garra que naturalmente le ponía a cada paso que daba le dieron el impulso necesario para sacar adelante su propio proyecto gastronómico, dando lugar al nacimiento de ‘Krioya’ en el año 2020, en la ciudad de Lyon.
En este espacio, que adopta parte del concepto de street food, se cocina cada día una fusión entre la comida peruana, un poco de la cocina japonesa y el toque francés que la chef conoce muy bien gracias a sus estudios y experiencia. Entusiasmada, la fundadora nos comparte cómo ha sido la recepción de los comensales y nos muestra en cámara lo lleno que lucía el restaurante pese a que rozaban las 10 de la noche la ciudad francesa.
“Fue buenísima [...] la mayoría de los visitantes 80% son franceses, el 20% son latinos y peruanos y les encanta [...] tenemos todos los platos típicos, anticuchos, tiradito, lomo saltado, papa rellena y algunas creaciones mías, como el ‘ceviche vegano’ que le llamamos acá, a base de legumbres, habas, choclito, limón, salsa huacatay para darle un toque así peruano y ají amarillo. Sale mucho para los franceses, ellos están muy acostumbrados a la cocina vegetal, es algo fusión pero está excelente”.
Verónica lleva muchos años radicando en Francia, hoy su segunda patria que la acogió y dónde ha formado una hermosa familia de tres pequeños y su esposo, quien destaca “siempre la acompaña en estas aventuras” y cada proyecto que tiene en mente.
Sin embargo, aunque podemos salir de país, la realidad es que país nunca sale de nosotros. Cada peruano en el extranjero lleva un corazón blanquirrojo y tiene una familia que lo espera en suelo nacional, acompañando a la distancia. “Mi familia está orgullosa y siempre está presente”, menciona la dueña de Krioya con una visible alegría.
Asimismo, agrega algunas de las cosas que más extraña del Perú, entre las que destaca la variedad de insumos que nuestro suelo produce y que muchas veces son difíciles de encontrar en otras partes del mundo.
“Extraño las calles, las personas, mis mercados llenos de fruta fresca, productos, olores que me llaman mucho. Aquí tenemos los productos peruanos, pero no es igual que encontrarlos en el mercado, donde vas y sientes esos olorcitos como por ejemplo el huacatay fresco, el choclito con su pelusa, la papa que recién sale con tierra, el camote de todos los colores, el maíz”, enumeró la empresaria entre risas.
Cabe mencionar que hasta el momento ‘Krioya’ no ha dejado de recibir reconocimientos, como el Premio de la Innovación hace un par de años por la mejor creación en Francia, donde nuestra compatriota participó y logró destacar siendo la única mujer en competencia; así como un reconocimiento de la guía de turismo francesa llamada Petit Futé.
También adelantó que estará presentado pronto su ‘ceviche vegano’ en un concurso para convertirse en el mejor plato de la Gran Concentración de Chefs en París, a donde ha sido invitada.
La vida para Verónica está llena de retos y proyectos y no ha dejado de experimentar con los sabores y recetas, asimismo, espera en el futuro masificar la venta del ceviche y llevarla incluso a los supermercados. Un importante paso para que el potencial de la comida y la sazón de manos peruanas se siga dando a conocer. “Hay que ser auténtico y ofrecer cosas diferentes”, señaló.
Antes de terminar y a miles de kilómetros de distancia, Verónica nos muestra orgullosa su restaurante, un espacio acogedor y moderno donde acaba de implementar una terraza para que los comensales puedan disfrutar de la vista en Lyon.
Ella sabe bien lo que significa la pobreza y la incertidumbre. No ha estado exenta de la dureza de la distancia, lejos de la familia y de afrontar dificultades sintiendo, tal vez, esa extraña soledad que produce no estar cerca de los tuyos. En tal sentido, para terminar nos confiesa con sinceridad que jamás imaginó llegar hasta esa parte del mundo, sin embargo, sabe pero que hoy vive su propio sueño y destaca la garra que tenemos los peruanos para lucharla hasta el final.
“Yo sé que el peruano y la peruana son trabajadores [...] hay algunos que llegan a Francia y piensan ‘no, me va mal, me regreso’. ¡Yo les digo que no! El futuro está bien en Perú, pero en Francia también hay puertas que se abren para las personas que tienen voluntad, optimismo, motivación, y hay que guardar siempre eso [...] venir acá es para salir adelante y no dejarse caer nunca, las cosas buenas pasan y llegan poco a poco con mucho trabajo”, aseguró la chef nacional, quien con una sonrisa en el rostro nos despedía desde su restaurante, uno que representa el sacrificio y las ganas de seguir llevando toda la tradición culinaria de Perú al mundo.