La ausencia de un sistema nacional de cuidados en el Perú castiga de manera muy fuerte a las mujeres, afectando entre otras cosas sus oportunidades para acceder a una educación calificada y a contar con un empleo. Ello es así porque en las familias persiste una división sexual del trabajo que supone que las mujeres deben ser las responsables de los cuidados.
La Encuesta Nacional del uso del tiempo (2010) mostró que, tanto en el área rural como en la urbana, las mujeres trabajaban semanalmente más que los hombres debido a que a la jornada de trabajo productivo se le suma las horas en las que realizan tareas de cuidados. El mencionado estudio concluyó que las mujeres peruanas trabajan semanalmente 9 horas con 15 minutos más que los hombres y que mientras los hombres dedican 15 horas con 54 minutos a actividades no remuneradas, las mujeres destinan 39 horas con 28 minutos, es decir 23 horas con 34 minutos más que los hombres. Si bien hablamos de una medición que tiene más de una década, las cosas no han cambiado significativamente.
Lo que sucede con la autonomía de las mujeres también es muy revelador. De acuerdo con el INEI, al año 2022 el 30,2% de las mujeres de 14 y más años no tienen ingresos propios, siendo esta proporción 2,3 veces más que los hombres (13,1%), situación que se agudiza para las mujeres de áreas rurales. La brecha más significativa se presenta en las mujeres del área rural donde el 40,8% de ellas no tienen ingresos propios, mientras que en el caso de los hombres solo el 13,0%.
La relación entre cuidados, oportunidades de empleo y autonomía es evidente. A más carga de cuidados sobre los hombros de las mujeres, menos posibilidades de empleo calificado y menos autonomía. Es además desesperanzador en un país con altas cifras de embarazo adolescente que condenan a las jóvenes a no continuar sus estudios y a la pobreza.
Ante una situación así es urgente contar con políticas que apunten a la desnaturalización y desfeminización de los cuidados, se necesita superar la tan arraigada noción de que el cuidado es una tarea que naturalmente les corresponde a las mujeres lo cual implica un importante cambio cultural, pero adicionalmente se debe otorgar valor económico a las diferentes tareas de cuidado y profesionalizarlo. Ello, además, traerá como resultado una mejora en las condiciones de las trabajadoras del hogar remuneradas
En esta línea, es necesario avanzar en un reconocimiento al derecho al cuidado tal como está ocurriendo en otros países de la región, ya sea por la vía legislativa o la judicial.
Es incomprensible que hasta la fecha el Congreso de la República no destine los esfuerzos necesarios para debatir el Proyecto de Ley 2735 que propone el reconocimiento del cuidado como un derecho, así como la creación de un sistema nacional de cuidados. Las brechas entre hombres y mujeres en el empleo y la autonomía requieren de una respuesta estatal que tome en consideración que todas y todos requerimos de cuidados, lo que incluye también a quienes cuidan. La tarea es urgente.