Lima, una ciudad llena de contradicciones, es un punto neurálgico del Perú en el que el caos de las avenidas y arterias contrasta con la solemnidad de los monumentos, casonas antiguas e iglesias. En medio de la vorágine de la capital, las personas de la tercera edad evocan el pasado con nastalgia y algunos se aventuran a decir que “todo tiempo pasado fue mejor”. Esta idea es cuestionada por las generaciones más jóvenes quienes, influenciados por la tecnología, los ‘modernos’ servicios de transporte y las imponentes construcciones, tienden a pasar por alto aspectos negativos de la ciudad, como el tráfico vehicular, la inseguridad ciudadana y los persistentes problemas sociales.
El bienestar percibido por los jóvenes mientras se trasladan de un lugar a otro es efímero, ya que al descender del tren de la Línea 1 del Metro de Lima o de un bus del Metropolitano, se enfrentan a una realidad caótica que no pueden eludir. A pesar de ello, un sector de la población juvenil persiste en su convicción de que el pasado no necesariamente fue mejor. Por otro lado, los ancianos continúan evocando tiempos pasados, idealizando una época que no regresará.
Ahora bien, decir que “todo tiempo pasado fue mejor” no implica que la vida de hace algunas décadas atrás estuviera exenta de defectos o falencias. Como toda urbe, enfrentaba sus dilemas. Por ejemplo, el tranvía eléctrico, operativo desde 1904 hasta 1965, no siempre fue eficiente cuando en Lima vivían menos de 1 millón de ciudadanos. Cabe señalar que en 1940, la población era de aproximadamente 849 mil habitantes.
Por otro lado, en las primeras décadas del siglo XX, las calles de la ‘Ciudad de los Reyes’ estaban plagadas de miles de mendigos. Además, existían trabajadores sometidos a condiciones laborales deplorables. En el libro “Sociología de Lima”, de Joaquín Capelo, se describe que las costureras recibían “un salario mísero de 12 a 13 soles mensuales”. El autor también hace referencia a las duras condiciones en las haciendas, donde los trabajadores afrodescendientes eran explotados sin consideración alguna por su bienestar.
“Al hacendado, por otra parte, no le importa si ese hombre comerá o no, si tendrá o no habitación donde dormir”, escribió el investigador en su libro.
Estos son solo algunos ejemplos de las dificultades de aquella época, lo cual permite afirmar que el pasado no fue necesariamente mejor. Sin embargo, aún existen personas que añoran aspectos positivos y costumbres de aquellos tiempos.
Con el transcurso de los años, Lima experimentó una transformación, en gran parte debido a la migración de la década del 50. En aquel entonces, muchos peruanos dejaron sus regiones en busca de mejores oportunidades en la capital. A pesar de encontrarse con una realidad adversa al llegar a la capital, no se desanimaron ni optaron por regresar a sus lugares de origen, sino que decidieron luchar por sus sueños a pesar de carecer de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas.
Las dificultades y las penurias que atravesaron los peruanos en la capital fue retratada por los escritores Enrique Congrains y Julio Ramón Ribeyro. El primero describió a Lima como “la bestia con un millón de cabezas”, refiriéndose a la cantidad de habitantes que tenía la ciudad en 1954. Por otro lado, Ribeyro, en su cuento “Los gallinazos sin plumas”, escribió que la urbe “abría ante ellos su gigantesca mandíbula”, una metáfora que sugiere cómo los sueños de los migrantes podrían ser devorados por una ‘bestia’.
El fenómeno social de la migración trajo consigo una serie de problemas, pero a la vez oportunidades. La pobreza se asentó en la capital y las condiciones precarias de trabajo se agravaron, dejando insatisfechas las necesidades básicas de miles de peruanos. Con la llegada de personas del campo a la ciudad, la población aumentó considerablemente. Según el INEI, en 1961 habían 2,093,435 de habitantes en Lima.
¿Cómo era la capital antes de la migración de la década del 50?
Antes de la migración de la década del 50, Lima era una ciudad donde la tranquilidad prevalecía durante muchas horas en un día particular, y los transeúntes no se mostraban apurados cuando caminaban por las veredas que colindaban con las avenidas y arterias.
En las primeras décadas del siglo XX, los monumentos, iglesias y casonas antiguas no lucían muy deteriorados. El tiempo pasaba y estas construcciones seguían en pie, ya que las autoridades emprendían trabajos de restauración para proteger el patrimoniom cultural. Respecto al comportamiento de los ciudadanos, algunos abuelos suelen afirmar que antes habían más peruanos educados. Precisamente son ellos quienes se esfuerzan por no dejar que desaparezcan las buenas costumbres, creando un vínculo entre el pasado y el presente de Lima, una ciudad en constante movimiento y cambio.
A propósito del cambio experimentado por la ciudad, es menester mostrar cómo era la capital antes de la migración de la década del 50. Para ello, recurriremos a las imágenes compartidas por Michael Rogge a través de su canal de YouTube.
En el video, se observan peruanos transitando con tranquilidad por las principales calles de Lima. La serenidad del panorama se interrumpe con la aparición de un tranvía eléctrico repleto de pasajeros, situado frente al Palacio de Gobierno, edificación que conserva el color característico de sus muros. En otra calle de la ciudad se observan personas haciendo largas colas para subir a una unidad de transporte.
Otra parte del material audiovisual muestra la plaza San Martín, donde aparece un niño acercándose a la cámara, mientras que otro está sentado en una baranda. Los menores visten zapatos negros, pantalones de tela, camisa y tirantes, un atuendo típico de la época.
A lo largo de las calles también se ve a la mayoría de mujeres portando vestidos de colores; pocas usan pantalones. Ningún transeúnte lleva puesto un jean. En cuanto a la publicidad, en un jirón se observan diversos carteles publicitarios, entre los que se destaca el de Coca Cola, una marca que competía con Inca Kola y nunca llegó a superarla.
Los centros de esparcimiento también son visibles en el clip. Por ejemplo, las playas de Chorrillos no se ven abarrotadas y los acantilados aún no lucían tan pronunciados. En otro distrito, específicamente en Santiago de Surco, se observan caballeros vestidos con trajes elegantes disfrutando de una carrera de caballos en el Hipódromo de Monterrico.
En lo que respecta al comercio ambulatorio, en las imágenes solo se ve a unas pocas mujeres vendiendo pan en la vereda de un jirón. Este panorama cambió tras la llegada de los migrantes, ya que compatriotas de diferentes edades salieron a las calles a vender productos debido a la dificultad para encontrar un trabajo digno o porque, si tenían uno, este era mal remunerado y en condiciones deplorables.
A continuación, presentamos las imágenes de la Lima de antaño, con el objetivo de que las nuevas generaciones conozcan cómo era la capital. Más de uno podría sentir nostalgia, especialmente los ancianos, personas que poseen historias dignas de ser contadas.