Al hablar de los incas, se despiertan en nosotros diversos sentimientos que, a menudo, dificultan emitir un juicio de valor con argumentos sólidos. No es fácil mantener la compostura al referirnos a un periodo de la historia marcado por injusticias y un derramamiento de sangre a consecuencia de la guerra civil incaica, una lucha armada entre Atahualpa y los partidarios de Huáscar.
En Perú, es común que el tema de los incas genere un sentimiento de orgullo. Desde pequeños, nos enseñan sus nombres en el colegio, preparándonos para responder en exámenes de historia preguntas como los nombres de los conquistadores españoles, cuántos suyos había en el Tahuantinsuyo, cuánto se pagó por el rescate de Atahualpa, o qué hizo el inca cuando el fray Vicente de Valverde le entregó la Biblia. Sin embargo, estas interrogantes no nos ayudan a tener una visión completa de lo que sucedió durante la conquista española.
Algunos ciudadanos pueden sentir aversión hacia esta metodología de enseñanza de la historia, así como hacia los conquistadores españoles que se apoderaron del oro del imperio del Tahuantinsuyo. Este metal, abundante en el territorio inca, captó la atención de los españoles hacia finales del siglo XV.
Más allá de los sentimientos de odio y orgullo, el periodo del Tahuantinsuyo es una etapa de nuestra historia ampliamente investigada y que continúa atrayendo la atención de nuevos lectores. A menudo, estos se sorprenden al descubrir que el Imperio inca ocupó un vasto territorio en América del Sur, abarcando lo que hoy conocemos como Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Argentina y Chile. Los pobladores de este continente poseían grandes cantidades de oro, crearon impresionantes obras de arquitectura como Sacsayhuamán y Koricancha, y presenciaron la rivalidad entre Huáscar y Atahualpa.
Este antagonismo desencadenó una guerra civil que cubrió de sangre el imperio. La confrontación entre Huáscar y Atahualpa, hijos del Inca Huayna Cápac, comenzó por disputas sucesorias tras su muerte, que algunos historiadores sitúan en 1524 y otros en 1527.
Como es sabido, el Imperio inca se gobernaba eficientemente desde Cusco, sede del poder imperial. Sin embargo, la estancia prolongada de Huayna Cápac en el norte del imperio y la creciente importancia de regiones como Quito introdujeron tensiones dinásticas y territoriales. Frente a esto, el inca dividió el Tahuantinsuyo entre sus dos hijos: Huáscar recibió el sur, con Cusco como núcleo central, mientras que Atahualpa fue asignado al norte, teniendo a Quito como capital.
Esta división generó descontento y desencadenó un escenario de confrontación por el control íntegro del imperio. Huáscar, creyendo tener derecho total al trono, rechazó la decisión de su padre y exigió la lealtad de Atahualpa junto con las provincias norteñas. Sin embargo, su medio hermano defendió su legado y su derecho a gobernar las tierras heredadas de su progenitor.
Así se originó la guerra civil alrededor de 1528, justamente cuando los españoles ponían su mira en los territorios de América del Sur. Pocos años después de la guerra interna inca, Francisco Pizarro inició su tercera y última expedición en 1531, llegando a las tierras que hoy conocemos como Perú.
Los españoles encontraron un contexto ideal para subyugar a los incas y lograr su objetivo de apoderarse de las riquezas, similar a lo realizado años atrás en otras regiones de América, como la conquista del Imperio azteca por Hernán Cortés y la exploración de lo que hoy es Florida por Juan Ponce de León, quien buscó la Fuente de la Juventud. Estas expediciones reflejaban el espíritu de guerra y conquista arraigado desde las Cruzadas medievales.
La rivalidad entre Huáscar y Atahualpa fue un factor que jugó a favor de los españoles, permitiéndonos plantear ucronías sobre el posible curso alternativo de la historia si los incas hubieran derrotado a los españoles en Cajamarca. Más allá de la especulación, es claro que la disputa entre los hermanos facilitó la caída del imperio incaico.
Ahora bien, se ha analizado detalladamente la captura de Atahualpa y el saqueo del imperio del Tahuantinsuyo, sin embargo, se ha explorado poco sobre las dificultades que los españoles enfrentaron antes y después de estos sucesos. Durante su recorrido por territorios desafiantes, los conquistadores aprovecharon los caminos prehispánicos, conocidos como el Qhapaq Ñan, una extensa red de rutas que cruzaba el imperio inca. Sin estas vías, los conquistadores y sus fuerzas no habrían logrado alcanzar lugares antes inimaginables en su búsqueda de riquezas, en especial oro y plata. Esta limitación habría incrementado los problemas relacionados con la escasez de alimentos que enfrentaron durante sus expediciones.
Las peripecias de los españoles antes de la captura de Atahualpa
Francisco Pizarro y su ejército, que desembarcaron en la costa de Tumbes en 1532, no encontraron mayores dificultades para desplazarse por los territorios del Imperio inca, lo que hoy conocemos como Perú. Sin embargo, enfrentaron arduas penurias en lo que respecta a su alimentación.
En la primera expedición de Francisco Pizarro, llevada a cabo el 14 de noviembre de 1524, el conquistador y más de 100 hombres partieron de Panamá con el objetivo de explorar nuevas tierras. Durante la travesía, muchos hombres perecieron de hambre.
En el libro “La cocina en el Virreinato del Perú”, de Rosario Olivas Weston, se aborda el tema de la alimentación de los españoles y las penurias que pasaron. La autora citó a Diego Silva para dar a conocer que algunos hombres aventureros se murieron de hambre y que solo comieron hierbas desconocidas, ya que no hallaron otra comida en el territorio explorado.
“Francisco de Jerez ([1534] 1968: 196) nos informa que cuando el grupo llegó al ‘Puerto de la Hambre’ habían transcurrido 60 dias. Alli fue donde el capitán Francisco Pizarro decidió permanecer con los 80 hombres que les quedaban vivos”, se lee en el libro de la investigadora.
El panorama no cambió durante la segunda expedición. “Dos años más tarde, en 1526, Pizarro emprendió una segunda expedición. Esta vez llevaba en dos navíos más gente y bastimentos, aunque el grupo también sufrió muchas desventuras: la mayor parte de los hombres fallecieron de hambre”, señaló Olivas Weston.
La situación mejoró en la tercera expedición. Días después de partir de Panamá el 20 de enero de 1531 en tres navíos, los españoles se toparon con montañas pronunciadas, un clima tropical y alimentos. Sobre este punto, Olivas Weston citó a Trujillo para señalar que los hombres “avanzaron hasta Cancebí, donde hallaron mucha cerámica y redes de pescar, así como maizales que todavía no estaban maduros; aun así se los comieron por la gran falta que tenían de alimento”.
En el año siguiente, los foráneos desembarcaron en la costa de Tumbes y posteriormente avanzaron hacia los Andes de Perú en busca de oro. Su objetivo era capturar al último soberano del Imperio inca. Lo lograron al llegar a Cajamarca en 1532. Antes de retenerlo y encerrarlo, el inca arrojó una Biblia al suelo pero no mostró signos de rebeldía. Las personas que lo acompañaban tampoco pusieron resistencia, ya que no eran combatientes y, por lo tanto, no podían defenderse del fuego español.
Tras este enfrentamiento, Atahualpa permaneció encerrado más de 8 meses hasta el día de su ejecución, el 26 de julio de 1533. Durante este periodo, el inca ofreció llenar la habitación donde estaba detenido con objetos de oro. Los nativos fueron los encargados de traer dichos objetos preciados, algunos de los cuales eran gradualmente retirados por los españoles para prolongar el llenado del cuarto.
Las peripecias de los españoles después de la captura de Atahualpa
Después de la captura de Atahualpa, los hombres de Francisco Pizarro se trasladaron a distintos puntos del imperio del Tahuantinsuyo en busca de oro. Se realizaron dos expediciones con el fin de llegar al templo de Pachacámac y al Cusco. La autora del libro “La cocina en el Virreinato del Perú” citó a Miguel de Estete para señalar que los nativos de los pueblos les daban a los españoles comida, chicha y todo lo que fuera necesario para el viaje.
Hernando Pizarro, a través de una dirigida a la Audiencia de Santo Domingo, sostuvo que “en todos estos pueblos (de la sierra) nos hicieron muy grandes fiestas de danzas y bailes”. Según Estete, esto no hubiera sido posible si es que los españoles no hubieran estado acompañados de Huayna Cápac y Calcuchímac; este último fue uno de los hombres más cercanos del inca más poderoso en ese entonces.
“Francisco Pizarro y sus compañeros tuvieron muy buenos aliados entre los caciques de todos aquellos grupos que eran enemigos de Atahualpa. Por ejemplo, apenas los caciques Mango Cusichac y don Diego Iñaupari de Atunxauxa se enteraron de que los españoles habían ejecutado al inca Atahualpa, entraron a Cajamarca llevando de ‘socorro’ al capitán español la cantidad de 271 indios cargados de maíz, papas, quinua, 301 pesos de oro, 301 pesos de plata, 20 llamas, 40 piezas finas de ropa, 20 pares de ojotas o sandalias, 2 frazadas para pizarro y 70 indios para su servicio y el de sus soldados (Espinoza 1972: 278-279)”, escribió Olivas Weston.
Los españoles también tuvieron alimentos en la expedición hacia Cusco. La investigadora indicó que los extranjeros “recibieron para su alimentación grandes cantidades de maíz, papas, quinua , llamas, alpacas, pescado, perdices y azua o chicha. Asimismo, les entregaron indias e indios para su servicio, estos debían traerles leña y hierba para los caballos, y transportar sus cargas”.
No todo fue favorable para los foráneos, quienes tenían rivales. Se trataba de las tropas leales al inca que fue capturado. Precisamente, ellos tenían la intención de matarlos en una emboscada que habían preparado en Tarma. Debido a que sabían que los cristiasnos tenían que conseguir alimentos, los nativos quemaron una parte de Jauja y otras poblaciones.
Olivas Weston citó a Cobo en su libro para mencionar que “el cerdo, la gallina y el maíz fueron los principales alimentos que los españoles portaban consigo durante sus expediciones en la región andina”. Cuando se terminaban las provisiones, los cristianos no tenían otra opción que comer lo que había en el terreno.
Según Cobo, autor citado por la autora de “La cocina en el Virreinato del Perú”, los españoles “algunas veces tuvieron que comer los perros peruanos”. “Es tradición que sus aliados huancas los consumieron y los ofrendaban a su Dios. Otras veces, cuando estaban constreñidos de hambre, los caballos se convirtieron en el más valioso recurso”, agregó.
Las dificultades enfrentadas por los conquistadores nos hacen reflexionar sobre las oportunidades que tenían los incas de prevalecer, si todo el imperio hubiera estado unido. Esta unidad no se logró debido a la disputa entre Huáscar y Atahualpa.
Años después del asesinato de Atahualpa, quien murió bautizado y mediante garrote vil ante la sorprendida mirada de nativos y europeos, otros aventureros también encontraron problemas en sus expediciones.
“Hubo ocasiones en las cuales el hambre llegó a extremos, como sucedió en la expedición de Gonzalo Pizarro y de Francisco de Orellana que llevaría a este a descubrir en 1542 el río Amazonas y su desembocadura en el océano Atlántico. Gonzalo Pizarro había llevado 5.000 cerdos además de ‘carneros y ovejas’ (llamas) y la expedición estaba compuesta de 240 hombres. Hasta que Orellana se separó con un grupo de hombres, la expedición había pasado 27 días manteniéndose a base de las hojas de los árboles, hierbas, las sillas de los caballos y los arcones cocidos y tostados en la lumbre”, escribió la autora, quien citó a Herrera y Tordesillas para facilitar a sus lectores estos datos.
Este último autor indicó que “el hambre los llevó a comerse muchos caballos” y que “cruzando la cordillera, más de sesenta hombres murieron congelados”.
Finalmente, es importante destacar que Francisco Pizarro, sacando provecho de las divisiones internas en el Imperio inca, agravadas por la guerra civil entre Atahualpa y su hermano Huáscar, capturó a Atahualpa durante la masacre de Cajamarca el 16 de noviembre de 1532. Este evento marcó un punto de inflexión en la conquista del Imperio Inca, llevando eventualmente a su caída ante los españoles. ¿Qué hubiera ocurrido si todos los pobladores del Imperio incaico hubieran estado unidos? Es probable que los incas hubieran derrotado a los españoles, ya que poseían varias ventajas.