La caída del imperio incaico fue uno de los momentos más críticos de la historia del Perú, ya que representó el fin de una era y el inicio de un largo periodo marcado por la opresión, cambios culturales, sincretismo, y mucha confusión y dolor para los antiguos habitantes del país. Un viaje sin retorno que nos trae hasta la actualidad, donde cientos de expertos siguen desentrañando los eventos que marcaron a toda una civilización.
Curiosamente, uno de ellos fue la llegada de algunas enfermedades que arribaron al Perú mucho antes que sus portadores. Posiblemente la más letal y conocida es la viruela, infección vírica que se transmite por contacto directo con la persona infectada o a través del aire exhalado por el paciente.
Y aunque hoy en día ya no representa una sentencia de muerte, durante mucho tiempo constituyó un verdadero castigo divino y se convirtió en el aliado silencioso de la conquista del Perú y su posterior caída.
Barcos cargados de sueños y peste
Para hablar acerca de esta enfermedad como una de las causantes del declive de la civilización inca es necesario repasar el arribo de Cristóbal Colón al continente americano.
Corría el año 1492 y el español llegaba a bordo de tres carabelas cargadas de las ambiciones y esperanzas de la corona, pero también traían consigo, entre otras cosas, enfermedades como la gripe, el sarampión y la temida viruela, que más tarde ocasionó un colapso demográfico en las poblaciones indígenas.
Otro hito importante a recordar fue la conquista de México a manos de Hernán Cortés, quien desembarcó en las costas de Cozumel en Ferrero hacia 1519. En su trayecto se encontró una civilización compleja y muy bien organizada. Tras la muerte de Moctezuma, le sucedió Cuitláhuac, quien falleció, por supuesto, a causa de la viruela. El resto es historia, ya que el gran imperio se vino abajo quedando subyugado por España.
En Perú ocurrió algo similar: un grupo de extranjeros exportados desde la madre patria, con grandes ambiciones de poder y riquezas pusieron sus ojos en un imperio que no solo tenía poderío militar, sino que había logrado expandirse y mantener un orden por muchos años, y lograron desbaratarlo con tan pocos recursos que hasta hoy parece una locura.
No obstante, hay un factor común en todo esto. Según muchos especialistas, es la falta de inmunidad que todos estos pueblos tenían frente a enfermedades como la viruela lo que marcó su decadencia.
Vale mencionar que según un artículo de la revista Sinc, Ciencia contada en español, muchos de los colonizadores ya habían sufrido la enfermedad en su infancia por lo que contaban con una inmunidad natural protectora frente a la ‘virginidad inmunológica’ de los naturales.
Esto generó que en menos de un siglo millones de indígenas desaparecieran del mapa. Para Agustín Muñoz Sanz, médico del Hospital Infanta Cristina de Badajoz, para la mencionada revista, la enfermedad mató a mucha más gente que las armas y en veinte años siguientes a la llegada de Colón, el 90% de la población caribe y arawak murió sin que nadie pudiera hacer nada al respecto.
La epidemia que mermó un imperio
Según los relatos de los cronistas, en Perú ya se tenía noticias de que un grupo de ‘hombres blancos con barbas’ y barcos habían sido vistos en las costas del norte. Aunque no se había tenido contacto directo con ellos, la presencia de extranjeros ya era de conocimiento y el intercambio comercial entre centroamérica y el mundo andino es ampliamente conocido. Es posible que las enfermedades se hayan propagado hacia el sur lentamente hasta llegar a territorio peruano.
Por aquellos días Huayna Cápac se encontraba al mando, fue el antepenúltimo Inca y su gobierno estuvo caracterizado por una importante reestructuración. El imperio alcanzó estabilidad demográfica, pero poco pudo hacer contra el apocalipsis que se avecinaba.
Según algunas investigaciones, al menos diez años antes de la llegada de los españoles a Perú, se desató una epidemia mientras el inca se encontraba en Quito tras la conquista del norte. Los cronistas difieren en algunos puntos, sin embargo, un factor común es que efectivamente hubo una enorme cantidad de muertos por una ‘enfermedad nunca antes vista’.
Pedro Cieza de León relata textualmente que “vino una gran pestilencia de Viruelas [ ... ] murieron más de doscientas mil almas murieron en todas las comarcas”. Aparentemente, no hubo lugar que se salvara de la epidemia. Pedro Pizarro asegura algo parecido indicando que una “enfermedad de viruelas” mató a muchos indios. Un texto más precisa que el inca se enteró de la muerte de sus gobernadores, su tío, hermano, hermana y muchos otros parientes que sucumbieron ante la pestilencia.
Lo cierto es que pronto el sapa inca, hijo del sol, también desarrolló la enfermedad y murió de esta. Su cuerpo, que recibió el embalsamamiento y los honores relativos a su nobleza fue trasladado al Cusco, posiblemente diseminando más el virus.
¿Por qué se dice que provocó la caída?
Hoy en día tenemos registro y temor de las guerras biológicas y el uso de enfermedades para tener ventaja en el campo de batalla. Esta no fue la intención principal de los conquistadores a su llegada al nuevo continente, sin embargo, tuvo un efecto similar.
Conforme a la revista SINC y las declaraciones de Agustín Muñoz Sanz, “este fenómeno representa un excelente y dramático ejemplo de lo que hoy se llama patología del viajero y del inmigrante. Las enfermedades infecciosas fueron un aspecto más, sin duda muy importante, del intercambio de personas, bienes y microbios entre dos zonas del planeta separadas durante milenios”.
Se cree que entre el 30 % y el 50 % de la población andina pereció ante la viruela, conforme al libro “El impacto de las enfermedades en el mundo andino del siglo XVI”, de Noble David Cook, que asegura que gracias a esto la conquista de Pizarro fue “relativamente una victoria fácil”.
Asimismo, vale mencionar que la enfermedad, ampliamente identificada como viruela, pero que conforme a algunos estudios también pudo haber sido gripe, sarampión o un conjunto de las tres, puso en serios aprietos al imperio. Esto se vio agravado por la guerra civil que socavó sus debilitadas bases.
Finalmente, para muchos la muerte de Huayna Capac ―a causa de la viruela― fue el verdadero inicio de la caída del Tahuantinsuyo.
Es improbable que Francisco Pizarro y sus 200 hombres hubiesen podido hacer algo frente a un reino guerrero y bien organizado, de no haber tenido un poco de suerte en el ámbito político y una mano amiga en forma de viruela, gripe y sarampión.
El terror provocado por la enfermedad
Queda entonces una última pregunta: ¿cómo entender el impacto que tuvo en la población la aparición de una enfermedad desconocida? La reseña histórica de Uriel García Cáceres llamada ‘La implantación de la viruela en los Andes, la historia de un holocausto’, describe muy bien la sensación que se tenía en el imperio ante la imposibilidad de hacerle frente a un enemigo invisible.
“El terror deletéreo provocado por la aparición súbita de estas mortales enfermedades poco antes, durante e inmediatamente después de la invasión, hicieron imposible la reacción nativa en contra de los extranjeros intrusos. Especialmente la viruela, con su horripilante brote cutáneo, causó una espantosa sensación de impotencia y desesperación”.
No había dios, oráculo o ritual que curara la calamidad pestilente que había tomado a los nativos con la guardia baja y era toda una sorpresa para su sistema inmune, que al no tener cómo defenderse de la novedad no libró a los nativos de adquirir las formas más graves de la enfermedad sin distinguir sexo o edad.
Es importante recordar que la viruela se caracteriza por sus visibles efectos en el cuerpo. A nivel estético esto causa llagas y deformaciones a veces irreversibles, lo que debió agravar el terror.
En conclusión, queda claro que las enfermedades facilitaron el ingreso a los conquistadores y evitaron la voraz resistencia que los pueblos pudieron haber puesto de ser otra la situación. Golpeados por la guerra, el miedo y la crisis política, los incas cayeron oprimidos, abrazando poco a poco las costumbres del viejo mundo, mezclando sus formas de vida y dejando atrás un milenario legado.