Al cruzar el río Rímac, también conocido como el ‘río hablador’, ingresamos a un terreno que fue explorado tanto por conquistadores como por autoridades de órdenes religiosas, incluyendo los dominicos y franciscanos, durante el siglo XVI. A medida que avanzamos por este espacio, se nos revela la historia impregnada en las construcciones ubicadas junto a calles que en algún momento fueron transitadas por aventureros españoles. Ellos tenían un propósito definido: crear un centro neurálgico de control y administración para la naciente colonia, una acción que facilitaría la expansión y consolidación del dominio español en América del Sur.
Los transeúntes que llegan a Lima desde distintos puntos del Perú y del mundo también podrían calificarse como aventureros, ya que recorren las calles y jirones del centro histórico de Lima con el fin de conocer y apreciar las casonas e iglesias. No tienen intenciones hostiles, a diferencia de los conquistadores; su único propósito es admirar los monumentos históricos y perpetuar su visita mediante fotografías.
Si bien no hay punto de comparación entre un peruano o ciudadano extranjero y un español del siglo XVI en cuanto a sus objetivos, es probable que a todos ellos los una la religiosidad reflejada en los conventos e iglesias de Lima. Es inevitable encontrarnos con estas edificaciones, cuyas paredes protegen reliquias y objetos preciados que trascienden en el tiempo y esperan pacientemente la llegada de los visitantes.
Es probable que la mayoría de los creyentes tengan interés en visitar los centros de cultos en un día laboral, pero esta intención a menudo no se materializa debido a que los peruanos pasan gran parte del día trabajando, a lo que se suma las horas perdidas en el transporte público.
Sabiendo que los conventos e iglesias son difíciles de visitar durante días laborales, muchas personas eligen asistir en fines de semana, cuando es común ver a familias recorriendo las calles de Lima y otros lugares del Perú. Antes de salir de casa, los integrantes de cada hogar suelen estar entusiasmados, pues dentro de unas horas compartirán gratos momentos con sus seres queridos.
Alguien podría preguntar: “¿Dónde iremos?”. Esta interrogante daría pie a comentar sobre el lugar que tendrá gran afluencia de público. Si el destino es una iglesia, la información que se compartiría en el seno de una familia giraría en torno a su historia, aunque sin mucha profundidad. Es por eso que a continuación presentaremos la historia de uno de los conventos más antiguos de Lima, en cuyas instalaciones reposan los restos de dos santos muy venerados por los peruanos.
Historia del Convento de Santo Domingo
Las coordenadas geográficas indican que el Convento de Santo Domingo se ubica en jirón Camaná 170, Cercado de Lima, un punto estratégico de la ciudad que permite admirar en todo su esplendor una construcción que, si bien no conserva los materiales originales del siglo XVI, mantiene su diseño inicial de esa época. Desde la Vía de Evitamiento no es posible visualizar el convento ni la iglesia en su totalidad, pero sí su imponente campanario, considerado el más alto de Lima.
Ahora bien, los artífices del Convento de Santo Domingo fueron los frailes dominicos, quienes llegaron a Lima junto a los españoles en 1535 con el propósito de fundar la ciudad. Poco tiempo después de la fundación del complejo religioso y cultural, comenzaron los trabajos de construcción que se extendieron durante 50 años.
A finales del siglo XVI, se concluyó la obra, permitiendo así que los dominicos empezaran el proceso de evangelización de los pueblos indígenas, quienes poco a poco abandonaron prácticas que formaban parte de su cosmovisión, como la adoración a Inti o a Mama Quilla. La labor de los religiosos no se limitó únicamente a impartir educación a estas personas; su misión fue más allá, por ejemplo, brindando formación a los futuros líderes del país.
Con el paso de los años, el convento ha sido objeto de numerosas remodelaciones, incluso se efectuaron construcciones en varios ambientes. Esto se debió en parte a que en 1678 un terremoto causó pérdidas humanas y materiales, dañando gran parte del convento y destruyendo la iglesia. En 1746, otro fuerte sismo exigió nuevas reconstrucciones en varios ambientes, como cambios en la distribución de los claustros del convento.
Dentro del lugar sagrado ocurrieron acontecimientos importantes que no necesariamente fueron religiosos. En 1551, se fundó la Universidad de Lima, conocida en la actualidad como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), y se decidió que los ambientes de la sala capitular del convento sirvieran para impartir clases.
Durante 20 años, esta universidad funcionó dentro del Convento de Santo Domingo. En cuanto a los cursos que se enseñaron y la finalidad de esta casa de estudios, la UNMSM ha informado en su portal web lo siguiente: “La creación de los Estudios Generales o Universidad de Lima respondió al objetivo de mantener y garantizar el orden colonial, y para fomentar el conocimiento. De allí la preocupación de la Iglesia y la Corona española por su funcionamiento, pues de ello dependía la formación de nuevos dirigentes para la administración colonial y para el clero católico”.
La actividad cultural en el centro de culto se manifiesta en la presencia de aproximadamente 25 mil libros, cuyas temáticas abarcan la religión, historia, ciencia, filosofía, entre otros tópicos relevantes durante el Virreinato. Entre las joyas que alberga su biblioteca se destaca una edición de “M. TVLLII Ciceronis Opera”, el libro más antiguo (1555).
En diálogo con TV Perú, el director del museo del convento, fray Luis Enrique Ramírez, resaltó los ejemplares que considera valiosos. “Creo que las joyas más grandes que tenemos son las crónicas del padre Meléndez que se titulan ‘Tesoros verdaderos de las yndias’; en tres tomos relatan la experiencia de los primeros hermanos en estas tierras. Tenemos, pues, los textos de Santo Tomás de Aquino, los libros de San Alberto Magno, entre otras obras que realmente terminan siendo joyas para nosotros”, sostuvo el religioso.
Otro de los objetos que podría llamar la atención de sus visitantes es la pileta ubicada en el primer claustro del convento, la cual es considerada como la segunda más antigua de Lima. Asimismo, en esta locación se compuso una canción emblemática del Perú.
“José Bernardo Alzedo, hermano dominico, compuso la música de nuestro himno nacional en este mismo lugar, en 1821. Se le representa (en un cuadro) como un homenaje a él”, dijo Patricia Montoya, guía del museo del Convento de Santo Domingo.
Habiendo resaltado aspectos importantes de su historia, así como los objetos valiosos que alberga, es oportuno mencionar a los santos que realizaron una labor filantrópica en sus instalaciones. Se trata de Juan Martín de Porres Velázquez e Isabel Flores de Oliva, quienes con el paso de los años fueron conocidos como San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, respectivamente.
Restos de dos santos reposan en el convento
En el Convento de Santo Domingo, situado en el corazón de Lima, dos figuras esenciales de la santidad peruana, Juan Martín de Porres Velázquez e Isabel Flores de Oliva, hallaron un lugar para su crecimiento espiritual y la dedicación al prójimo. Santa Rosa de Lima, reconocida como la primera santa de América, se unió al convento en calidad de terciaria dominica, dedicándose a una vida de oración y penitencia, y al cuidado de enfermos y personas en necesidad.
Por otra parte, San Martín de Porres, destacado por su humildad y servicio, ingresó inicialmente al convento como donado, para luego ser aceptado como hermano lego. Su labor como enfermero y su dedicación a los más desfavorecidos marcaron su paso por este lugar emblemático. Ambos santos profundizaron en su fe y cumplieron su vocación de ayuda al prójimo, dejando un legado de amor y devoción.
Tras su fallecimiento, los restos de los peruanos fueron enterrados en el convento y, con el tiempo, se construyeron capillas en su honor, que son visitadas por peruanos y extranjeros. Las imágenes veneradas en estos lugares fueron traídas de Barcelona, España, a principios del siglo XX.
Los restos de Santa Rosa de Lima, patrona de Filipinas, se conservan en una cripta subterránea del convento. Fray Enrique Ramírez proporcionó detalles adicionales a TVPerú sobre el sepulcro donde yacen los restos de la mujer que se convirtió en un símbolo de fe y bondad. “En este punto están inhumados tanto frailes como los terciarios. Santa Rosa de Lima no es una excepción; en su calidad de terciaria, tenía el derecho a ser sepultada junto a nosotros. Por tanto, este lugar se ha convertido en un sepulcro cerrado dedicado a la más ilustre entre nosotros, nuestra hermana Santa Rosa de Lima”, explicó.
En una parte de la cripta de Santa Rosa de Lima se puede leer: “Hago donación de mi cuerpo a mis hermanos dominicos”. Su osamenta, resguardada en este recinto histórico, atrae a fieles y visitantes de todo el mundo que desean conectar con su legado de fe y sacrificio.
Para San Martín de Porres también se construyó una capilla, donde se puede ver su cráneo. Este espacio conmemora su vida, marcada por actos de caridad y ayuda a los necesitados, tanto dentro como fuera del convento. Su fundación de un orfanato y un hospital, así como su práctica de compartir todo lo que tenía, le ganaron el amor y la admiración de muchos.
El fray también se refirió a San Martín de Porres: “Cuando él muere, Diego de Ojeda, un gran benefactor suyo, termina utilizando su fortuna para convertir esta enfermería en una capilla para que Martín fuera enterrado aquí. La cosa más valiosa que tenemos es la tumba que fue elevada a nivel del piso en 1962 luego de que se exhumara el cuerpo para la ceremonia de canonización de nuestro hermano (...)”.
Es pertinente destacar la torre del Convento de Santo Domingo permitía una clara visibilidad hacia el mar. Durante la época virreinal, los españoles podían observar la llegada de los barcos al puerto del Callao desde esta torre y, de esta manera, estaban en capacidad de detectar a posibles piratas. Actualmente, la torre tiene una altura de 46 metros, cuenta con 135 escalones y aloja nueve campanas. En la parte superior, se encuentra San Miguel Arcángel, el patrono y protector de la orden.
Cabe mencionar que, dentro del campanario —considerado el más alto de Lima—, hay una campana que suena mediante un mecanismo eléctrico. A las 8 de la mañana, los transeúntes que se encuentran caminando cerca del centro religioso podrían escuchar el repicar de las campanas. Aunque no puedan entrar a la iglesia, el fervor religioso los acompaña mientras realizan sus labores diarias.
El Convento de Santo Domingo ostenta un lugar privilegiado en la historia y la cultura del Perú. En sus instalaciones, se dictaron las primeras clases de la que hoy es conocida como Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además, este lugar sagrado estuvieron personas filantrópicas que, por su devoción y servicio, alcanzaron la santidad, como Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, enriqueciendo así el legado espiritual peruano.
A pesar de los estragos causados por terremotos a lo largo de los siglos, el diseño arquitectónico del convento se ha conservado, demostrando la resiliencia y la importancia de este monumento histórico. Su estructura no solo es un testimonio de la riqueza cultural de Perú, sino también un recordatorio de la influencia religiosa, educativa y social que el Convento de Santo Domingo ha tenido y continúa teniendo en la vida peruana.