Vivir en Lima colonial parece toda una experiencia cuando se mira con los ojos de un ciudadano del siglo XXI. Cabe imaginarse las antiguas calles capitalinas, plagadas de sus variopintas costumbres y modos de vida que le daban ese aire popular que se entremezclaban con la aristocracia existente, dando como resultado una sociedad que sentó las bases de lo que conocemos actualmente.
Naturalmente muchas cosas han cambiado desde entonces, pero hubo algunos negocios que proliferaron en la época y que tuvieron tanta importancia que hoy en día podemos ver a sus ‘descendientes’ modernos.
Tal es el caso de las pulperías, que más allá de tener un nombre que puede confundir a más de uno, constituyen los antecesores de las famosas ‘bodegas de la esquina’ que no faltan en muchos barrios de Lima y otras regiones, y tuvieron particular importancia para la ciudadanía de antaño.
Pulperías, los ancestros de la ‘bodega de la esquina’
Para la época de la colonia decir tienda resultaba algo bastante genérico, ya que se podía hacer referencia a una serie de establecimientos, cada uno de ellos ofrecía un producto en particular.
Había tiendas de zapatos, de velas, de paños e incluso también se les llamaba por el oficio que allí se ejercía; así, existían tiendas sastrería, tiendas platería, entre otras, según señala el texto de Cesar Mexicano Ramos, Negocios Urbanos en Lima: Pulpería, cajones y panaderías.
Por esta razón para la época no se podía decir que tienda y pulpería eran lo mismo. En tal sentido, esta última era más bien un establecimiento donde se vendía al ‘menudeo’ artículos de alimentación y otros productos básicos. Algo parecido a lo que hoy en día conocemos como bodega, pero en su versión virreinal.
Saber donde ubicarlas era todo un arte que requería un incipiente estudio de mercado, por ello, casi siempre estaban en las esquinas de las calles y contaban con dos amplias entradas, grandes ventanas para observar al público y solían tomar el nombre de las características del barrio o calle donde se ubicaban. Pocas tenían nombres específicos y fueron parte muy importante para el reordenamiento económico y social de la ciudad.
De relevancia social
Asimismo, su presencia proveía de cierto aire de ánimo a los espacios donde se ubicaban, y fueron por excelencia un lugar donde se entablaban relaciones sociales entre las personas conocidas como ‘ordinarias’, conformadas en su mayoría por gente negra, ya sea libres o esclavos, indios y empleados de casas de alcurnia que surtían sus despensas en las pulperías.
Los pulperos, dueños de estos negocios, tuvieron mucha relevancia y estaban organizados en un gremio que era reconocido por el Cabildo de Lima. Debido a que manipulaban alimentos, hubo más de una ordenanza para ellos.
Por ejemplo, la ley dictaminaba que debían cerrar sus puertas a las nueve de la noche, pero las ventanas podían quedar abiertas hasta las once en caso de que ocurriera alguna emergencia. Otra de sus funciones bastante bien documentada era mantener el alumbrado público a través de los faroles que se encargaban de encender para dar luz al vecindario, o tener botijones de agua en caso de incendios. Esto los dotaba de una labor social y urbana bastante relevante.
Pese a esto, durante la época también competían con negocios como las chinganas, que según detallaba Ricardo Palma, eran ‘pulperías de poca importancia’ y aunque también expedían diversos productos, no cumplían con sus obligaciones, rozando lo que hoy conocemos como informalidad, pero en plena época colonial.
Vale mencionar que el gremio de pulperos no veía con buenos ojos a este tipo de negocios, por el contrario, creían que traían perjuicio público y solían concurrirse para ‘otros fines’.
¿Qué productos vendían las pulperías?
Algunos de los productos más populares de la época que se expedían en las pulperías eran los dulces y otro tipo de comestibles como el maíz, la canela, especias, papas, pasas, quesos, harina, costillar, charqui, nueces, miel, etc.
También se vendían bebidas alcohólicas como el aguardiente, vinos, el guarapo y la mistela.
Una sección dentro de las pulperías era la de mercería y buhonería, que consistían en la venta de productos como lazos, alfileres, botones, datos, cintas, hilos y demás. El combustible no se quedaba atrás, siendo el carbón y la leña los que se usaban en la época.
La variedad también incluía a productos de ferretería como el yeso, clavazón o la arenilla; y todo lo relacionado a la droguería, que incluía azufre, azul de Prusia, alumbre o aceite de canime. Lo cierto es que, como se puede apreciar, eran muy variadas.
Con el paso del tiempo e incluso factores como el cambio de la infraestructura una vez culminado el virreinato, estos negocios fueron desapareciendo, quedando como sus herederas las bodegas que conservan algunos elementos como la doble entrada, ubicación en las esquinas y algunas más tradicionales tiene incluso espacios para vender desde la ventana una vez llegada la noche.
Como dato extra vale mencionar que las tabernas también guardan un poco de la tradición de las pulperías, siendo una de las más representativas del estilo la Taberna Queirolo, que data del siglo XVI y representa una forma de hacer un pequeño viaje al pasado de la capital.