La gastronomía peruana sigue conquistando nuevos territorios, y esta vez lo hace de la mano de Lourdes Pluvinage, quien está dejando su marca en tierras francesas, desde hace treinta años. Nació en Arequipa en 1958, la chef lleva en su sangre el legado culinario de su madre, una talentosa picantera que le inculcó el amor por la cocina desde temprana edad. Criada entre fogones y sabores, absorbió los secretos de la cocina peruana de manera natural y sin siquiera darse cuenta.
“Mi madre era una extraordinaria picantera arequipeña”, compartió Lourdes con Infobae Perú. “Una mujer luchadora con un increíble sazón. Desde pequeña, estuve a su lado aprendiendo sus técnicas y recetas, sin considerarlo algo fuera de lo común”.
En la ciudad de Characato, en Arequipa, donde la tradición es un tesoro compartido, la cocinera peruana creció rodeada de aromas y platos típicos. “Guardé todas las recetas de mi madre en mi mente”, dice con orgullo. “Puedo recrear cualquier plato que me pidas, desde un chupe de camarones hasta un lechón al horno”.
El aroma del humo del carbón y el inconfundible perfume del huacatay se entrelazan en el recuerdo de Lourdes. Cuando cierra los ojos, se sumerge en un viaje sensorial hacia su infancia, donde cada olor, cada sabor, es una ventana abierta hacia el pasado.
Desde muy temprana edad, Lourdes aprendió que la cocina era más que simplemente preparar alimentos; era un arte que llevaba consigo la herencia de generaciones pasadas. Los lunes en la cocina de su abuela eran especialmente memorables, cuando la sazón de su Chaque de tripas llenaba el aire. Las hierbas frescas, las papas y el caldito se fusionaban para crear un festín culinario que despertaba los sentidos de toda la familia.
“Mi abuelita y mi madre son mis maestras en la cocina”, confiesa con una sonrisa llena de gratitud. “Cada aroma, cada sabor, me recuerda a ellas y a las enseñanzas que me transmitieron desde pequeña”.
El huacatay, el zapallo, el maíz; todos ellos son protagonistas en la historia de su infancia. Y cuando comparte sus creaciones con otros, está compartiendo también un pedazo de su pasado en Arequipa, de su identidad. “Los aromas son como hilos que tejen los recuerdos. Cada vez que cocino, estoy hilando un poco más de mi historia, de la historia de mi familia”.
Desde su vida en Arequipa hasta su partida a Lima y luego a Europa, su conexión con la cocina peruana fue siempre latente. Después de una década trabajando en el Ministerio de Energía y Minas, decidió embarcarse en una aventura hacia el viejo continente en 1988. “Siempre fui una curiosa”, dice. “Mi padre, un hombre culto, me inculcó el amor por la historia y la geografía, lo cual despertó mi interés por conocer Europa”.
En París, quedó sorprendida por la abundancia de restaurantes y la diversidad gastronómica. Pero fue en una cena de celebración por el 28 de julio, Día de la Independencia peruana, donde su vida dio un giro inesperado. “Me encontré con un caos en la cocina. Las recetas peruanas estaban siendo malinterpretadas y decidí intervenir”.
Con su conocimiento autodidacta de la gastronomía, Lourdes se convirtió en la improvisada salvadora de la noche. Con ingenio y determinación, logró transformar la caótica situación en una cena memorable que dejó a todos los presentes maravillados. “A partir de esa noche, mi reputación como cocinera se disparó. Recibí elogios y solicitudes para preparar más platos peruanos”.
Sin experiencia formal en cocina, Lourdes tuvo que recurrir a su madre para aprender a hacer empanadas y tamales, entre otros platos. Estos fueron los primeros pasos de la cocina peruana en París y marcaron el comienzo de una carrera culinaria que cambiaría su vida para siempre.
La historia de Lourdes es un viaje de pasión y determinación que comenzó con la idea de llevar la gastronomía peruana más allá de las fronteras. Su primer paso fue en la Unesco, donde sus empanadas se convirtieron en un éxito instantáneo entre las delegaciones latinoamericanas. “Las empanadas fueron mi boleto a la fama en la Unesco.Fue el comienzo de algo más grande”, recuerda Lourdes.
Su encuentro con el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, apasionado de la cocina, tuvo lugar en la oficina donde ejercía como embajador del Perú, desencadenando una fascinante serie de conversaciones sobre la posibilidad de trasladar los sabores peruanos a tierras extranjeras. Sin embargo, fue el periodista Eduardo Justo Caballero quien vislumbró el potencial de la gastronomía como un poderoso puente cultural entre Francia y Perú. “Tenía una visión clara: la cocina como una vía directa hacia el corazón de los franceses”, compartió. “Y no estaba equivocado”.
Juntos, decidieron llevar la cocina peruana a Francia. Estudiaron los hábitos alimenticios franceses y adaptaron los platos peruanos para hacerlos más accesibles. El reto era encontrar los ingredientes adecuados en un país donde la cocina peruana era prácticamente desconocida. “Fue un desafío, pero estábamos decididos a lograrlo. Creamos una asociación para importar los productos necesarios y abrir las puertas a la auténtica experiencia culinaria peruana”.
El resultado fue Casa El Picaflor, un restaurante que se convirtió en un punto de referencia para la gastronomía peruana en París. Su inauguración en 1994 marcó el comienzo de una nueva era para la cocina peruana en Francia. “Hemos sido pioneros. Abrimos las puertas a los sabores del Perú y demostramos que la cocina puede unir culturas”, dijo la chef.
Cuando Pluvinage abrió las puertas de su restaurante, enfrentó desafíos que podrían haber desanimado a muchos. La comunidad peruana en Francia era pequeña y el desconocimiento sobre la gastronomía peruana era notable. Lourdes recuerda los días difíciles cuando el pisco, un tesoro de nuestra tierra, permanecía en los depósitos durante años sin encontrar consumidores. “Pensar en esos días me hace reflexionar sobre el viaje que he recorrido. Fueron tiempos difíciles, pero nunca perdí la fe en mi pasión por la cocina peruana”.
A través de su restaurante, logró difundir la riqueza y diversidad de la gastronomía peruana, incluso cuando enfrentaba desafíos. “Para mí, ponerme mi camisa de cocina y representar a mi país en eventos de gala es un honor”, expresó con orgullo. “Cada oportunidad que tengo de compartir nuestra cocina es una victoria para mí y para mi país”.
Pero su viaje no se detuvo en las puertas de su restaurante. Lourdes buscó perfeccionar su arte culinario, asistiendo a una de las mejores escuelas de cocina de Francia. Allí, adquirió el lenguaje técnico y las habilidades necesarias para elevar aún más la gastronomía peruana en el escenario internacional.
A lo largo de los años, Lourdes participó en eventos gastronómicos de renombre y representó a Perú con honor y determinación. Desde ferias internacionales hasta encuentros con chefs de renombre, su compromiso con la cocina peruana ha sido inquebrantable.
“Hemos logrado mucho. La cocina peruana ya no es un secreto para el mundo. Ahora, tenemos el respeto y la admiración que merece”. Aunque reconoce su propio papel en la difusión de la gastronomía peruana, Lourdes enfatiza la importancia del trabajo colectivo. Destaca la contribución de otros talentos peruanos, como el reconocido chef Gastón, cuyo trabajo ha sido fundamental para dar a conocer la cocina peruana en todo el mundo.
“Somos muchos los que hemos contribuido a este viaje, pero nunca debemos olvidar el poder de trabajar juntos para alcanzar nuestros objetivos”.
Cuando se trata de elegir un plato que represente la diversidad y riqueza de la cocina peruana, Lourdes Pluvinage no duda en señalar la causa como un digno representante. Aunque su corazón está ligado a la cocina andina, reconoce que el ají de gallina y la causa son los preferidos por muchos.
La versatilidad de la causa es sorprendente. Desde versiones clásicas hasta creaciones contemporáneas con mariscos o verduras, este plato se adapta a los gustos y preferencias de cada comensal. “Es como nosotros, los peruanos: adaptables y acogedores. Cuando un peruano comparte una causa, está compartiendo su historia, su tradición”, explica Lourdes. Es un gesto de unión y resolución que trasciende las barreras del tiempo y el espacio.
La difusión de la gastronomía peruana no solo depende de chefs y restaurantes, sino también de cada peruano que se siente orgulloso de sus raíces. “Somos embajadores de nuestra cocina. Ya sea en París o en cualquier otro lugar del mundo, los peruanos compartimos nuestra cultura a través de los platos y la pasión”. Para aquellos que recién comienzan su aventura en la cocina peruana, Lourdes ofrece un consejo simple pero poderoso: tener fe y creer en lo que uno hace. “El futuro de nuestra gastronomía es brillante”, asegura.
En el mundo de la gastronomía, hay momentos que trascienden lo cotidiano, momentos que se convierten en pequeñas historias llenas de sabor y emoción. Así fue la cena ofrecida para el príncipe Alberto de Mónaco, un evento que dejó una marca en la memoria de quienes participaron.
Lourdes, la mente maestra detrás de esta experiencia culinaria, compartió con Infobae Perú los secretos de aquel acontecimiento inolvidable. “Fue un episodio que me tomó por sorpresa. No estaba preparada para cocinar para un príncipe”, confiesa con humildad. Pero la pasión por difundir su cultura a través de la gastronomía impulsó a dar lo mejor de sí misma. “Pongo el alma en lo que hago”. Y así, con un menú meticulosamente diseñado, Lourdes buscó fusionar los sabores del Perú con el refinamiento de la realeza.
Anticuchos, conchitas a la parmesana y empanadas; cada plato era un homenaje a la diversidad cultural de Perú. “Quería que la gente conociera cómo comemos”, explica Lourdes.
Lo más sorprendente fue la reacción del príncipe Alberto. Rompiendo con el protocolo, se dejó seducir por la exquisitez de los sabores peruanos. “Estaba encantadísimo”, recuerda con una sonrisa. La magia de la noche alcanzó su punto álgido cuando el Monarca soberano decidió anular sus citas y quedarse más tiempo junto a sus anfitriones.
“Fue un honor recibir sus elogios”, confiesa emocionada. Las palabras del Príncipe fueron: “Me llevo los ojos y el corazón llenos de Perú”. Un año después, el encuentro se repitió en una escena benéfica en Mónaco, donde la autoridad de dicho país expresó su cariño por la gastronomía peruana y pidió saludar a la chef Pluvinage, invitada al evento.
La historia de Easy Pérou no es solo la historia de un libro de recetas, es un viaje culinario que se gestó entre fogones, sabores y el deseo de compartir la gastronomía peruana con el mundo entero. En París, en un restaurante pequeñito pero con un encanto indiscutible, nació la semilla de este proyecto. Pluvinage nos cuenta cómo surgió la idea: “Mi clientela siempre me preguntaba dónde podían encontrar un libro de recetas peruanas. Los que había en las librerías eran caros y poco prácticos. Así que decidí tomar cartas en el asunto”.
Escribir un libro implica mucho más que plasmar recetas en papel. La chef peruana ya había incursionado en el mundo editorial con un libro anterior, La cuisine péruvienne à Paris”, escrito al alimón con el gestor cultural y poeta Alonso Ruiz Rosas. Esta vez quería algo más completo, algo que reflejara la esencia de la cultura peruana en cada página. Fue entonces cuando una editorial se acercó con la propuesta de crear un libro de cocina peruana en francés. “Querían capturar la esencia de Perú a través de las recetas”
Este recetario es una invitación a explorar y experimentar en la cocina. “Quería que la gente cocinara con el corazón”, dice Lourdes mientras muestra orgullosa las páginas llenas de fotos de los productos peruanos más importantes del país. Este texto fue recibido con entusiasmo por parte del público, tanto así que Lourdes ya está preparando una segunda edición. “Estoy feliz de haberlo escrito y transmitido. Es un trabajo hecho con amor y dedicación, y eso se refleja en cada página”.