Una fiesta tradicional estuvo a punto de terminar en tragedia en la ciudad de Huaraz, en Áncash. En una yunza o cortamonte, festividad donde las personas bailan alrededor de un árbol con regalos amarrados a sus ramas mientras intentan cortarlo con un hacha, una mujer que participaba de esta celebración se prendió en llamas en el barrio del Pedregal.
La mujer bailaba cerca de una fogata, que al parecer era usada para cocinar algunos alimentos, cuando el fuego la alcanzó y le quemó el pantalón. Un grupo de personas logró apagar las llamas echándole tierra a la víctima y cubriéndola con una manta que sacaron de la yunza.
De acuerdo a medios locales, la identidad de la víctima no fue revelada, pero se supo que fue trasladada de inmediato al Hospital Víctor Ramos Guardia de Huaraz, donde se viene recuperando de las quemaduras de primer y segundo grado que tuvo en diversas partes del cuerpo.
Muertes en yunzas
No es el único accidente ocurrido en una yunza esto días. El último fin de semana, en Puno, el pesado árbol, que era el centro de la celebración, cayó sobre uno de los asistentes que acababa de cortarlo. El hombre de unos 53 años, identificado como Santos Huayta, falleció poco después por el golpe.
Durante la celebración de Carnaval en la localidad de Ipacuni, en el distrito de Santiago de Pupuja, Azángaro, la festividad transcurría con alegría el último sábado de tarde, mientras una banda tocaba melodías locales en vivo y los presentes giraban en torno a un robusto árbol decorado con obsequios.
Con un hacha, los participantes intentaban derribar el árbol golpeándolo, con el objetivo de que la multitud recogiera los regalos atados a sus ramas. Al árbol le quedaban pocos golpes para caer cuando llegó el turno de Santos Huayta, quien tras intentarlo volvió a incorporarse al baile. Desde el escenario, animaban a los presentes con cantos para que golpearan el tronco con mayor fuerza. Poco después, el árbol se desplomó sobre Huayta.
Inicialmente, muchos no se dieron cuenta y se apresuraron a obtener los regalos. Al darse cuenta de que Huayta estaba inmóvil, los más cercanos solicitaron ayuda levantando la mano y la música cesó. Huayta fue trasladado a Azángaro, pero lamentablemente, los esfuerzos médicos fueron insuficientes para salvar su vida.
Un hecho similar ocurrió en 2018, aquella vez un hombre también murió luego de caerle un árbol mientras se celebraba una yunza en el poblado de Orccohuayta, en la provincia de Lampa, en Puno. Entonces la víctima fue identificada como Yoel Ticona, de 27 años, quien estaba bailando cuando le cayó el tronco. Al igual que el caso anterior, el hombre fue llevado de inmediato al Hospital de Juliaca, donde solo se pudo certificar su muerte.
Yunza o cortamonte en el Perú
La práctica de la yunza, conocida también como cortamonte en algunas regiones de Perú, tiene sus orígenes en las costumbres agrícolas prehispánicas de los pueblos andinos, aunque con el paso del tiempo ha incorporado elementos de la tradición católica europea. Originalmente, era una ceremonia de agradecimiento a la Pachamama o Madre Tierra por la fertilidad de los suelos y la abundancia de las cosechas. Con la llegada de los españoles y la mezcla de culturas, esta festividad se sincretizó con las celebraciones del Carnaval, adquiriendo características propias que la distinguen en la actualidad.
La yunza involucra una serie de rituales sociales y comunitarios donde se destaca el acto de cortar un árbol, previamente adornado con regalos y objetos de valor, que es plantado en un lugar central donde se lleva a cabo la celebración. Los participantes, al ritmo de la música tradicional, danzan alrededor del árbol y, por turnos, intentan cortarlo con un hacha. Cuando el árbol finalmente cae, los regalos son recogidos por los asistentes, y la pareja que logra derribar el árbol tiene el compromiso de organizar la yunza el próximo año, perpetuando así la continuidad de la tradición.
Hoy en día, la yunza es un elemento vital en las festividades de Carnaval en diversas comunidades de Perú, representando un momento de unión, renovación y agradecimiento. A través del tiempo, se ha convertido en un símbolo de resistencia cultural y expresión de identidad, manteniendo vivas las costumbres de los ancestros al combinar la celebración de la vida, la fertilidad y la abundancia con la convivencia comunitaria.