Para el año 2050, es probable que aproximadamente la mitad de la selva amazónica experimente un colapso irreversible. La causa de esta catástrofe trasciende la simple deforestación, ya que el incremento de las temperaturas, las sequías extremas y los incendios han generado un nivel de afectación sin precedentes en la principal selva tropical del planeta.
La alerta figura en la portada de la prestigiosa revista científica internacional Nature y proviene de una investigación liderada por especialistas en materia ambiental en Brasil.
El estudio —divulgado este miércoles 14 de febrero— calcula que en los próximos 25 años, una porción que oscila entre el 10% y el 47% de la Amazonía experimentará impactos negativos, llegando al punto crítico conocido como “punto de no retorno” o punto de inflexión: el momento en el que la selva perdería su capacidad de recuperación completa.
Pérdida de la selva tendrá impacto directo en medios de subsistencia
El estudio reciente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), liderado por el investigador Bernardo Flores, reveló la amenaza inminente sobre el estado de la selva amazónica, anticipando una transición hacia una diferente composición vegetal debido a factores como el calentamiento global y la deforestación.
Este cambio podría resultar devastador, no solo para la biodiversidad, sino también para los pueblos indígenas y afrodescendientes que habitan en la región, con 7,4 millones de kilómetros cuadrados, cuya extensión representa el 4,9% del área mundial, y cubre extensiones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.
La investigación enfoca su atención en los impactos derivados de variaciones climáticas y actividades humanas sobre el 10% de la Amazonía. Al respecto, entre los datos más alarmantes destaca que el 15% de vegetación ya está perdida. Asimismo, la degradación alcanzaría el 25%, superando así el umbral del 20% predicho por estudios anteriores, como los del destacado científico y meteorólogo brasileño Carlos Nobre, que ha estudiado la Amazonía por más de 40 años, para llegar a un punto de no retorno.
Solo este pronóstico amenaza con una pérdida irreversible de biodiversidad y un efecto adverso en los medios de vida de aproximadamente 25 millones de personas que residen en la Amazonía brasileña.
Estrés hídrico estaría influyendo
El estrés hídrico es otra de las realidades que preocupa a los científicos. De acuerdo al estudio, existen cinco factores determinantes que lo estarían provocando: 1) el aumento de la temperatura global, 2) la reducción de las lluvias, 3) la prolongación de la estación seca, 4) la deforestación, y 5) la falta de restauración del ecosistema.
Al respecto, se concluyó que, si la Amazonía supera un incremento de 1.5 °C en la temperatura media global, recibe menos de 1.800 milímetros de lluvia anual, experimenta una temporada de sequía de más de cinco meses y se deforesta más del 10% de su superficie forestal original, dichas condiciones llevarían a un punto de inflexión crítico a la selva sin vuelta atrás.
¿Qué impacto tendrá en el Perú?
Según un artículo publicado por Marc Dourojeanni, reconocido ambientalista y profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, la Amazonía peruana enfrenta un futuro incierto debido a la continua deforestación y degradación de sus bosques.
Este problema, según el especialista que hoy dirige la Fundación peruana para la conservación de la naturaleza (Pronaturaleza), viene empeorando debido a las políticas enfocadas en la expansión de infraestructuras en lugar de preservar el entorno natural.
En ese sentido, la clave para garantizar un futuro sostenible para esta región biodiversa y sus habitantes radica en proteger y mantener la mayor parte de los bosques en buen estado, lo que representa un desafío crítico tanto para el Gobierno central como para los Gobiernos regionales.
Ante ello, Dourojeanni propone incentivar el uso más eficiente de las tierras ya deforestadas, las cuales actualmente se encuentran subutilizadas entre un 70 a un 80%, objetivo que podría lograrse mediante la mejora de las vías de comunicación existentes y proporcionando asistencia técnica y financiera a los pequeños productores. Asimismo, recomienda desistir la construcción de nuevas carreteras en áreas de bosques vírgenes, que contribuyen aún más a la deforestación.