En el universo del transporte público, el Perú es uno de los países del mundo que se destacan por la cantidad de alternativas que tiene para el transporte urbano. En las calles de nuestro país, podemos ver combis, cústers, buses, taxis; y antes veíamos hasta Ticos.
Pero hay un vehículo que, por su diseño y su capacidad para adaptarse a casi cualquier tipo de terreno, parece ser perfecto para el Perú. Y es el famoso mototaxi.
Este revolucionario vehículo fusiona una motocicleta en la parte delantera con un amplio asiento trasero capaz de acomodar hasta dos pasajeros cómodamente, proporcionando equilibrio con sus tres ruedas. Lo que pocos sabes es que detrás de esta invención se encontraba el ingeniero peruano Octavio Mávila Medina y esta es su historia.
Todo un visionario
Nacido el 26 de setiembre de 1927 en Lima, Mávila Medina inició su recorrido en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde también cultivó su pasión por las motocicletas. Así fue como se convirtió en motociclista profesional y campeón en diversas categorías, y así como el ingeniero combinó su amor por las motos con la visión empresarial. En 1951, fundó Mávila Hermanos junto a sus hermanos mayores, Óscar y César, y comenzó a dejar huella en el mercado automotor peruano.
La razón para esto fue que cuando estaba en la universidad tuvo que enfrentar diversos desafíos de movilidad. Incapaz de costear un automóvil, creyó conveniente adquirir una moto. Negoció con una tienda para pagarla en “seis letras” de 500 soles, con una cuota inicial igual.
Aun así, estaba falto de recursos y decidió compartir la moto “a medias” con un colega, adquiriendo una Puch de 125 cm³. Para poder cumplir con sus cuotas, trabajó en el servicio técnico de la tienda que le vendió la moto y transportaba rollos de películas entre cines.
Esta lucha personal le llevó a comprender las dificultades de movilidad e incapacidad económica de muchos peruanos, impulsando la visión de poner al país “sobre dos ruedas”.
Todo cambió
El punto de inflexión llegó en 1975, cuando Octavio, fascinado por la eficiencia de las motos de tres ruedas que vio en un viaje a Filipinas, forjó una asociación con la marca japonesa Honda. Luego de algunos años, en 1979, su visión se materializó con el lanzamiento del ‘motocarro’, un vehículo diseñado para abordar los desafíos de movilidad en el Perú, ofreciendo una solución asequible y eficiente para el transporte de pasajeros y carga.
El motocarro, que años después se popularizaría con el nombre de ‘mototaxi’, no solo representaba una alternativa económica, sino que también destacaba por su eficiencia en el consumo de combustible, convirtiéndolo en uno de los vehículos más rentables del mundo en ese momento.
Pero la visión de Mávila Medina no se limitaba solo al transporte de pasajeros; presentó la “moto furgón”, diseñada para cargar hasta 200 kilos de peso, abriendo nuevas posibilidades en el transporte de carga en el país.
El éxito inicial del motocarro fue palpable cuando, en 1980, estos vehículos se incorporaron al transporte urbano en Iquitos. Sin embargo, la aceptación no fue universalmente positiva, ya que en 1981, el ministro de Transportes, Fernando Chávez Belaúnde, rechazó su operación alegando preocupaciones de seguridad.
No fue hasta 1984 que los trámites burocráticos permitieron su uso exclusivamente en la selva peruana. A partir de entonces, el ‘mototaxi’ se expandió por las calles del país, convirtiéndose en un elemento emblemático del transporte peruano.
Prisionero en la embajada
La vida de Octavio Mávila Medina también estuvo marcada por momentos cruciales en la historia nacional. Tal vez, el más complicado fue el ser uno de los rehenes del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) en la crisis de la residencia del embajador japonés en el distrito de San Isidro.
Una vez que fue liberado, fue uno de los primeros hombres en salir, le dio su testimonio a El Comercio sobre su experiencia. El ingeniero destacó el heroísmo del embajador Morihisa Aoki, del miembro de la Cruz Roja Internacional Michael Minnig, y del sacerdote jesuita Juan Julio Wicht, quienes desempeñaron papeles fundamentales durante su cautiverio.
Mávila Medina también compartió sus reflexiones sobre el éxito empresarial, revelando las diez reglas simples que guiaron su camino hacia el triunfo. Estos principios incluían orden, limpieza, puntualidad, responsabilidad, deseo de superación, honradez, respeto al derecho de los demás, respeto a la ley y a los reglamentos, amor al trabajo y afán por el ahorro y la inversión.
El renacer de la empresa
A pesar de los desafíos, Mávila Hermanos se convirtió en un referente en el mercado automotor, alcanzando la venta de 2000 motos al mes gracias a la alianza con Honda. Sin embargo, los embates de la crisis y el terrorismo de los años 80 y 90 obligaron a cerrar varias sedes, dejando la empresa con solo cinco locales. Octavio Mávila Medina se retiró en 2001, pero la empresa, después de superar las adversidades.
Hasta que finalmente, cuando ya contaba con 86 años, Óscar Mávila dejó de existir en el año 2013, dejando un legado que todavía vive a través de las ruedas de los motocarros que continúan recorriendo las calles del país.