El amor doliente, esa experiencia emocional compleja caracterizada por el sufrimiento debido a la falta de reciprocidad, conflictos en la relación o situaciones que impiden su desarrollo pleno, se manifiesta como un elemento inevitable en las relaciones humanas debido a su propia naturaleza. Al inicio de una relación, cargada de entusiasmo, rara vez se consideran las posibilidades del desamor, la desilusión o el engaño, aspectos adversos del arte de amar. Después de que uno diga “Sí quiero ser tu enamorada o enamorado”, se abre la puerta del amor, pero al mismo tiempo otra —que lleva el rótulo de dolor— se entreabre y solo se desplegará por completo si algún integrante de una pareja se convierte en infiel.
Sin embargo, la infidelidad no es la única causa del amor doliente. La ausencia de la persona amada es una de las razones por las que uno puede sumergirse en el hoyo de la tristeza. El distanciamiento entre dos enamorados o novios, ya sea temporal o definitivo, socava sus corazones, pero uno de los dos puede resultar más afectado.
Ante el desasosiego de la vida, muchos se sumergen en un profundo dolor, mientras que otros utilizan la tristeza para crear arte. Tal como lo hicieron dos poetas peruanos que tuvieron relaciones contrariadas y sufridas, y no pudieron ser felices con las mujeres que amaron. Pero, ¿por qué no lograron la felicidad?, ¿qué los impidió a tener una relación plena?, ¿acaso su felicidad estaba en manos de otras personas? Estas preguntas podríamos resolverlas al hablar de las relaciones sentimentales de Mariano Melgar y Carlos Augusto Salaverry.
Mariano Melgar, el poeta que dio la vida por su patria y su musa
A menudo se relaciona a los poetas con el sufrimiento y la desilusión al leer sus poemas cargados de tristeza y melancolía. Pues bien, esta asociación es válida si revisamos los temas de los poemas, incluso de las novelas románticas, que suelen estar marcadas por tópicos aciagos y funestos. Al echar un vistazo a los libros de este tipo, podemos detectar que las tramas y desenlaces son dolorosos. En ese sentido, se puede afirmar que las mejores historias de la literatura abordaron el dolor humano. Sin embargo, habrán lectores que digan que las historias con historias felices son las mejores.
A propósito de la felicidad, es sabido que este estado emocional caracterizado por sentimientos de alegría, satisfacción y plenitud no estuvo presente en la vida breve de Mariano Melgar, quien fue fusilado por sus ideas libertarias y sus acciones revolucionarias a la edad de 24 años. Antes de este hecho trágico, sufrió por amor, ya que no logró la felicidad junto a María Santos Corrales, quien se convertiría en su musa años después de conocerla.
Cuando la conoció, apenas tenía 20 años y ella 13, una diferencia de edad que no era impedimento para que dos personas iniciaran una relación. Es preciso recordar que la sociedad peruana de principios del siglo XIX aún estaba fuertemente influenciada por las normas y prácticas heredadas de la época colonial española, donde las alianzas matrimoniales eran a menudo arregladas por las familias para consolidar lazos sociales, económicos y políticos.
Sobre las prácticas de casamiento que reflejaron las necesidades y expectativas de la sociedad de esa época, es preciso contar la actitud que tomó el padre de María ―más conocida con el nombre de Silvia― cuando se enteró de que Mariano Melgar estaba enamorado de su hija. Se dice que el padre de Silvia le impuso un matrimonio a su hija, una práctica muy habitual en la época. Con esto, el hombre habría querido obtener un ascenso social al casar a su hija con el hijo de una autoridad importante de la época. Su madre sí había aprobado la relación con el joven, pero la última palabra la tenía el padre.
Antes de que el escritor fuera confrontado por el padre, ambos jóvenes vivían un amor pasional pero breve. Se distanciaron porque a Mariano lo enviaron a Lima para que estudiara leyes. Mientras estaba alejado, una profunda tristeza lo embargó; sin embargo, esta emoción fue convertida en poesía. Por ejemplo, el vate, lejos de su amada, escribió el siguiente poema.
A Silvia
Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse.
Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse.
Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;
Que el mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella».
Debido a que no podía vivir lejos de su amada, Mariano regresa a Arequipa para encontrarse con Silvia, pero esta lo convenció de que regresara a Lima para que siga estudiando. En la capital, no solo escribió poemas de amor, sino también odas como “Oda a la libertad”.
Volviendo al episodio vivido por el poeta y el padre de Silvia, es preciso señalar que después de ese incidente, la mujer se mostró indiferente. Esta actitud podría haber obedecido al deseo de sus padres, que en ese entonces imponían reglas. Cabe señalar que en ese tiempo, las mujeres no solían rebelarse contra sus padres ni siquiera podían elegir a sus parejas sentimentales.
El escritor, nuevamente embriagado de tristeza, convierte sus problemas sentimentales en poesía. Canalizó toda la intensidad de sus experiencias amorosas en la destacada “Carta a Silvia”, utilizando 522 versos para relatar su travesía por el amor y el desamor, desde el florecimiento hasta el desvanecimiento de su amada. Cabe señalar que luego de haber recibido el rechazo del padre de su musa, escribió su afamado “Soneto a la mujer”.
“Soneto a la mujer”
No nació la mujer para querida,
por esquiva, por falsa y por mudable;
y porque es bella, débil, miserable,
no nació para ser aborrecida.
No nació para verse sometida,
porque tiene carácter indomable;
y pues prudencia en ella nunca es dable,
no nació para ser obedecida.
porque es flaca no puede ser soltera,
porque es infiel no puede ser casada,
por mudable no es fácil que bien quiera,
Si no es, pues, para amar o ser amada,
sola o casada, súbdita o primera,
la mujer no ha nacido para nada.
Se suele decir que la decepción amorosa que sufrió Mariano fue determinante para que se enrolara en las tropas patriotas que se unían al ejército de Pumacahua en 1814. Sobre este tema en cuestión, la investigación de Aurelio Miró Quesada arroja algunas luces sobre lo que habría sucedido luego de que el vate se desilusionara. Según el académico, el amor que sentía el poeta por Silvia estuvo a punto de apartarlo de la lucha. Ante ello, se podría afirmar que si el amor de ambos hubiera prosperado, es probable que la muerte no habría visitado tan pronto la vida del escritor.
Carlos Augusto Salaverry, un poeta dolido pero creativo
Carlos Augusto Salaverry, figura ilustre del romanticismo literario peruano, se distinguió no solo por su exquisita pluma sino también por la influencia que sus vínculos sentimentales ejercieron sobre su obra. Sus experiencias amorosas, teñidas de intensidad y, en ocasiones, de tragedia, se convirtieron en una fuente inagotable de inspiración para sus versos.
En su vida, tuvo pocas relaciones sentimentales, las cuales estuvieron marcadas por el desamor y la desilusión. A los 20 años, se casó con Mercedes Felices, una mujer que fue testigo de su ascenso al grado de teniente coronel. Como es sabido, Salaverry fue hijo natural del entonces coronel Felipe Santiago Salaverry del Solar, quien llegó a ser presidente del Perú entre 1835 y 1836. La influencia de su familia habría sido determinante para que el joven poeta inicie una carrera militar.
Cabe señalar que la familia del escritor no tuvo injerencia en asuntos sentimentales. Se sabe que él tomó sus decisiones en el ámbito del amor, sin presagiar que sufriría. Por ejemplo, con Mercedes tuvieron una relación efímera y tormentosa, pero esto no marcó su vida.
Ismena Torres fue la mujer que le hizo sufrir, pero Salaverry no se sumergió en el dolor; por el contrario, utilizó su tristeza para crear poesía. Prueba de ello es el poemario “Cartas a un ángel”, donde se encuentran los más logrados poemas amorosos, inspirados en su amada. Respecto a esta obra, Alberto Escobar opina lo siguiente:
“Por ser libro de amor, ‘Cartas a un ángel’ es, al mismo tiempo, canto de dolor, a la ausencia, al pasado feliz, al sentido del tiempo; perspectiva amatoria que Salaverry poseyó como pocos poetas peruanos. Ha sido en esos versos en los que su talento dio el fruto menor; de la anécdota personal asciende Salaverry al tema permanente del amor e incide así en un rasgo esencial del carácter humano”.
El poeta e Ismena no pudieron estar juntos debido a que la familia de la mujer viajó con ella a Francia con el fin de alejarlo de él. En ese país, su amada se casó con el hombre que le impusieron sus progenitores. Ante esta situación, el vate quedó destruido pero se recompuso al escribir uno de los poemas más recordados por los lectores, “Acuérdate de mí”. A continuación, presentamos un fragmento del poema.
“Acuérdate de mí”
¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmovil; ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
esperando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.
Ya no late ni siente, ni aún respira
petrificada el alma halla en lo interno,
la cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mi.
Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto
muerto para el amor y la aventura
esta en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!
En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin amor.
Embalsamadas ondas de armonía
elevanse a un tiempo en sus alturas
y vibran melódicos cantares
los ecos de tu amor.
Parece ayer!... de nuestros labios mudos
el suspiro de ¡a Dios volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... nos apartan dos profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más trizte y hondo el de tu olvido
que el olvido del mal!
Mariano Melgar y Carlos Augusto Salaverry, dos exponentes emblemáticos del romanticismo en Perú, plasmaron en su obra la intensidad de sus amores contrariados, reflejo de pasiones intensas que desembocaron en desenlaces trágicos. Melgar, inmortalizado a través de sus yaravíes que expresan el amor no correspondido por su amada Silvia; y Salaverry, quien en sus versos destiló la esencia del desamor y la melancolía, compartieron la peculiaridad de convertir su sufrimiento amoroso en fuente de inspiración literaria.
La capacidad que tuvieron estos dos escritores para transformar el dolor emocional en poesía, los eleva a la categoría de poetas. Sus obras trascienden el tiempo, ofreciendo un testimonio de los tumultuosos caminos del amor. Ambos, aunque en distintos momentos y circunstancias, retrataron con excepcional maestría la complejidad del corazón humano ante el amor imposible, dejando un legado literario que continúa resonando con fuerza en el alma de los lectores contemporáneos.