En Lunahuaná, una pequeña localidad ubicada en Lima, cuenta con un gran legado histórico, los lugareños hablan con orgullo de sus raíces. Muchos sostienen que por sus venas corre una mezcla de sangre chilena, una herencia que se remonta a tiempos de guerra. La Plaza de Armas fue testigo de episodios que marcaron la historia, presenció uno de los enfrentamientos más significativos durante la Guerra del Pacífico.
Hace 132 años, en diciembre de 1882, este valle se convirtió en el escenario de un enfrentamiento crucial entre las fuerzas chilenas y los guerrilleros peruanos. El teniente coronel Delfín Carvallo Orrego, al mando de las tropas chilenas estacionadas en Cañete, identificó la creciente amenaza que representaban las guerrillas patriotas para la estabilidad del valle. Dirigidos por el subprefecto Julio Salcedo, estos insurgentes mantenían una férrea resistencia, coordinando sus acciones con otros líderes patriotas en Ica y Yauyos, bajo la dirección del general Andrés Avelino Cáceres.
Se hablaba en las calles de limeñas sobre la preparación de una división militar con la intención de sofocar las fuerzas patriotas. El 11 de diciembre, 640 soldados chilenos emprendieron la marcha desde Cañete hacia Lunahuaná, sorteando obstáculos como el caudaloso río y sufriendo pérdidas de hombres y municiones en el camino. Finalmente, establecieron su campamento en Herbay Bajo, recibiendo refuerzos desde Cerro Azul para consolidar su posición.
El 12 de diciembre, la confrontación comenzó en Ramadilla, donde los peruanos retrocedieron después de un breve intercambio de disparos. Anticipando el avance chileno por ambas orillas del río, Salcedo desplegó sus fuerzas. La resistencia peruana, liderada por el capitán Durán y otros valientes oficiales, libró una encarnizada batalla que se prolongó durante doce horas, resistiendo los ataques enemigos, aunque se encontraba en desventaja numérica y de armamento.
A pesar de la valentía demostrada por los patriotas, la llegada de refuerzos chilenos y la superioridad de su artillería obligaron a Salcedo a ordenar una retirada hacia Jacayita, llevando consigo todo su equipo, incluyendo los cañones. Carvallo, consciente de los riesgos de enfrentarse en terreno desconocido, optó por no perseguirlos.
Según los informes oficiales, entre 35 y 40 patriotas peruanos perdieron la vida, mientras que del lado chileno se registraron aproximadamente 30 bajas.
Trágicamente, el 14 de diciembre, Lunahuaná cayó en manos chilenas, desencadenando una ola de violencia y destrucción. El saqueo, el asesinato de civiles desarmados y la subsiguiente demolición del pueblo fueron los tristes resultados de la ocupación chilena. Sin embargo, los patriotas peruanos no se doblegaron ante la adversidad. Esa misma noche, regresaron al pueblo, jurando reconstruir lo que habían perdido y continuar la lucha por una patria libre de invasores extranjeros.
La magnética construcción de la Iglesia Colonial “Santiago Apóstol” en Lunahuaná, con su imponente presencia, remonta al siglo XVII. Construida en la Plaza de Armas de este distrito, se muestra como un testimonio de la historia y la fe en esta comunidad.
Declarada Monumento Histórico el 28 de diciembre de 1972, esta iglesia matriz, también conocida como la iglesia matriz del distrito, es un magnético edificio. Su altar mayor, compuesto por tres cuerpos, alberga imágenes sagradas que han sido veneradas por generaciones.
En el interior de la iglesia, los visitantes son recibidos por una profusión de colores vivos, gracias a las pinturas y santos que adornan sus paredes. Destaca, entre ellos, el sagrado Patrón y protector Apóstol Santiago, cuyo culto se inició en estas tierras en el año 1534, según los registros históricos.
Los materiales de su construcción, predominantes en ladrillo, quincha y adobe, dan testimonio de la habilidad artesanal de aquellos tiempos. Sus altares, de estilo neoclásico, añaden un toque de elegancia a este templo de veneración y devoción.
La historia de la Iglesia de Santiago Apóstol está marcada por momentos difíciles, como durante la guerra con Chile, cuando fue saqueada y quemada. Los ciudadanos cuentan que en la iglesia había una campana de oro y los chilenos se lo llevaron. Sin embargo, su espíritu prevaleció, y hoy en día sigue siendo un punto de encuentro para la comunidad.
El Templo de Santiago Apóstol invita a los fieles y curiosos a participar en sus servicios religiosos. Las misas se celebran de lunes a sábado a las 7:30 de la noche, mientras que los domingos tienen lugar a las 10 de la mañana y a las 7:30 de la noche.
Además de sus servicios religiosos regulares, la iglesia acoge importantes festividades a lo largo del año. Entre ellas se destacan la fiesta en honor a Santiago Apóstol el 25 de julio, la celebración de la Virgen del Carmen el 16 de julio, y el homenaje a la Virgen de la Asunción el 15 de agosto.
La guía turística local, Gianelle Betsabé, comparte detalles fascinantes sobre la historia de la iglesia matriz Santiago Apóstol. Originalmente conocida como “Santa María del Reposo”. La iglesia presenta una combinación única de estilos colonial y gótico, con vidrieras y una impresionante altura que deja a los visitantes maravillados.
Durante la guerra con Chile, la iglesia sufrió graves daños y fue utilizada para propósitos ajenos a su función religiosa. Sin embargo, su valor histórico y espiritual trasciende las adversidades del tiempo.
Las catacumbas que se encuentran debajo de la iglesia son testigos silenciosos de épocas pasadas, donde las personas de clase alta eran sepultadas. Se rumorea también sobre la existencia de túneles subterráneos, aunque su acceso está restringido por razones de seguridad.
La disposición poco común de la iglesia, paralela a la plaza de armas, es una característica distintiva de la arquitectura andina. Esta peculiaridad, según cuentan los lugareños, se debe al efecto luminoso que se producía cuando los rayos del sol iluminaban las lunas de colores que decoraban la iglesia.
En la actualidad, la Iglesia de Santiago Apóstol alberga una variedad de imágenes veneradas por la comunidad. Desde el Niño Jesús de Praga hasta la Virgen del Perpetuo Socorro, cada una de estas figuras representa una parte importante de la tradición religiosa de Lunahuaná.