Lima, la ciudad de los reyes, es un lugar plagado de historias variadas para contar. Cada avenida, callejón y plazuela guardan en su interior un sinfín de anécdotas que es posible conocer aún hoy en día.
Así, es fácil encontrar en lugares como el Centro Histórico, donde llaman la atención los nombres particulares que tenían las antiguas calles. Vale mencionar que el sistema para nombrar estos espacios era bastante diferente al que conocemos hoy, algo que causó muchos problemas para los ciudadanos más olvidadizos que debían memorizar cada cuadra con su denominación.
Asimismo, antiguamente las personas le daban nombre a estos espacios de acuerdo a características como eventos importantes que allí ocurrieron, personas, oficios que se desempeñaban en las inmediaciones, motivos religiosos, e incluso curiosas leyendas que se entretejieron en la población, como es el caso de la calle ‘Manita’.
La ‘manita’ que aterrorizó Lima
Ubicada hoy en día en en la primera cuadra de la avenida Tacna, esta calle tiene su historia narrada con bastante detalle gracias a la pluma de Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas, bajo el título “La calle de la Manita”.
Al escuchar el nombre la primera impresión que viene a la mente es un pequeño desconcierto al no saber si se trata de alguna palabra del lenguaje coloquial de antaño o realmente se está haciendo referencia al diminutivo de mano, sin embargo, vale aclarar que se trata precisamente ello.
Cuenta el escritor que “al costado del colegio Espíritu Santo, donde hoy se educan soldados para esta patria bullanguera”, solía haber una calle deshabitada. Este espacio, según explica, ya era bastante lúgubre para la época en que el relato fue escrito pese a que ya había alumbrado a gas. Con esto permite al lector imaginar cómo sería de tétrico el lugar cuando corrían los años de la época virreinal donde este sistema era absolutamente precario.
Es importante saber que para aquellos días la fe era una parte fundamental de la vida de un ciudadano capitalino sin importar su condición social o edad, razón por la que pocas eran las calles donde no se encontrara un santo en la pared, explica Palma, cuyo nicho casi siempre estaba alumbrado por velas o lámparas de aceite que colgaban de un gancho de hierro.
Lo cierto es que durante las noches las calles eran iluminadas con ese sistema, pero pronto correría por la ciudad el rumor de una mano negra, peluda y con garras aparecía en la blanca pared donde estaba el nicho del santo en dicha calle. Como si esto no fuese suficiente, la mano ‘llamaba’ a los transeúntes, algo que aterrorizó a quienes a fuerza de la situación tenían que pasar por ahí. El tradicionista peruano explicó el temor de los vecinos con gran picardía:
“Durante meses y meses no hubo guapo que entrada la noche se aventurase a pasar por la calle. Aun los que cruzaban por la esquina hacíanlo volviendo el rostro al lado opuesto; y hembras y hasta barbudos hubo acometidos de soponcio o erizamiento de pelo, porque una pícara curiosidad los había forzado a mirar hacia el nicho. ¡Bien hecho! ¿Quién los metía a averiguar lo que no les interesaba?”, relata el extracto de las Tradiciones Peruanas.
Ni mano ni ‘manita’: ¿Por qué se llamó así?
El tema de conversación para aquellos días era la mano de aquella calle que finalmente resultó un asunto mucho menos fantástico de lo que parecía en un inicio.
Resulta que el farol que colgaba en ese espacio se habría roto en algún momento. En razón de esto, el devoto del santo que allí reposaba hizo un artesanal arreglo reemplazando uno de los cristales del farol con un papel. En palabras del autor, esto “no debió ser hecho muy en conciencia”, ya que pronto se desprendió una parte. El farol, una vez movido con el viento, proyectaba la sombra del papel que tenía la forma de ‘manita’.
“Un miedoso creyó ver en esta sombra la forma de una mano; otro que tal la vio peluda, y un tercero la descubrió las garras. Y tanto se habló de esto, que todo el vecindario de Lima, nemine discrepante, se persuadió de que el diablo andaba suelto y haciendo de las suyas por la que desde entonces se conoce con el nombre de calle de la Manita”, detalla Palma, explicando el origen del nombre que hoy en día se puede apreciar todavía en una placa tallada en la pared.
¿Una versión alternativa?
Pese a que esta es la calle más popular con ese nombre, existe en Barrios Altos la historia sobre una calle conocida con un nombre similar: ‘De la manito’. Esta no se debe confundir con la historia narrada por Ricardo Palma. Dicho espacio se ubica en el jirón Jauja, cerca a la iglesia de Santa Clara.
La tradición relata que una joven vivía con su padre, quien solía encerrarla en su vivienda, encontrando como única distracción la ventana del hogar. A través de ella, la mujer de 28 años entabló amistad con un joven que usaba una escalera para acercarse, noticia que pronto llegó a oídos de su padre.
Tras llegar temprano a casa un día encontró al muchacho conversando con su hija desde la ventana. Al hablar con él dentro de su vivienda este le manifestó que estaba enamorado de ella y sus intenciones de casarse, sin embargo, el hombre reaccionó echándolo a patadas.
Como suele ocurrir en estas historias, la joven quedó devastada. Sin comer y llena de pena, aun sacando la mano por la ventana sin encontrar respuesta, reclamó a su padre quien debido a la ira la golpeó, cayendo ella al suelo y posteriormente falleciendo.Se dice que el incidente quedó registrado en una comisaría de la época; sin embargo, la leyenda cuenta que muchas personas habrían visto dicha ‘manito’ durante las madrugadas.
Una particular versión que, aunque pertenece a otro punto de la ciudad, explica no solo el nombre de la calle, sino también retrata la forma de pensar de los limeños en tiempos de antaño.