El próximo 11 de marzo marca el inicio del año escolar en Perú, según información del Ministerio de Educación (Minedu). La expectativa de los padres por el rendimiento académico de sus hijos es alta, motivados por el deseo de que obtengan buenas calificaciones. Sin embargo, ante los resultados académicos que no cumplen con estas expectativas, algunos recurren a métodos de disciplina cuestionables, como el castigo físico o elevar la voz, prácticas que aún persisten en la sociedad.
Este enfoque tradicional, lejos de ser una reliquia del pasado, aún encuentra espacio en la dinámica familiar de hoy, donde el rendimiento académico del estudiante se ve como un reflejo del éxito parental. La frustración ante el fracaso del menor a menudo conduce a respuestas punitivas, basadas en la creencia de que estas pueden motivarlo a mejorar.
Tres expertos conversaron con Infobae Perú sobre el impacto emocional y psicológico que estas prácticas disciplinarias pueden tener en los alumnos. Además, se discutirán alternativas constructivas por parte de papás para tener una reacción oportuna y adecuada al toparse con notas bajas.
La psicóloga Elizabeth Soto, que se desempeña en el programa de Servicio de Orientación al Adolescente (SOA), del Ministerio de Justicia, menciona que este tipo de método solo genera que dañen la autoestima y la confianza del menor.
La especialista explica que este comportamiento puede deteriorar las relaciones de los niños con sus compañeros y maestros, al adoptar posturas agresivas hacia ellos, ya que piensa que dicho comportamiento es aceptable.
“Este tipo de acciones puede desencadenar alteraciones conductuales, emocionales, agresividad, tendencia al aislamiento, actitudes rebeldes y disminución de la autoestima. Los niños terminan interiorizando estas actitudes como métodos adecuados para gestionar conflictos. Es crucial reconocer nuestra responsabilidad como adultos y la vulnerabilidad de los menores en este proceso”, declara.
Del mismo modo, Moisés Aguilar Zanabria, que labora como director de la institución educativa 20187 Hipólito Unanue del centro de poblado Herbay Bajo en Cañete, menciona que el acto de gritar puede generar en el estudiante sentimientos de ansiedad, miedo y baja autoestima. Estas emociones negativas pueden, a su vez, afectar su motivación y su habilidad para concentrarse en los estudios, lo que crea un círculo vicioso que dificulta la mejora académica.
“Los niños interpretan el gritar como una señal de amenaza, lo cual activa su respuesta de “lucha o huida”, preparándolos para defenderse o escapar. En un entorno de aprendizaje, esto se traduce en un estado de alerta constante que impide la concentración y la asimilación efectiva de nuevos conocimientos”, detalla.
María Aguilar, docente de Matemáticas con más de 20 años de experiencia en colegios públicos como privados, ha presenciado situaciones en las que un padre reprende a su hijo y esto provocó daño en el escolar.
“Estuve muy cerca de un caso en el que a un estudiante se le detectó depresión a causa de los reproches de su mamá. Se sentía extremadamente presionado y no disfrutaba de las clases como sus demás compañeros. Detectamos el problema a tiempo en colaboración con el resto del equipo docente y sostuvimos una conversación con la señora, quien comprendió el efecto negativo de su acción. Tras algunas semanas, se observó un cambio significativo en la actitud del adolescente quien comenzó a mostrar entusiasmo por el aprendizaje”, relata.
Las palabras de la maestra no están lejos de la realidad, pues según la página del Gobierno del Perú, el Ministerio de Salud (Minsa) reportó 247 mil 171 casos de depresión atendidos en 2022, de los cuales el 17.27 % correspondió a menores de edad y el 75.24 % a mujeres.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este trastorno mental afecta tanto a adultos como a niños y se destaca principalmente por una disminución en el estado de ánimo y sensaciones de tristeza. Los afectados muestran una notable reducción del interés, la motivación y el placer en diversas actividades, incluyendo aquellas aficiones o pasatiempos que antes disfrutaban, lo que frecuentemente conduce a un aislamiento social.
Los tres expertos ofrecieron su punto de vista sobre cómo un padre puede abordar la situación cuando su hijo le muestre una baja nota y un curso desaprobado.
Mantener la calma y propiciar el diálogo
De acuerdo con la psicóloga Elizabeth Soto, escuchar activamente muestra apoyo y disposición para entender la situación desde la perspectiva del escolar, lo que crea un ambiente de confianza que facilita la búsqueda conjunta de soluciones y estrategias de mejora.
“Comunicarse de forma afectiva con nuestros hijos que es muy importante. Hay que evitar dramatizar el momento cuando se observen calificaciones bajas y priorizar la búsqueda del trasfondo del problema es lo más importante. Los papás deben mostrar cariño y apoyo para expresarle que esto es algo transitorio”, explica.
Asimismo, María Aguilar menciona que lo esencial es la comunicación para saber la razón por la cual el niño tiene malas notas y hay una serie de causas como, por ejemplo, es víctima de acoso escolar, no entiende en clase o problemas en casa.
Con respecto a este último punto, la maestra señala que, basándose en su experiencia, la mayor parte de las bajas calificaciones están relacionadas con el origen familiar de los estudiantes, específicamente aquellos que provienen de hogares uniparentales.
“Recuerdo el caso de una niña que enfrentaba dificultades en sus cursos. Cada vez que convocábamos a los padres, no obteníamos respuesta, hasta que, después de seis meses, la madre apareció. Ella me explicó que era madre soltera y trabajaba durante todo el día. Por esta razón, pasaba poco tiempo en casa y no lograba apoyar a su hija con sus deberes escolares”, comenta.
Ante esto, la profesora subraya que, aunque es positivo que los padres trabajen para brindar lo mejor a sus hijos, resulta esencial dedicarles tiempo y permanecer atentos a sus tareas y preocupaciones.
Establecer hábitos de estudios
De acuerdo con Moisés Aguilar, una manera constructiva de enfrentar notas deficientes sería examinar y modificar las prácticas de estudio del alumno. Es posible que los progenitores generen un espacio adecuado para el aprendizaje, por lo que se puede definir un horario estable y minimizar las distracciones.
En ese sentido, el director explica que dentro de esa planificación se debe evaluar el trabajo en conjunto con los docentes y mantener la comunicación con ellos, pues juega un rol protagónico dentro de la educación.
“En el colegio donde me desempeño, adoptamos la estrategia de convocar únicamente a uno de los progenitores al momento de distribuir las boletas de calificaciones y así, se permite un intercambio directo entre cada tutor y los padres. Si se presenta el caso de que un estudiante obtiene una calificación baja, la prioridad es asegurar a los padres que este resultado no determina las habilidades del niño. Es importante reconocer que algunos destacan en comunicaciones, mientras que otros exhiben mayor destreza en matemáticas”, detalla para Infobae Perú.
Actividades para evitar el estrés
De acuerdo con la psicoterapéutica Elizabeth Soto, a veces, las bajas calificaciones pueden reflejar una falta de conexión o interés en los contenidos académicos, debido al estrés. Por eso, señala que involucrar a los hijos en actividades que permitan eliminar esa tensión y ansiedad.
“En el caso del estrés académico en los niños, es posible procurar una nutrición balanceada, practicar ejercicio físico y realizar breves pausas activas, como disfrutar de una bebida refrescante”, detalla.
María Aguilar también se suma a estas ideas y añade que el niño puede relajarse después de escuela en sus pasatiempos favoritos como, por ejemplo, dibujar, bailar, cantar, entrar a un taller de actuación o jugar fútbol con sus amigos.
Además, expone que es bueno reconocer y celebrar cada avance en el rendimiento académico es vital para motivar al estudiante. Esto refuerza su confianza en sí mismo y le motiva a seguir mejorando.
Evita las críticas destructivas
La psicóloga explica en este punto que los padres deben buscar el tipo de comunicación afectiva, por lo que uno debe buscar las palabras exacta sin herir los sentimientos de los menores. Además, agrega que el resultado del menor en la escuela es fruto del trabajo en conjunto con la familia.
“Cuando hablamos sobre el papel familiar, entendemos que todos somos un equipo y nos apoyamos para lograr los objetivo. Por eso, el éxito del niño también representa el éxito de los padres. Si bien es cierto que papá y mamá trabajan, siempre hay tiempo para revistar las tareas y estar al tanto de las actividades. El menor se siente más integrado cuando hay comprensión, respeto y estímulo”, acota.
Ofrecer apoyo y recursos adicionales
De acuerdo con el director Moisés Aguilar, ofrecer a los hijos apoyo externo y recursos adicionales puede ser crucial para su avance académico. Identificar sus necesidades específicas permite a los padres seleccionar el tipo de ayuda más adecuado, ya sea mediante tutorías personalizadas que aborden directamente las áreas de dificultad o a través de materiales adicionales que enriquezcan su proceso de aprendizaje como libros o plataformas educativas.
Desde hace 10 años, el sistema de calificación en los colegios cambió, pues se dejó de lado las clásicas escalas numéricas (1-20) por las letras (AD, B, C y D) la cual está establecida en el Currículo Nacional de Educación Básica. Esta modificación fue progresiva, pues primero se usaba para quienes se encontraban en inicial y primaria, pero en la actualidad esta abarca para el nivel secundaria.
De acuerdo con Minedu, la escala de evaluación mediante letras refleja el desempeño académico de los alumnos: “AD” implica superación de las expectativas, “A” demuestra que se alcanzaron los objetivos de manera adecuada y en tiempo establecido.
Por otro lado, “B” muestra que el estudiante está a punto de alcanzar las metas, necesitando guía extra, mientras que “C” indica un avance mínimo y requiere más apoyo y atención por parte del educador.
Con respecto a esto, María Aguilar señala que está de acuerdo con este nuevo sistema de calificación porque ya no afecta la autoestima de los escolares quienes no se sienten juzgados por números (1-20).
“Anteriormente, una calificación de 05 indicaba un rendimiento bajo, pero ahora, con la letra “C”, los alumnos perciben una oportunidad para mejorar. Al obtener un “AD”, a pesar de no conocer el equivalente numérico preciso, entienden que han alcanzado la excelencia. Con una “B”, reconocen que están avanzando adecuadamente”, explica.
La psicóloga también muestra aceptación con este nuevo cambio en la evaluación de los colegios, pues menciona que estos “cambios son progresos implementados por el Ministerio de Educación a los cuales debemos adaptarnos. Afrontar estos retos de manera efectiva es crucial cuando los estudiantes tienen la capacidad de responder. Es importante mantenernos abiertos a nuevas metodologías, ya que representan mejoras”.
En contraposición, Moisés Aguilar manifiesta sus dudas al argumentar que los padres no están familiarizados con el significado de las valoraciones en letras (AB, B, C, D).
“Los padres frecuentemente consultan sobre las notas de sus hijos, y, según mi experiencia, prefieren la claridad de la escala numérica a las letras, ya que esta les resulta más cómodo. Considero beneficioso utilizar números como 20, 19 o 18 para calificaciones altas, pues esto podría motivar a los menores. Sin embargo, ante calificaciones bajas, la utilización de letras me parece una opción adecuada”, explica.
Este sistema es un cambio beneficioso para el escolar, sin embargo, es importante el trabajo del ambiente familiar en el desempeño académico. Es evidente que gritar a un niño por sus bajas notas tiene un impacto negativo en su desarrollo emocional. Adoptar un enfoque más comprensivo y constructivo no solo mejora la relación entre padres e hijos, sino que también sirve como una base sólida para el éxito educativo y personal a largo plazo.