María Benito, la peruana con ELA que será desconectada para morir con dignidad: “¿Para qué prolongar este sufrimiento?”

Muerte digna. Una resolución judicial ha reconocido el derecho de María Benito a rechazar el tratamiento médico que prolonga su vida artificialmente. “Después de tanto sufrimiento, al fin podré descansar”, ha dicho

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María Benito Orihuela es una administradora de 66 años que permanece postrada en una cama debido a la esclerosis lateral amiotrófica que padece. | Panorama

María Benito, una peruana con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en etapa avanzada, solo aguardaba el voto de un juez dirimente. El viernes pasado, durante una audiencia judicial, se calzó frente a una pantalla dispuesta a intervenir de manera remota, pese a que no tiene voz ni puede moverse.

Sus ojos son el único medio por el que puede comunicarse mediante un programa especial de computadora. Así, con el aleteo de sus iris, preparó un discurso brevísimo: apenas dos párrafos que contienen la carga poderosa de su causa. La activista Ana Estrada, símbolo de la eutanasia en el país, se encargó de difundirlo a través de las plataformas sociales después de que el juez y el abogado del Seguro Social (EsSalud) no quisieron escucharla.

En el primer punto, Benito suplicaba piedad al juez superior José Luis Velarde, el único que se opuso a su petitorio, pese a que estaba contemplado por la Ley General de Salud, el Reglamento de la Ley de los Derechos de las Personas Usuarias de los Servicios de Salud y el Código de Ética y Deontología del Colegio Médico peruano.

“A nadie le hago daño ni mal alguno. Es la única esperanza que tengo. Usted no se imagina cómo es pasar un día sin poder hacer nada, solo mover los ojos y esperar la buena voluntad de las personas que me atienden. Por eso, suplico clemencia. Yo sé que su criterio sobre la vida y la muerte es claro, pero hay excepciones, que estará bien por haber dejado que un ser humano deje de sufrir”.

En el siguiente punto, la paciente iba a trasladar a la sala parte de su padecimiento:

“Soy un esqueleto. Peso treinta kilos de los 52 que tenía. Es intolerable el dolor de mis huesos con el contacto con la cama. Ya no hallo comodidad en ninguna posición y de noche es aún peor. Si el dolor me despierta, no tengo cómo avisar. Hasta el cuero cabelludo me duele. Tengo que usar guantes con agua para menguar el dolor ¿Para qué prolongar este sufrimiento? Por favor, póngase en mi lugar un día”.

Una semana después, este jueves, la Tercera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima ha declarado fundada su demanda. La resolución judicial es inapelable.

El procedimiento al que accederá no requiere un protocolo: el retiro del ventilador mecánico es parte de negarse a recibir un tratamiento médico (regulado en la legislación). EsSalud —que asemejaba erróneamente este procedimiento con una eutanasia— deberá asignar un personal médico no objetor de conciencia que retirará la máquina y aplicará un sedante hasta que a Benito le llegue naturalmente la muerte. La muerte digna. “Me gustaría irme sin darme cuenta —dijo alguna vez—: durmiendo”.

“Esta ha sido una batalla dura, particularmente para María. Es un caso que nunca debió ser judicializado porque ella solo pedía que hagan cumplir la ley. Esperemos que esta sentencia siente un precedente para las personas que desean y necesitan tener el control sobre el epílogo de sus vidas, que desean evitar el sufrimiento y su agonía en el tránsito hacia la muerte”, dijo a Infobae Perú la abogada Josefina Miró Quesada, quien ha respaldado la causa junto con el letrado Percy Castillo, exadjunto de Derechos Humanos en la Defensoría.

“María aún no puede creer el fallo. Está feliz. ‘Después de tanto sufrimiento, al fin podré descansar’, me dijo hoy. Sus hijos también están agradecidos. Nunca se trató de morir o vivir, sino de morir en agonía o en paz. De morir con dignidad”, continuó.

Para Miró Quesada, el fallo también ha dejado atrás la “visión paternalista de la Medicina en virtud de la cual el médico decía lo que mejor le conviene al paciente o incluso decidía sobre el paciente”, una visión, bajo su óptica, “absolutamente obsoleta”.

“Y para bien, la sentencia convalida un enfoque muy importante en la bioética moderna que pone al paciente como la voz más importante en las decisiones que tienen que ver con su salud y su vida —remarcó—. La persona que recibe estos servicios de salud es un sujeto de derecho con plena dignidad, que debe ser respetada y garantizada en todo momento, más aún si es un paciente con discapacidad, cuya autonomía siempre ha sido negada en sociedades como la nuestra”.

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