El testamento de Raúl Porras Barrenechea, emblemática personalidad del ámbito cultural e intelectual peruano, trasciende el mero carácter de documento legal para convertirse en un espejo del alma de uno de los más brillantes intelectuales latinoamericanos del siglo XX. Con su muerte, emergió un manuscrito cargado de misterio, delineando las complejas relaciones personales y su ambiciosa visión de futuro para su inmensa herencia. Ante este descubrimiento, surge una pregunta que intriga y convoca a la reflexión: ¿A quién designó Porras Barrenechea heredero de sus valiosos bienes y qué nos dice esta decisión sobre el verdadero carácter del hombre detrás de la leyenda?
Al desvelar este secreto, resguardado en el Archivo General de la Nación, nos encontramos no solo ante la revelación de sus íntimos principios sino ante un interrogante sobre su deseo de perdurar en la memoria colectiva. Porras Barrenechea optó por un legado que sobrepasa lo estrictamente personal, alcanzando una dimensión comunitaria y cultural. Esta decisión, sorprendente para el ámbito intelectual y la sociedad peruana en su conjunto, ha generado un amplio debate respecto al influjo de semejantes elecciones en el patrimonio cultural de la nación. ¿Qué nos desvelará el contenido de este testamento acerca de sus aspiraciones finales y cómo dichas intenciones se entrelazan con el legado monumental que decidió dejar tras de sí?
La huella materna en el legado de un intelectual peruano
Raúl Porras Barrenechea no solo es recordado por su vasta obra y contribuciones académicas, sino también por su profundo vínculo con su madre, Juana Barrenechea y Raygada. Esta relación no solo dejó una marca indeleble en su personalidad, sino que también orientó su destino como intelectual y académico.
La profunda influencia materna en la vida y obra de Porras Barrenechea se evidencia no solo en aspectos emocionales e intelectuales, sino que encontró su máxima expresión en su testamento, donde decidió legarle la mayoría de sus valiosos bienes, reflejando el inmenso aprecio y estima que sentía hacia ella.
Jorge Ortiz Sotelo, jefe institucional del AGN, durante una entrevista para Andina, destacó este aspecto sentimental: “En dicho documento queda expuesto su amor por su madre, Juana Barrenechea y Raygada, pues al expresar su intención de legarle la mayoría de sus posesiones dejó en claro lo gravitante de su presencia para él”.
Además, a través de la información publicada por el Archivo General de la Nación, se sabe que desde joven, Porras Barrenechea mostró una inusual predilección por la acumulación y el estudio de libros, iniciando su propia colección bibliográfica a los quince años sin haber heredado un solo volumen.
Con el paso del tiempo, y a medida que su carrera como diplomático, profesor universitario y periodista florecía, su colección fue creciendo exponencialmente. Cuatro décadas después de iniciada, esta colección ya contaba con más de 20 mil volúmenes, testimonio de su incansable búsqueda del conocimiento y su pasión por las letras. Esta biblioteca personal no solo era un reflejo de la erudición de Porras Barrenechea, sino que se convirtió en un tesoro cultural invaluable para Perú.
¿Cuál fue el último deseo del intelectual?
En su testamento, redactado inicialmente el 19 de enero de 1953, Raúl Porras Barrenechea expresó su firme deseo de que su valiosa biblioteca fuera donada en su totalidad a la Biblioteca Nacional de Lima.
“Deseo que mi Biblioteca pase íntegramente a la Biblioteca Nacional de Lima para formar en ella la sala Raúl Porras Barrenechea, con todos mis libros indivisiblemente (…) Mi biblioteca será sellada el día mismo de mi fallecimiento por una comisión de amigos que formarán el Patronato de ella y cuidarán la forma de la entrega. Formarán esa Junta mis amigos el doctor Oswaldo Hercelles, Manuel Mujica Gallo y Ricardo Vega García, Félix Alvarez Brun y Carlos Fernández Sessarego (…) No deseo que mi biblioteca pueda ser objeto de especulación o comercio”, se lee en su testamento, cuya primera versión se escribió el 19 de enero de 1953.
“Declaro que mis bienes son: un departamento en Ancón en la Ribera, íntegramente pagado. Mis derechos sucesorios en la herencia de mi padre don Guillermo Porras, reducida a dos fincas viejas en el jirón Trujillo, en Lima y en el Barranco, calle Dos de Mayo, que están en posesión de mi madre. Mis derechos ante el Estado por más de treinta y nueve años de servicios, que equivalen a un capital depositado en favor de mi madre que debe tomarse en cuenta para determinar mis bienes de libre disposición”.
Un giro inesperado
Lamentablemente, tras el fallecimiento de su madre el 29 de octubre de 1954, Porras Barrenechea ajustó los detalles de su testamento a las nuevas circunstancias.
“En el año transcurrido ha muerto mi madre, que era mi heredera forzosa, y mis bienes quedan íntegramente de libre disposición. Voy a emprender el primero, un viaje al Cusco que por la altura y mi enfermedad del corazón puede serme fatal. Voy a esta aventura serenamente. Tuve temor de morir mientras vivía mi madre. Desaparecida ella puedo disponer de mi vida que le estuvo consagrada”.
Un legado para la eternidad
El legado de Raúl Porras Barrenechea trasciende el contenido de su testamento, erigiéndose no solo como una muestra de su profunda devoción por el conocimiento y el amor hacia su madre, sino también como un reflejo de su deseo de compartir su vasta sabiduría con todo el Perú. Este documento revela mucho más que la preocupación por el destino de sus bienes materiales tras su fallecimiento; se adentra en la conexión íntima con su madre y su apasionado viaje por la acumulación de conocimientos a través de sus libros, enfatizando su voluntad de hacer de esta herencia un bien accesible para su país.
Ortiz Sotelo, jefe institucional del Archivo General de la Nación destaca que, más allá de las preocupaciones sobre el futuro de sus pertenencias, la herencia más significativa de Porras Barrenechea no se encuentra en los objetos que dejó atrás, sino en el profundo impacto e influencia que ejerció sobre aquellos a quienes educó e inspiró. La valiosa contribución del historiador se manifiesta en las enseñanzas y los valores que impartió, los cuales constituyen sus verdaderos tesoros. Discípulos suyos, que siguieron sus pasos y se convirtieron en reconocidos diplomáticos como Félix Álvarez Brun, Jaime Cáceres y Luis Felipe Angell de Lama, son prueba viviente del legado de sabiduría que Porras Barrenechea dejó. Estas distinguidas personalidades, a través de sus logros y carreras, son el claro reflejo de las lecciones y los conocimientos que el historiador supo transmitir, llevando su influencia mucho más allá de sus textos y enseñanzas directas.