Ser joven y exitoso en el Perú puede convertirse en una carga pesada que puede tener fatales consecuencias si es que te cruzas con las personas incorrectas. Más aún si sales, como se dice, de abajo y logras cosas importantes.
Tal como le ocurrió al todavía recordado Luis Banchero Rossi quien halló la muerte e primero de enero de 1972 en su casa de campo en Chaclacayo, en circunstancias que hasta hoy son motivo de análisis por propios y extraños.
El terrible hecho causó conmoción en la sociedad peruana de aquellos tiempos pues no solo se trataba de un empresario más, sino de un personaje carismático y querido que algunos hasta llegaron a considerar ‘presidenciable’ en caso hubiera caído la dictadura militar que estaba al mando del país en esos tiempos.
Buscó su propio futuro
Nacido de ancestros italianos un 11 de octubre de 1929 en Tacna, los padres de Banchero Rossi esperaban que su retoño se haga cargo y herede la hacienda para seguir con el negocio familiar.
Sin embargo, una vez que terminó el colegio, en 1946, el jovencito Luis decidió estudiar ingeniería química en la Universidad Nacional en Trujillo.
En la ‘Capital de la Eterna Primavera’ comenzó su camino como empresario al dedicarse a vender diversos productos. Tras conseguir suficiente capital, funda la empresa Productos y Forrajes en 1953.
Inmerso en el mundo de los negocios, conoce a Carlos Alberto Mannucci Finochetti quien es ese momento era el hombre más rico de todo el norte peruano y tenía un negocio de automóviles.
De la nueva sociedad nace Trujillo S.A. Más tarde baja a Chimbote para fundar una fábrica de lubricantes para carros y en octubre de 1955 crea la fábrica de conserva Florida.
Tras deshacerse de ‘Productos y Forrajes’, le pone todas las fuerzas a la consolidación de Florida y la convierte en poco tiempo en la segunda empresa se conservas más importante de Chimbote.
El cielo es el límite
El camino al éxito financiero quedó allanado para Bachero Rossi cuando compró el 50% de la acciones de compañía Humboldt Internacional, que tenía su sede principal en Hamburgo (Alemania) y tenía el monopolio exclusivo de harina de pescado en toda Europa. No llegaba ni a los 30 años y ya era uno de los hombres más ricos del Perú.
Primer zar de la comunicación
Al ver que parte de su fortuna podría verse afectada por las decisiones de la Junta Militar (liderada por el general Nicolás Lindley) que gobernada en 1962 de aplicar nuevos impuestos a las ganancias de la industria pesquera es que Banchero ve como opción ampliar los negocios hacia los medios de comunicación. Así es como en su natal Tacna, y ese mismo año, crea el diario Sur aunque casi al instante será llamado ‘Correo’.
Ese solo fue el primer paso del plan pues luego crearía las ediciones de Piura, Huancayo, Arequipa y Lima. Así fue como le dio forma a la Empresa Periodística Nacional (EPENSA) una de las más importantes en la historia del país, lamentablemente absorbida.
Con este nuevo brazo, Banchero pensaba generar una opinión favorable en la gente para la actividad pesquera. El 14 de mayo de 1968 nacería el más importante de sus medios: el diario Ojo.
Pero los medios de comunicación no fue la única área en la incursionó el exitoso empresario, pues también invirtió en el club de fútbol Defensor Lima, que sería su presidente en 1970.
Como ya hemos visto, en menos de 15 años pasó de vender comida para ganado a convertirse en el hombre más poderosos del Perú. Muchos lo veían como un futuro presidente de la república.
Y estaba en el camino correcto ya que en 1968 fue elegido presidente de la Sociedad Nacional de Pesquería, pero al poco tiempo se instaló el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada (sí, otro golpe de Estado), encabezado por Juan Velasco Alvarado.
Versión oficial de su muerte
Cuando parecía que nada podía salirle mal, la muerte se cruzó en su camino de la manera más imprevisible y abyecta posible: el uno de enero de 1972 fue hallado muerto con varias heridas profundas de cuchillo y golpeado.
Banchero Estaba en su casa de campo de Chaclacayo con su secretaria, y supuesta amante, María Eugenia Sessarego.
Lo más inverosímil fue que el hijo de su jardinero, Juan Vilca, se declaró culpable del hecho. Lo cuál a muchos les pareció raro, por decir algo amable, Y el que el jovencito solo media 1.50 frente al 1.80 de Banchero, quien además solía practicar deportes, era fornido y sabía artes marciales ¿cómo es que no pudo defenderse?
Tanto Vilca como Sessarego fueron condenados, aunque de manera sospechosa ambos fueron indultados cuando Francisco Morales Bermúdez llegó al poder. Los dos se retiraros de la vida pública y hasta hoy no han salido a decir la verdad.
Nazis en el Perú
Es harto conocido que tras el final de la Segunda Guerra Mundial, muchos criminales se salvaron de caer en manos de los aliados y de la justicia usando la ahora conocida rattenlinien (la ruta de las ratas).
Este fue un sistema de escape para nazis y fascistas que huían de Europa y que incluía al mismo Vaticano, al gobierno del Generalísimo Francisco Franco (en España) y sistemas de inteligencia estadounidense.
Así fue como muchos exoficiales de las temibles SS terminaron en países como Argentina, Brasil, Paraguay y, algunos en Perú. Hasta se dice que el mismo Adolf Hitler terminó sus días en una apacible playa brasilera.
Uno de esos que llegó al Perú fue Friederich Schwend, entre otras cosas, él quien organizó la guerra económica contra Inglaterra fabricando millones de libras esterlinas faltas para desestabilizar la economía de la isla. Llegó al Perú en 1947 y, como al parecer acá nadie leía noticias, solo tuvo que latinizar su nombre por Federico y siguió como si nada.
Se mudó a Santa Clara y los rumores sobre ese rubio y rosado personaje, que más parecía un abuelito bonachón, comenzaron a esparcirse, pero como ya dijimos: acá nunca pasa nada si estás con la gente correcta.
Para finales de1971, a don Federico llega visita. Y no era otro que Klaus Barbie, también conocido como el ‘Carnicero de Lyon’ (en donde se estima que mandó a matar a casi 14 mil personas), quien usando el mismo sistema para salir del Viejo Continente llegó a Bolivia.
Al país del Altiplano había llegado en la década de 1950 y ahí se mantuvo gracias a los gobiernos de turno. Hasta que la justicia francesa sospechó de su presencia en ese país y emprendió su búsqueda. Y lo más cerca, y seguro, era el viejo amigo y excolega afincado en Perú, que además era vecino del hombre más poderosos del país.
Quieren dinero
No se crea que don Federico solo vivía de sus rentas (que acá no tenía), pues sus amigos le consiguieron el envidiable empleo de asesor de inteligencia tributaria en el gobierno militar.
Como es obvio, el ciudadano alemán aprovechó este puesto para extorsionar, junto con otros militares peruanos, a grandes empresarios. Claramente Banchero era un pez gordo y algo habrían de sacarle.
Según el historiador Nelson Manrique, en una de las reuniones que pactaron Schwend y Banchero Rossi, el nazi habría llegado acompañado de Barbie, que usaba el alias de Klaus Altmann.
Los que los criminales de guerra no contaron era que el empresario nacional tenía un ayudante alemán, Herbert John, quien reconoció a Barbie de inmediato y así se lo hizo saber luego a Banchero, que tenía intereses económicos en el puerto de Hamburgo.
Entonces ambos le enviaron una carta comunicando su descubrimiento a la famosa pareja de esposos y cazadores de nazis Serge Klarsfeld y Beate Künzel. Poco después, Banchero fue asesinado.
A las pocas semanas de ocurrido el asesinato, la revista ‘Caretas’ público fotos de Barbie paseando por el Centro de Lima y revelando su identidad. El caso provocó un nuevo escándalo y hasta el embajador de Francia alzó su voz de protesta pero cuando salió la publicación, Barbie ya estaba de vuelta en Bolivia.
Recién en 1983 Barbie, que le gustaba jactarse de idear el operativo que acabó con la vida del Che Guevara, sería capturado en el vecino país. Y entre sus pertenencias se le encontró la carta que Banchero y Herbert John habían enviado a los cazadores de nazis. Condenado a cadena perpetua, murió en una prisión francesa en 1991 producto de una leucemia.
Por su parte, don Federico tuvo una vida más amable y murió en Lima a los 74 años. Sin que nunca nadie dijera nada.