Todos los peruanos que en algún momento de su infancia o adolescencia estudiaron en un colegio público saben que existen ciertos rituales y normas que se deben respetar a carta cabal, con riesgo de ganarse una llamada de atención e incluso una mala calificación de no hacerlo.
Entre estas indicaciones se encuentra el uniforme oficial (usualmente, pantalón gris, camisa blanca y zapatos negros) y corte escolar (cabello corto para los varones y recogido con un moño en el caso de las niñas). Aunque, según los lineamientos del Ministerio de Educación (Minedu), no se puede obligar a que una familia mande a los menores del hogar con esta ropa, ciertamente, es lo que se suele adquirir y pedir.
Sin embargo, esta “uniformidad” que buscan, no es la única característica militar que sigue existiendo en nuestras escuelas. Por ejemplo, todos los lunes los alumnos de cada nivel, primario y secundario, deben asistir a una formación donde se reza el padre nuestro, se canta el himno nacional y se dictan dinámicas marciales para mantener el orden y el espacio entre cada estudiante. Muchas veces, no se toma en consideración que la sensación de calor sea intensa o si el invierno entumece los músculos, los lunes se debe formar y escuchar los anuncios del director o directora.
Además, cada año los colegios realizan un desfile, como hacen los militares, con sus respectivas bandas y escoltas. Luego, cada escuela compite con otras de su distrito y departamento.
Estas dinámicas son completamente ignoradas en el sector privado, donde cada joven tiene la libertad de vestirse y lucir en general de acuerdo a su propia personalidad (sin transgredir algunas normas que son más flexibles). Pero, ¿por qué seguimos haciendo esto? De acuerdo a especialistas consultados por Infobae Perú, nuestra nación sigue siendo un país muy tradicionalista y esto se puede comprobar a lo largo de su historia.
De acuerdo con el historiador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), José Vásquez, después de la gran herida que dejó la derrota en la Guerra del pacífico, se intentó reivindicar el espíritu nacional, por ejemplo con Andrés Avelino Cáceres y luego con Nicolás de Piérola en el siglo XX con una “mirada de la revancha”.
Estos traumas llevaron a que en 1926, en el segundo Gobierno de Augusto Leguía se empiece a impartir el curso de obligatorio de instrucción militar en escuelas públicas, y después para privados en 1927.
“Se pretendía construir formar un nuevo hombre nacionalista que quiere a la patria, que está dispuesto a sacrificarse por ella”, contó.
En general, el Ejército está muy presente en la historia política peruana. A los anteriormente mencionados, se puede añadir a Luis Miguel Sánchez Cerro y Manuel A. Odría, en cuyo gobierno se crea el colegio militar Leoncio Prado. Luego, esta idea de tener ciudadanos más ciudadanos nacionalistas se retomaría con Juan Velasco Alvarado, otra dictadura marcial.
Luis Rosales, sociólogo y profesor de la Universidad Pontificia Católica del Perú (PUCP), cree que estas costumbres que hay en los colegios del Estado son “un rezago de otra época” donde los militares eran considerados bastiones de la ciudadanía y se esperaba una “formación de cuerpos homogéneos y dóciles”.
“Ahora estamos en otro momento de la historia donde no esperamos que la escuela forme sujetos, ni cuerpos homogéneos, ni marciales, ni dóciles. Esperamos que también tomen decisiones, que ponderen, que valoren y aprendan a trabajar con la diversidad. Se necesita otro tipo de prácticas”, argumenta.
Vásquez coincide en esa misma idea y sostiene que el Perú, al ser un país tan caótico, se tiene la idea de que el orden militar te puede llevar al éxito.
Esto se ve reflejado en el colegio Leoncio Prado, donde los padres saben que sus hijos serán maltratados, pero igual los siguen matriculando. La vía militar se sigue viendo como una forma de ascenso social.
“Quieren que sus hijos sean correctos, que no vayan a la delincuencia, que sean masculinos. (Después de la creación del Leoncio Prado) cada región empezó a exigir un colegio militar y hasta el gobierno de Humala, que hemos tenido hace poco, se han ido inaugurando colegios militares, porque las poblaciones los exige por esta idea de orden, progreso y desarrollo”, cuenta.
El profesional de San Marcos afirma que el Perú es un país que históricamente se ha resistido al cambio y que hay diversos ejemplos nivel de América Latina: estamos entre los últimos en independizarse, en romper con la esclavitud y en darle el voto a la mujer. A esto se le podría agregar que todavía no se legaliza el aborto en casos de violación sexual.
“Somos muy tradicionales y eso tiene que ver con las ideas de quienes nos han formado, es decir, la Iglesia y los militares. Hasta ahora una buena parte de los colegios peruanos tiene que ver con una dirección religiosa católica. (También) hay colegios militarizados (...) Hay una idea de que lo militar ayuda a que una persona sea de bien. Entonces, cambiar eso del chip de la cabeza de los peruanos y peruanos es bien difícil”, explica.
Entonces, comenta, las instituciones educativas siguen con la idea de implantar el uniforme y de un cabello corto, “a pesar de que, pedagógicamente, no hay ninguna justificación que asocie el cabello corto con que una persona sea mejor, más inteligente o más disciplinada”.
“Si preguntas a las personas si los militares deben salir para acabar con la delincuencia, la mayoría te va a decir que sí, y si se le preguntas a las personas si debemos seguir con el concordato con el Vaticano para que no le paguemos a los curas o que ellos paguen sus impuestos, mucha gente se va a oponer”, aclara.
“La iglesia católica tiene mucho poder, pero el cristianismo en general poniendo a todos los cultos que existen en el Perú actualmente, yo diría que es ese punto que une a la mayoría de peruanos y peruanas”, añade.
Para el docente de la PUCP, si bien los peruanos ya saben que no quieren seguir con estas costumbres, todavía no tienen claro cómo lo van a cambiar.
“No sabemos muy bien cómo hacerlo porque si no se les prohíbe (ciertas libertades en los colegios) es el caos, pero no necesariamente, ya que se puede construir pautas más razonables, más amables, que no enfaticen tanto construir las diferencias entre los cuerpos de varones y mujeres, ni separar los que son marciales y atléticos de los que son más bien más robustos”, puntualizó.
El uso del clásico uniforme escolar puede ser un problema económico para algunas familias. Comprar suficientes pantalones, camisas, polos y buzos para la semana puede no estar al alcance de todos. No obstante, el sociólogo, entrevistado por Infobae Perú, propone que para algunos jóvenes esto podría significar una preocupación menos en cuanto a estar a la moda, a la par de sus compañeros.
“Creo que ambas tienen sus pro y sus contras. Yo diría, que usen lo que se les acomode y dependiendo del lugar donde estén, según los recursos que tengan”, dijo.
Internacionalmente, países como España, Rusia y hasta Corea del Norte realizan cada año desfiles militares de envergadura nacional. Esta costumbre de exponer el poderío de cada milicia está inspirada en Francia, aunque actualmente vivimos en tiempos mucho más pacíficos a comparación de siglos pasados.
Esto se replica en los colegios para demostrar disciplina, orden y una mejor organización, indica Vásquez. En efecto, actualmente existen concursos distritales y regionales de esta índole y ganarlo significa un gran prestigio para la institución.
“Por ahí me parece que va esta idea de continuar con estos estas formaciones estos concursos de escoltas, y la formación”, propone.
Jose Luis Rosales afirma que en cuestión de políticas públicas, si no se presenta algún tipo de alternativa, significa respaldar lo que se viene implementando. En ese sentido, postula que no debería existir los desfiles militares.
“No quiero que mis niños sean militares ni manejen sus cuerpos como ellos. Yo quiero a mis niños y niñas diversos, contentos, juguetones, solidarios, críticos”, sostuvo.
Entre las alternativas que menciona se encuentran realizar un pasacalle, el cual podría promover la personalidad de cada infante.
“La idea de un pasacalle no es que todos estén igualitos. Son cuerpos diferentes que se mueven en un orden que no es marcial, porque ellos bailan y saltan, se trata de una forma de celebrar y que enfatiza mucho el tema de la diversidad, que es un tema muy importante para la formación de sujetos hábiles en el mundo contemporáneo. A los chicos les gusta porque se disfrazan, salen, hay música”, explicó.
Las escuelas también podrían concentrarse más en las danzas folclóricas, afirma el sociólogo.
“Pasa por recuperar archivos culturales que son importantes y que los trabajas en la escuela. La comida, por ejemplo, los festivales gastronómicos en los colegios que da cuenta de la diversidad de cultura, de ingredientes. Tenemos muchos recursos naturales y simbólicos que hay que mover, hay que abrazar, sacar estas viejas formas que creo no hacen a la gente feliz”, complementa.