Crisis alimentaria en América Latina y el Perú: Cifras, balance y perspectivas

América Latina es una región rica en recursos naturales y diversidad histórica y cultural. Resulta irónico que hoy atraviese una crisis alimentaria que se ha acrecentado de manera significativa durante los últimos años. Este y otros temas relacionados con el estatus alimentario contemporáneo de la región, así como del caso peruano, los abordaremos en la presente entrega

La FAO asegura que el Perú es uno de los países menos vulnerables a la inseguridad alimentaria debido a que es productor de este tipo de recursos. (Andina)

George Eliot decía que nadie puede ser sensato con el estómago vacío. Sin duda, nada es más cierto. El hambre es una barrera condicionante para cualquier sociedad. Un país hambriento, desnutrido y empobrecido condena a sus habitantes al sufrimiento y el subdesarrollo. En pocas palabras, no es sostenible. Ello se palpa en todas las latitudes, sobre todo en el sudeste asiático, África y América Latina. En el caso puntual de esta última región, la ironía contrastante entre la capacidad productiva versus la distributiva es preocupante.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), existen 131 millones de personas con acceso limitado a una dieta de calidad, de los cuales, 56 millones padecen hambre. Honduras, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Argentina, Bolivia, Ecuador, Chile, Venezuela y Cuba por mencionar algunos países, comparten esta realidad. Un panorama desolador que, no obstante, también plantea oportunidades para corregir, mejorar y adaptar estrategias y acciones enfocadas a combatir este flagelo.

En este escenario, a modo de reflexión, hacemos hincapié en que debemos extraer lecciones de intervenciones positivas y experiencias pasadas para orientar las políticas públicas locales y regionales, de cara a un futuro inmediato. En América Latina, es prioritario desarrollar e implementar soluciones factibles contextualizadas, es decir, aterrizadas a su realidad y coyuntura, según cada nación.

En el Día Mundial de la Alimentación, hacemos un repaso a la situación que vive el Perú, país con la mayor inseguridad alimentaria a nivel Sudamérica | Crédito: Infobae Perú.

Los Gobiernos no deben enfocarse solo en la falta de alimentos. Es necesario aplicar un enfoque sistémico que abarque todos aquellos aspectos estructurales y condicionantes, las desigualdades económico-productivas latentes y las barreras sociales limitantes que contribuyen a exacerbar la inseguridad alimentaria. El acceso al capital, la educación financiera y los programas de soporte técnico-productivo también son imprescindibles para apoyar a los micro- y medianos productores.

Contexto latinoamericano: Desafíos regionales

Latinoamérica cuenta con 1066 millones de hectáreas de área cultivable, seguida por África subsahariana, con 1031. El aprovechamiento de estas ventajas para optimizar los sistemas alimentarios y volverlos equitativos, eficientes y autosostenibles es un objetivo de grandes proporciones. Sin embargo, la naturaleza intersectorial multivariable que representa esta actividad productiva es una alta valla por superar. Resulta complejo por cuanto se requiere la participación directa y coordinada de los ciudadanos, la sociedad civil y el sector privado.

Empecemos por ideas fundamentales —que no son para nada nuevas— como la educación y la conciencia pública. Ambos son aspectos poderosos si se busca impulsar una transición responsable hacia una realidad alimentaria segura y estable. En este sentido, tanto la promoción de la agricultura autosostenible —sea de corte familiar, de subsistencia, y/o de índole cooperativo— como la inversión en infraestructura son ejes de acción de largo aliento no negociables a nuestro entender.

De esta interacción y articulación societal, en teoría, debieran formularse, tejerse y desprenderse una serie de políticas públicas concentradas en resolver los problemas tangibles y/o subyacentes de quienes labran la tierra, levan las redes, ordeñan las vacas, benefician las aves, etc. Nos referimos a la cadena de valor, que incluye a todos aquellos que emprenden, invierten y trabajan en sectores tan inciertos como la agricultura, la pesca y la ganadería, por mencionar los más relevantes.

Inseguridad alimentaria moderada alcanza al 50% en el Perú, reveló el ministro de Desarrollo e Inclusión Social|Andina

Índice Global del Hambre: el caso peruano

Con más de 16 millones de habitantes que padecen carencias nutricionales, hambruna crónica y desnutrición, el Perú no es ajeno a la realidad regional. Cabe recordar que, hace un par de años, el Índice Global del Hambre (GHI) ofreció una impresión de esta realidad.

Según el GHI, Cusco, Junín y Pasco experimentaron una transición alarmante de una situación de hambre moderada, en el 2021, a una categoría grave, en el 2022. Estas cifras y las proyecciones restantes se cumplieron. A su vez, departamentos como Apurímac, Ayacucho, Huancavelica y Loreto ya ostentaban los índices de hambre más altos del país. De nuevo, consideramos que ello es un reflejo persistente de las complejidades sistémicas que impactan a varios países de la región.

Es necesario destacar que, en sus proyecciones económicas para el 2023, el GHI concluyó que fue un peor año, en comparación con el 2010. Pese a la intervención de organismos del Gobierno nacional y a las acciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de múltiples agencias de cooperación internacional, los efectos negativos geopolíticos jugaron un rol preponderante en agitar las cifras negativas.

La inseguridad alimentaria en el Perú ha llegado a su punto más crítico este año.

Hambre, data y realidad

Una encuesta nacional realizada por Ipsos en octubre del 2023 reveló que el 26 % de la población (tres de cada diez personas) afirmó haber pasado, al menos, un día sin poder comer por la falta de recursos económicos, durante los últimos tres meses. La crisis alimentaria también tuvo impactos dispares en las regiones del país. Mientras que el 24 % de Lima pasó hambre, en provincias, el porcentaje aumentó hasta el 27 %.

Estas disparidades podrían atribuirse a factores económicos y geográficos. Solo el 53 % de peruanos afirmó haber consumido tres o más comidas al día durante la última semana, mientras que 47 % admitió no poder cumplir con esta ingesta, al menos, un día a la semana. Asimismo, el 9 % de los encuestados aseguró que obtenía raciones de alimentos de ollas comunes o comedores populares, entre otras fuentes, durante la última semana. Se evidencia una dependencia significativa de la asistencia alimentaria para una parte de la población.

A pesar de la crisis, un aspecto positivo es que el 53 % informó que al menos una de sus comidas del día anterior incluyó alimentos ricos en proteínas, lo que sugiere cierta variedad en la dieta. Sin embargo, la situación podría empeorar según el comportamiento de El Niño, este 2024. Las lluvias, las inundaciones, los huaicos y las sequías en diferentes regiones del país inciden de manera directa en la seguridad alimentaria.

A la inseguridad alimentaria se suman otros factores como el aumento de la pobreza y los altos precios de los alimentos de primera necesidad (canasta básica). Todo ello crea una suerte de triple carga, caracterizada por enfermedades derivadas de la desnutrición infantil, la anemia y/o los problemas de peso.

Inseguridad alimentaria afecta a más de la mitad de las familias de 18 regiones del Perú

El impacto del hambre en el Perú: un análisis profundo

La situación en el Perú emerge como un microcosmos que encapsula uno de los desafíos más amplios de la región. Según datos del GHI, se concluye que el Perú ha experimentado un aumento sustancial en el índice de hambre, al pasar de 17.7 puntos, en el 2021, a 19.6 puntos, en el 2022. Este incremento se debe, en parte, a factores económicos como la inflación y la desaceleración económica del año anterior. También se ve magnificado por eventos meteorológicos extremos y la persistente huella postpandemia. Por ende, una comprensión profunda de la situación en el Perú es primordial para enfrentar la magnitud de la crisis.

Se detectan cuatro indicadores claves: subalimentación, retraso en el crecimiento infantil, emaciación infantil y mortalidad infantil. Estos revelan un panorama desafiante, ya que departamentos como Huancavelica y Apurímac están al borde de una situación alarmante, mientras que Cusco, Junín y Pasco experimentaron un cambio drástico de moderado a grave.

Este impacto desigual plantea interrogantes sobre las políticas gubernamentales y las estrategias implementadas para abordar la crisis. La urgencia de entender las dinámicas regionales y locales es evidente para diseñar intervenciones centradas en las necesidades particulares de cada comunidad. Urge categorizar la evolución de las diversas complejidades en términos de geografía, demografía e infraestructura para desarrollar soluciones integrales.

(Andina)

Problemas sistémico-estructurales

Ante este escenario, cualquier persona se preguntaría si se están abordando las causas profundas de la crisis alimentaria o solo los síntomas inmediatos. ¿Las medidas aplicadas son sostenibles a largo plazo o son, simplemente, soluciones paliativas o temporales? Al respecto, representantes de Welthungerhilfe (ONG alemana dedicada a la ejecución de proyectos de desarrollo en Bolivia y Perú) destacaron la complejidad de la problemática y enfatizaron en la necesidad de colaboración intersectorial. También exhortaron a instar a la juventud a participar en la gobernanza de los sistemas y derechos alimentarios.

Welthungerhilfe también resaltó la importancia de proporcionar a los jóvenes acceso a educación y formación relacionada con la agricultura para su participación efectiva. En otras palabras, señaló la necesidad de una respuesta colectiva articulada que considere las raíces estructurales de la crisis alimentaria. En este contexto, la cooperación internacional se vuelve esencial, mientras que los Gobiernos regionales deberán trabajar en conjunto con los actores previamente mencionados para compartir recursos, conocimientos y mejores prácticas. De forma similar, se deben atacar otras variables como la corrupción, la falta de infraestructura y la desigualdad de acceso a recursos básicos.

Unas mujeres preparan alimentos en el asentamiento humano de Buena Vista el 2 de febrero de 2021, en el populoso distrito limeño de Villa María del Triunfo, en Lima (Perú). EFE/ Paolo Aguilar

Oportunidades en la adversidad y el rol de la tecnología

En noviembre del 2023, la Secretaría General Iberoamericana (Segib) presentó el informe El ecosistema agtech y foodtech en Iberoamérica: Oportunidad local y liderazgo global. El estudio destacaba la importancia de la tecnología en el sector agroalimentario para mejorar la productividad, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental.

El informe analizó el perfil de 36 empresas agtech y foodtech con impacto directo en la reducción del hambre y la consecución de la seguridad alimentaria mediante el uso de tecnología en sistemas agropecuarios y alimentarios. La innovación y el emprendimiento son claves para abordar el reto de alimentar a una población global que superará los 9700 millones para el 2050. También se identificaron barreras condicionantes y de gestión como la falta de un marco legislativo favorable y la resistencia a la innovación en el sector agroalimentario, respectivamente.

La realidad del hambre en el Perú revela una complejidad que va más allá de las cifras de uno u otro informe. El impacto desigual plantea interrogantes cruciales sobre la efectividad de las políticas gubernamentales y las estrategias implementadas para abordar la crisis. Existen realidades regionales y locales que deben ser dimensionadas para diseñar intervenciones efectivas para la comunidad. En simultaneo, complejidades geográficas, demográficas e infraestructurales deben ponderarse para proveer soluciones de naturaleza integral.

Por último, según Mahatma Gandhi, hay personas en el mundo tan hambrientas que Dios no puede aparecerse ante ellas sino en forma de pan. Una nación hambrienta no solo es una nación inhumana, sino también insostenible.