En la vida política peruana, hemos tenido grandes figuras que han pasado a la historia por su labor e importancia que lograron al pasar de los años. De todos ellos, hay solo uno que logró traspasar las fronteras y sentarse en uno de los lugares más importantes del mundo.
Se trata de Javier Pérez de Cuéllar, que entre 1982 y 1991 se convirtió en el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, un hito que hasta ahora ningún representante latinoamericano ha igualado.
Sus primeros pasos
Nacido en Lima, Pérez de Cuéllar, hijo de Ricardo Pérez de Cuéllar y Rosa de la Guerra Cevallos, recibió su educación en el prestigioso Colegio San Agustín de Lima. Su travesía académica lo llevó a la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde se graduó como abogado.
Su carrera diplomática comenzó en 1940 en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y a lo largo de los años, desempeñó roles clave en embajadas como el Reino Unido, Bolivia y Brasil.
El primer evento con el que Pérez de Cuéllar rompió esquemas fue cuando fue ser nombrado embajador en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1969, marcando un hito en la diplomacia peruana.
Representó a Perú ante las Naciones Unidas y, en 1978, asumió como embajador en Venezuela. Su contribución se consolidó cuando, en 1981, fue designado secretario general de la ONU, donde desempeñó un papel clave en momentos cruciales de la historia mundial.
Diplomacia en épocas de crisis
En su período como secretario general de las Naciones Unidas, Pérez de Cuéllar demostró su habilidad diplomática única para resolver los diversos conflictos que afectaron al mundo en aquellos años.
Por ejemplo, sirvió como mediador durante el conflicto de las Malvinas y desempeñó un papel fundamental en la consecución del alto al fuego en la guerra iraní-iraquí luego de largos años desde que se iniciaron las hostilidades.
Este conflicto fue uno de los que mantuvo en vilo al planeta en gran parte de la década de 1980 y nuestro compatriota utilizo todos sus buenos oficios y experiencia para ponerle punto final al enfrentamiento bélico.
El legado de Pérez de Cuéllar se afianza con la negociación del fin de las hostilidades en la guerra del Golfo Pérsico y la liberación de rehenes occidentales en Líbano.
¿Qué pasó entre Irak e Irán?
La Guerra Irán-Irak, iniciada el 22 de septiembre de 1980, fue un conflicto bélico que se prolongó hasta el 20 de agosto de 1988, sin un vencedor claro. Este conflicto tuvo como punto crítico la región de Shatt al-Arab, estratégica en recursos naturales y acceso marítimo.
Llamada “la al-Qādisiyya de Sadam” en Irak y “la Guerra Impuesta y la Santa Defensa” en Irán, resultó devastadora demográfica y económicamente, con un millón de víctimas y graves daños económicos.
Caracterizada por tácticas similares a la Primera Guerra Mundial y el uso de armas químicas, como gas mostaza y sarín por Irak, buscó equilibrar la desventaja demográfica de este último.
A pesar del reconocimiento de la ONU sobre el uso de armas químicas, no señaló específicamente a Irak como único usuario, generando un silencio diplomático internacional.
La guerra se originó en rivalidades históricas y expansionistas, intensificándose tras la Revolución Iraní de 1979 y la ascensión de Sadam Husein en Irak.
Involucró movilización masiva de tropas y comercio internacional de armas, con Irán recibiendo apoyo, incluso de Estados Unidos e Israel, en episodios como el Irangate.
Finalmente, en 1988, las ofensivas iraquíes y la Resolución 598 de la ONU, por medio de la intervención de Javier Pérez de Cuellar, llevaron a un cese del fuego, restableciendo las fronteras preexistentes, poniendo fin a un conflicto alimentado por el suministro continuo de armas extranjeras.
Regreso a la política nacional
A pesar de su destacado servicio internacional, Pérez de Cuéllar no se olvidó de su tierra natal. En 1995, respondiendo al llamado de distintos grupos políticos peruanos, aceptó postularse como candidato presidencial, fundando el partido político Unión por el Perú en 1994. Aunque no logró la presidencia, su regreso a la política nacional fue hecho destacado.
Y demostrando que lo suyo era el servicio público, en el año 2000, el presidente transitorio Valentín Paniagua propuso a Pérez de Cuéllar como presidente del Consejo de Ministros.
Asumió el cargo con responsabilidades adicionales como ministro de Relaciones Exteriores, contribuyendo a la reinserción del Perú en la comunidad internacional luego de la dictadura de Alberto Fujimori.
Académico y escritor
La influencia de Pérez de Cuéllar se extendió también a la academia, donde compartió su conocimiento como profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en varias instituciones educativas peruanas como la Academia Diplomática del Perú y la Academia de Guerra Aérea del Perú.
Además, dejó su huella literaria con obras como “Manual de Derecho Diplomático” y la novela “Los Andagoya”.
sEl reconocimiento internacional a la labor de Pérez de Cuéllar también se reflejó en numerosas condecoraciones y títulos honorarios de universidades de todo el mundo. Desde la Gran Cruz de la Orden de Isabel la católica en España hasta el Premio Príncipe de Asturias en 1987, su impacto fue global.
El 19 de enero de 2020, las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Gobierno peruano rindieron homenaje a Pérez de Cuéllar por centenario de su natalicio.
Su fallecimiento el 4 de marzo de 2020 marcó el fin de una era, pero su legado quedará marcado en el mundo entero sobre cómo hacer diplomacia con la clase que distinguía a Javier Pérez de Cuéllar.