Eva Bracamonte Fefer, la hija mayor de Myriam Fefer, la empresaria asesinada en agosto del 2006, actualmente, además de convertirse en escritora, es una influencer bastante activa en la red social de Instagram, donde comparte pensamientos y algunos detalles de su nueva vida como madre y esposa.
Recientemente, compartió en un vídeo algunos detalles de su vida en prisión mientras era sindicada como la autora intelectual de la muerte de su propia madre y se enfrascaba en una pelea con su hermano Ariel con quien en la actualidad permanecen distanciados y sin comunicación.
Como se recuerda, Eva fue acusada de parricidio por el Ministerio Público por presuntamente haber pactado con el sicario colombiano Alejandro Trujillo Ospina para asesinar a su madre. En el 2009, la joven de entonces 21 años, fue ingresada por primera vez en una cárcel. Cuatro años después, en el 2013, quedó en libertad debido a que el delito fue cambiado a homicidio calificado por lucro del cual el Poder Judicial, en el 2015 consideró que no había pruebas para determinar su culpabilidad.
El caso Fefer fue uno de los más mediáticos en el Perú. Habían varias hipótesis entorno a la muerte de la empresaria. No solo Eva había sido considerada como la autora intelectual, también lo fue su expareja Liliana Castro como presunta cómplice. Incluso hubo hipótesis de que su hermano Ariel Bracamonte Fefer junto a su expareja Julio Moscol podían haber ideado el asesinato.
Hasta el momento, los implicados en el caso han sido liberados por fallo judicial, salvo Alejandro Trujillo, el asesino a sueldo condenado a 35 años de cárcel por el homicidio de la empresaria. Trujillo fue contratado por una persona que conocía a Myriam, cuya identidad— casi 18 años después— sigue siendo una incógnita.
Detalles inéditos de su vida en prisión
Tras ser consultada por uno de sus seguidores sobre si fue feliz durante su estancia en el penal, la escritora se centró en el tiempo breve que estuvo con prisión domiciliaria. Una pausa de estar encerrada en una cárcel que duró aproximadamente un mes, entre el día que fue “liberada” por exceso de encarcelamiento sin sentencia y el día que la sentenciaron a 30 años de cárcel por ser considerada culpable de la muerte de su propia madre.
Eva cuenta que le tomó por sorpresa la medida del arresto domiciliario. Fue un cambio brusco en su vida en prisión, donde indica que había encontrado la paz y la aceptación a la situación que según ella, la vida le había puesto “por alguna razón”.
Tras permanecer un mes en su vivienda de San Isidro resguardada con varios policías y poder reencontrarse con su perra Lola, cuenta que esa etapa le hizo creer que el juicio iba a llegar a su fin y que iba a ser absuelta. Tenía preparado organizar una fiesta para celebrar su libertad una vez que el Poder Judicial la declarara inocente.
Sin embargo, en la audiencia que se aproximaba, la lectura que emitía el juez, hizo que su entusiasmo decayera. La hija de Fefer recuerda del momento en que entendió en que no iba a salir absuelta, sino que iba a permanecer por muchos años en prisión, por un delito del que hasta el día de hoy asegura que no cometió.
El 12 de octubre del 2012, en plena sala judicial, Eva recuerda que se desvaneció y comenzó a convulsionar.
“No me acuerdo más. En ese momento como que se me apagó la tele”, dice.
La audiencia tuvo que ser suspendida y el momento era televisado en todos los medios nacionales.
La joven despertó momentos después, cuando llegó a un hospital público y escuchó a una mujer médico reconocerla. “Empezó a decir como ‘Ay, ¿esta no es la Fefer? Ay, qué bonita es. A ver, tómame una foto con ella’. Le alcanzó su teléfono a otra persona que estaba ahí, supongo que otro médico. Yo sentía su cara contra la mía tomándose fotos. Luego como que se intercambiaron, creo que era un chico, un médico joven porque su voz era como de joven que decía ‘Ay, ahora tómame tú', y... por ahí luego llegó otra persona más. En total fueron como tres personas que se tomaron fotos conmigo ahí. Claro, yo ahora pienso en esto además, ahora que soy mamá, no puedo evitar pensar en Franca (su hija de dos años)”, reveló.
Luego de este episodio poco ético, regresó a su casa a la espera de que la audiencia se reanude. Transcurrieron dos días y en ese tiempo señala que su semblante cambió. Ahora intentaba asimilar que iba a ser sentenciada hasta que cumpliera al menos 51 años de edad y procesar lo que ocurría en ese momento en el anexo donde había estado recluida: hubo traslado de rehenes a otras cárceles y otras nuevas compañeras llegaban. El grupo de amigas que había hecho en el lugar se había desintegrado y una de ellas se había suicidado.
Eva lidió con un cuadro de anorexia nerviosa y depresión, y mencionó que en un momento de su desesperación le pidió a un amigo que la matara, porque se sentía incapaz de afrontar el retorno a prisión, un lugar que volvió a considerar como extraño por la ausencia de las personas que había adoptado como su familia.
“Ese fin de semana fue realmente terrorífico. Recuerdo haberle pedido a un amigo que me matara, o sea suplicarle que me matara que no me dejara volver a la cárcel, que no la hacía, que no iba a poder resistir, que si alguien me podía hacer ese favor de acabar con mi vida en ese momento era él. A nadie más yo le podía pedir eso. Me acuerdo que él me me abrazaba y me decía “Evita, tú vas a salir. Yo no voy a descansar hasta que tú estés afuera, confía en mí”, mencionó.
La autora describe esta fase como la época más sombría de su existencia, rebasando incluso la dureza del período en que fue señalada como sospechosa del asesinato de su progenitora, acontecimiento que coincidió con una profunda depresión causada por el duelo de su pérdida.
“Mi mamá me había dejado algo”
Eva cumplió en diciembre pasado 36 años. En un extenso post, se autofelicitó por todo lo que vivió durante 18 años, la mitad de su vida sin su madre. Tiempo en el que, incluso, pensó en el suicidio.
“Oficialmente he pasado la mitad de mi vida sin mi mamá. Recuerdo perfectamente las partes más duras de un duelo que duró más de una década. Recuerdo, entre otras cosas, la sensación fulminante de haberme quedado hecha hasta la mitad. Darme la vida y acompañarme esos primeros años era el principio, pero yo sabía que aún me quedaba mucho tiempo de humana en formación, intuía que faltaban algunas de las partes más importantes del proceso, y sentía que construirme era un trabajo que teníamos que hacer las dos juntas.
De pronto ella ya no estaba y eso quería decir que yo me iba quedar a medias por siempre. ¿Cómo iba a existir así? ¿Qué sentido tenía seguir aquí? ¿Cuántos años me quedaban de vida? ¿Y si los reducía? Recuerdo mis dibujos de esa época, especialmente uno que hice en mi cumpleaños número 19. Mi autorretrato tenía pies, piernas y la mitad de la panza. Luego había un espacio en blanco y, arriba de todo, un gorrito de fiesta. Sin ella yo era media persona.
Ahora que lo pienso, es curioso que haya dibujado siempre la mitad de abajo, aunque hoy me queda claro que tenía sentido. Mi mamá me había dejado algo además de la vida, algo que hasta ese momento era invisible... me había dado raíces. Las raíces más fuertes, más largas y más nutritivas que podía haberme imaginado. Me había dejado atada al universo con un cordón umbilical mágico a través del cual nada me iba a faltar nunca. Y así fue.
Hoy cumplo 18 años de ser mi propia mamá, 18 años en que mi cuidado está solo a cargo de mí misma”, se lee en su cuenta de Instagram.