Las crónicas inéditas de un viajero infatigable yacen ocultas en el papel envejecido de un cuaderno de notas: es Antonio Raimondi quien, en 1850, desembarcó en las costas del Perú, un país cuyas vastas riquezas naturales sólo eran comparables con el dinamismo de su transformación socioeconómica. Ese naturalista italiano, cuya curiosidad lo llevaría a recorrer incansablemente la heterogénea geografía peruana, registró en su diario de campo mucho más que descubrimientos científicos; capturó también la gris y dura realidad que se cernía sobre los trabajadores chinos, aquellos culíes que, en condiciones de severa opresión, se convirtieron en pieza clave de la economía de un país en pleno cambio.
Dichas anotaciones, que sobreviven en un tesoro documental de incalculable valor, ofrecen una perspectiva cruda y frontal de la vida de esos inmigrantes en el Perú del siglo XIX. Ahora, las palabras de Raimondi emergen desde el pasado como un faro revelador, listas para iluminar las penumbras de la historia y darnos cuenta de que la memoria de los olvidados puede ser recuperada y honrada a través de la perseverancia del tiempo y la tinta.
La llegada de Antonio Raimondi a territorio peruano
Antonio Raimondi, eminentemente reconocido como uno de los naturalistas más destacados del siglo XIX, nació en Italia y encontró en Perú no solo un destino sino una pasión que marcaría su vida y legado. Su afán exploratorio lo condujo a este país suramericano, que lo acogió con una biodiversidad que encendió su curiosidad científica y su asombro. Intrigado por la complejidad natural de la región, Raimondi se embarcó en una travesía para documentar cada rincón y especie que hallaba en su camino.
Sin embargo, el foco de sus observaciones no se limitó a la naturaleza; Raimondi también se vio profundamente afectado por las condiciones humanas que encontró, especialmente las de los inmigrantes chinos empleados en diversos sectores económicos cruciales para el desarrollo de la nación. Mientras estos trabajadores se sumergían en las entrañas de la tierra para extraer el guano o laboraban en la construcción de la infraestructura del país, Raimondi registraba meticulosamente las injusticias y adversidades que enfrentaban, convirtiendo sus anotaciones en un valioso testimonio de una época en transformación.
Los secretos plasmados en la libreta de Antonio Raimondi
La historia y contribuciones de Antonio Raimondi al Perú son retratadas en documentos valiosos custodiados en el Archivo General de la Nación bajo el título “Antonio Raimondi. Libretas y acuarela”. Su trayectoria se divide en dos periodos fundamentales, comenzando en 1851 y extendiéndose hasta 1858, durante los cuales, como señala Villacorta, Raimondi acumuló un conocimiento exhaustivo sobre las facetas geográficas y sociales del Perú. Sus primeras exploraciones incluyeron recorridos por los alrededores de Lima y expediciones a lo largo de la costa, visitando lugares como Chancay, Huacho, Lurín y Chilca, donde enriqueció su colección de plantas, minerales, fósiles y especímenes animales. Estas experiencias constituyeron la base para emprender proyectos más ambiciosos y marcaron el inicio de su colaboración con el Estado peruano en 1853.
Este año destaca por su participación en la Comisión Oficial que tuvo la encomienda de cuantificar las existencias de guano en las islas de Chincha y actualizar los mapas que el Estado tenía de ellas. Las vivencias y observaciones de Raimondi durante esta misión están meticulosamente detalladas en la “Libreta N.° 1″ de su colección personal.
En esta libreta, Raimondi hizo constar las condiciones de extrema explotación bajo las cuales laboraban los trabajadores chinos coolíes en el guano; cada uno debía extraer 4 toneladas diarias y frecuentemente eran sometidos a crueles castigos, incluidos azotes, y tiene apuntes acerca de las herramientas empleadas en la manipulación de este abono.
Las condiciones más adversas las enfrentaron los culíes en las islas guaneras. Testimonios de la época describen escenas desoladoras sobre la realidad de estos trabajadores en las islas del guano, donde alcanzaban un tan insostenible grado de desesperación que, en un caso extremo, alrededor de sesenta obreros chinos lograron evadir la vigilancia de sus capataces y optaron por el suicidio, lanzándose contra las rocas.
Información adicional de la época indica que los castigos corporales a los chinos eran una práctica diaria, tanto en haciendas agrícolas como fuera de ellas. Cuando surgían reclamaciones por estos abusos, especialmente en casos flagrantes que causaban conmoción pública, las autoridades y medios de comunicación de entonces intentaban encubrir estos actos con procedimientos legales y testigos que certificaban hechos falsos.
Fin de la esclavitud
Según la información plasmada en ‘La inmigración china en el Perú’ de Ricardo La Torre Silva, el gobierno chino, alertado por la situación de sus ciudadanos en el Perú, tomó la decisión en 1887 de enviar una delegación especial para investigar de primera mano las condiciones de vida de los culíes en colaboración con las autoridades peruanas. De esta forma, se estableció una comisión mixta, integrada tanto por representantes chinos como por oficiales del gobierno peruano, que se encargó de visitar las haciendas en los valles costeros.
Durante estas visitas, la comisión detectó que una gran cantidad de trabajadores chinos habían excedido los plazos de sus contratos laborales, encontrándose ya en situación de no contratados. Frente a la imposibilidad de los hacendados de ofrecer un aumento salarial, optaron por desvincularse de los trabajadores chinos. Algunos, debido a su incapacidad para cumplir con los pagos adeudados, se vieron en la necesidad de entregar parcelas de terreno a los ex-trabajadores o intentaron reinstaurar prácticas laborales ancestrales como el “yanaconaje” con población rural andina.
La Guerra del Pacífico marcó un punto de inflexión en la agricultura costeña del Perú. Posteriormente, se produjo un movimiento migratorio masivo de campesinos andinos hacia las zonas costeras en busca de trabajo, ofreciendo su labor por remuneraciones más bajas, lo que resultó atractivo para los hacendados. Este cambio provocó que el trabajador chino quedara marginado. Con el cierre del siglo XIX, la presencia de inmigrantes chinos en los campos peruanos había disminuido drásticamente.
La meticulosidad con la que Antonio Raimondi consignó sus observaciones en sus libretas no solo enriquece el cuerpo del conocimiento científico, sino que aporta también una perspectiva humana indispensable para la comprensión de la historia social del Perú. Estas páginas desgastadas por el tiempo trascienden el relato de un naturalista; son el reflejo vivo de las voces silenciadas de los trabajadores chinos, cuya presencia y sufrimiento subyacente se entreteje en el desarrollo de una nación.