En el corazón de la majestuosa cordillera de Vilcabamba, se luce el Parque Nacional Otishi, un rincón de singular belleza que se constituye como un testamento de la rica historia de conservación en el Perú.
Situado al norte de los distritos de Río Tambo y Echarate, entre las provincias de Satipo y La Convención, este parque nacional es mucho más que una extensión de tierra; es un capítulo vivo de la lucha y dedicación de aquellos que han buscado preservar su biodiversidad y singularidad paisajística.
Orígenes y lucha por la conservación
La historia del Parque Nacional Otishi se remonta a décadas atrás, cuando la Unión Panamericana, hoy OEA, propuso al Estado peruano en 1965 la creación del parque nacional del Cutivireni. Este proyecto, respaldado por hallazgos de investigadores como Wolfram Drewes y José Lizárraga (ambos de la National Geographic), tenía como objetivo la protección de una porción del bosque nacional del Apurímac debido a su excepcional belleza natural.
Sin embargo, no fue hasta 1974 que las misiones franciscanas de la selva central, a través del vicario de San Ramón, plantearon al gobierno militar la creación de áreas de protección en la cordillera para salvaguardar tanto la singular belleza de la zona como los territorios ocupados por los asháninkas.
Este proceso de conservación tomó impulso en 1987, cuando la recién formada Asociación para la Conservación del Patrimonio de Otishi (ACPC) completó un recorrido terrestre hasta el puente natural Pavirontsi. Este arco de piedra, inicialmente reportado por el ingeniero Alfonso Rizo Patrón, es el puente natural más grande del mundo.
En 1988, un sector del Bosque Nacional del Apurímac se convirtió en zona reservada del Apurímac, marcando una pausa en la colonización descontrolada que amenazaba la zona. Los años siguientes, marcados por la violencia política en el país, implicaron un alto a la colonización que amenazaba la zona.
A seguir intentándolo
Sin desatender la urgencia de la emergencia que vivía la población indígena, las organizaciones ambientalistas presentaron en 1994 una nueva propuesta concordada para el establecimiento de un parque y dos reservas comunales en la zona reservada del Apurímac.
Sin embargo, debido a los problemas estructurales del Estado, esta propuesta quedó en suspenso. La inseguridad en el acceso a la zona impidió completar la información necesaria para la declaración de las nuevas áreas protegidas.
Sería gracias a la coordinación entre ACPC y Conservación Internacional, un equipo de biólogos extranjeros y peruanos logró realizar dos expediciones a la cordillera en 1997 y 1998. Las conclusiones de este equipo, parte del Programa de Evaluación Rápida (Rapid Assesment Program), confirmaron la existencia de nuevas especies y una extraordinaria diversidad biológica.
En 1999, ACPC y el Centro de Desarrollo Indígena Amazónico (CEDIA), con el apoyo de Conservación Internacional, decidieron unir esfuerzos para culminar el proceso de establecimiento de las áreas protegidas y se enfocaron en un intenso trabajo de campo.
Con la información recopilada, que enriquecía el trabajo de más de diez años de cada institución, ACPC y CEDIA brindaron el soporte técnico para que las propias federaciones indígenas lideraran un nuevo esfuerzo para la declaración de las áreas protegidas de Vilcabamba.
Y luego de diversas reuniones y asambleas representantes de 36 comunidades indígenas, y varias organizaciones ambientalistas, con la bendición de INRENA, un 15 de enero del 2003 el Parque Nacional Otishi fue declarado como tal.
Importancia científica y ecológica
Pero hay que tener en cuenta que el Parque Nacional Otishi no solo representa un área de conservación; es un ecosistema complejo y fascinante que ha capturado la atención de científicos de todo el mundo.
Por ejemplo, en 1990, el Taller Internacional para la Conservación de Áreas Prioritarias en la Amazonía, llevado a cabo en Manaus, Brasil, determinó la necesidad de preservar el extremo norte de la cordillera Vilcabamba debido a su enorme biodiversidad y endemismo.
Este área fue considerada en 1994 como una de las trece áreas con la prioridad de conservación más alta en el Perú.
Las características únicas de Otishi, como su composición de cal y la variación en altitud y precipitación, contribuyen a su biodiversidad única. Aislada dentro de un ambiente selvático, con áreas en el límite de las tierras bajas y la transición hacia ambientes andinos, la cordillera ofrece una amplia variación en los rangos de altitud y precipitación.
Esta singular composición calcárea de los suelos, en contraste con los suelos ácidos comunes en el resto de la Amazonía peruana, crea un hábitat propicio para especies tanto de ambientes andinos como de la transición andino-amazónica.
Un espectáculo natural
Al sobrevolar la cordillera Vilcabamba, se revela un paisaje impresionante: picos de gran altura desprovistos de vegetación, valles nubosos con pajonales de puna que se transforman lentamente en bosques de queñual y, finalmente, en bosques de ceja de selva en camino hacia la baja Amazonía.
La vertiente occidental de la cordillera presenta pendientes elevadas con inclinaciones moderadas, mientras que la vertiente oriental del Urubamba muestra abismos inmensos con laderas formadas por paredes de roca calcárea.
Uno de los tesoros más destacados en Otishi es la presencia de más de veinticinco cataratas en la cuenca del río Cutivireni. Entre ellas, las Tres Hermanas se erigen como la más alta del Perú y la tercera más alta del mundo. Estas imponentes caídas de agua son testimonio de la majestuosidad natural que caracteriza a este parque nacional.
Conservación y participación indígena
Más de veintiséis mil nativos asháninkas y matsiguengas habitan en las áreas circundantes al Parque Nacional Otishi y las reservas comunales. Durante siglos, han sido los guardianes primordiales de la riqueza natural de Otishi y Vilcabamba.
Gracias a la labor del Estado, las organizaciones ambientalistas y sus propias instituciones representativas, se han convertido en los guardianes formales de estos tesoros naturales.