Cuando el verano inicia en Perú, la magia del océano invita a un momento perfecto de relajo bajo el sol. Desde diciembre hasta marzo, las costas del país cobran vida en una celebración de aguas cristalinas y arenas que nos remiten a historias de antiguas civilizaciones, acogiendo a locales y visitantes en busca de su propio paraíso.
Entre toda esta parafernalia playera, emerge la playa Waikiki peruana, oasis urbano en el vibrante distrito de Miraflores. Aquí, la esencia del surf vive en cada ola, remembranza de los días en que la aristocracia hawaiana popularizó el deporte que hoy trasciende fronteras. Más que un punto en el mapa, se trata de una hermandad que rompe las olas a lo largo del año, una comunidad forjada en la rompiente del Pacífico.
Con cada surfista danzando sobre el agua y cada mirada perdida en la inmensidad del litoral, esta playa adquiere fama desde hace casi un siglo. Descubre cómo este enclave costero ha sabido tejer la modernidad con sus raíces más profundas, convirtiéndose en un lienzo donde cada cresta de ola dibuja un relato y cada atardecer promete un capítulo más en el legado del surf en Perú.
¿Por qué se conoce a Waikiki como la cuna del surf peruano?
En el amanecer del surfing en Perú se entrelazan historias de aventura y deporte, todas comenzando en la década de 1930, cuando la naturaleza regalaba ya a estas costas olas envidiables para amantes del mar. Un protagonista de esta historia es Carlos Dogny Larco, un apasionado deportista peruano que, lejos de su tierra natal, descubrió en Hawái el arte de deslizarse sobre las olas, gracias al legendario Duke Kahanamoku, ‘El padre del surfing moderno’ y campeón olímpico de natación.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial y la tensión que precedió al ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941, Dogny decidió retornar a Perú. No regresó con las manos vacías, sino que trajo consigo un tesoro que cambiaría el panorama deportivo en su país: la primera tabla de surf hawaiana, que no solo sería la pionera en el país, sino también en Sudamérica.
Ya en suelo peruano, y con su cargo de regidor en la Municipalidad de Miraflores, Dogny no tardó en difundir su pasión. El 8 de febrero de 1942 fundó el Club Waikiki, empezando con una humilde terraza pero con sueños grandes. A medida que pasaba la década, el interés por el surf creció y para 1950, Perú veía nacer sus primeros duelos de surf con dos categorías que reflejaban la dualidad de sus olas: la potente Kontiki y la suave de Miraflores.
El espíritu competitivo culminó en 1965 con un hito nacional e internacional, cuando el peruano Felipe Pomar se elevó a la cima del surfing global, ganando el Primer Campeonato Mundial en la playa Punta Rocas, ubicada en el distrito de Punta Hermosa. De esta manera, lo que empezó con un encuentro fortuito en tierras lejanas, se convirtió en el legado de un país cuya relación con el mar se ha vuelto tan profunda como las aguas que surcan sus surfistas.
¿Cuál es el origen del nombre ‘Waikiki’?
En Miraflores, pulmón recreativo de Lima, se asienta una playa que evoca al paraíso de los surfistas. Su nombre, que en hawaiano significa “chorros de agua”, fue escogido por Carlos Dogny Larco, quien, cautivado por las semejanzas de las olas limeñas con las de la famosa playa de Oahu en Hawái, decidió bautizar así esta zona costera.
Las playas de la Costa Verde del Perú y las de Oahu, a pesar de la distancia de nueve mil kilómetros que las separa, quedaron vinculadas desde 1942, cuando Dogny, desde la avenida Benavides, trajo más que una primera tabla de surf en el Perú: un pedazo del espíritu hawaiano. De esta forma, la playa Waikiki de Miraflores se convirtió en un símbolo de conexión cultural y deportiva, un puente que une a las dos orillas del Pacífico en amor por las olas y el surfing.
¿Dónde se encuentra la playa Waikiki?
Enclavada en el vibrante litoral limeño, la playa Waikiki se despliega cerca de la Bajada Balta, convirtiéndose en un imán para los amantes del surf y el verano. Su localización estratégica en la Costa Verde la posiciona como uno de los destinos más concurridos en temporada alta, donde las olas se convierten en el lienzo para las acrobacias de los surfistas.
Con una acogedora extensión de 25 metros, Waikiki invita tanto a atletas como a veraneantes a disfrutar de su arena y su mar, siempre bajo el aval del Ministerio de Salud por su condición apta para el público. Junto a la emblemática Punta Roquitas, esta playa se erige como un bastión de las competiciones de surf, donde se congregan los espíritus aventureros en busca del perfecto equilibrio sobre las olas.