En un mensaje pastoral inédito que ha captado la atención de la prensa internacional y los medios de la Iglesia Católica, el obispo prelado de Moyobamba, monseñor Rafael Escudero, ha drenado una crítica severa hacia la declaración ‘Fiducia Supplicans’, un documento divulgado en diciembre pasado por la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la bendición de parejas del mismo sexo o “en situación irregular”.
Con un marcado sesgo de homofobia, el prelado de nacionalidad española ha invocado a los sacerdotes bajo su jurisdicción a desacatar el texto eclesial, pues, bajo su óptica, estas bendiciones contravienen “la comunión” de la institución, son “un abuso grave del Santísimo Nombre de Dios” y suponen una forma “objetivamente pecaminosa de fornicación, adulterio, o aún peor de actividad homosexual”.
“Además, en el último caso hay que recalcar que ‘los actos homosexuales son desordenados y, sobre todo, contrarios a la ley natural’ [...] Dios no bendice nunca el pecado. Dios no se contradice. Dios no nos miente. Dios, que siempre ama incondicionalmente al pecador, por eso mismo, busca que se arrepienta, se convierta y viva”, sigue la misiva recogida por ACI Prensa, la agencia de noticias católica con sede en Lima.
La postura de Escudero se distancia de la emitida por el Papa Francisco a inicios del año pasado, cuando condenó la penalización de relaciones homosexuales en el mundo. “Criminalizar a las personas de tendencia homosexual es una injusticia. No estoy hablando de grupos, esto otra cosa, los lobbies son otra cosa. Yo hablo de personas y en el catecismo de la Iglesia ya se dice que nadie debe ser marginado”, declaró entonces.
En ‘Fiducia Supplicans’, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, considera que “se puede entender la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su ‘status’ ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio”.
Esta facultad, que sigue la voluntad del pontífice, supuso un cambio de posición respecto a la que la Congregación publicó en marzo de 2021 —dirigida entonces por el español Luis Ladaria Ferrer—, cuando señaló que la Iglesia no podía impartir su bendición a las uniones de personas del mismo sexo.
La declaración de diciembre pasado, que analiza el origen y sentido teológico del acto de la bendición, repasándolo desde el Antiguo Testamento y en las Escrituras, fue la primera que la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio, publicó en los últimos 23 años, desde ‘Dominus Jesus’ (2000).
“En su misterio de amor, a través de Cristo, Dios comunica a su Iglesia el poder de bendecir. Concedida por Dios al ser humano y otorgada por estos al prójimo, la bendición se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación. Es un mensaje positivo de consuelo, atención y aliento”, se lee en el texto.
Pese a la apertura de la bendición de estas parejas, el Vaticano aún considera “inadmisible” cualquier “rito u oración que puedan crear confusión entre lo que es constitutiva de matrimonio”, como por ejemplo los que lleva a cabo el clero alemán, que ofrece “actos de bendición” pese a la disconformidad de la Santa Sede.
“No se debe ni promover ni prever un ritual para las bendiciones de parejas en una situación irregular, pero no se debe tampoco impedir o prohibir la cercanía de la Iglesia a cada situación en la que se pida la ayuda de Dios a través de una simple bendición”, sentencia la Doctrina.
La bendición a parejas homosexuales o “irregulares”, es decir, que no estén canónicamente casadas por la Iglesia, puede estar precedida por una “oración breve”, en la que el sacerdote puede pedir para los bendecidos “la paz, salud, un espíritu de paciencia, diálogo y ayuda mutua”.
Sin embargo, monseñor Escudero ha considerado que “esta distinción deja perplejos y confusos, pues el acto de bendición, ya sea realizado en una asamblea litúrgica o en privado, impartida por un ministro, sigue siendo una bendición, de idéntica naturaleza”.
“Sacrilegio”
Para el prelado, que en 2019 fue ponente en el Sínodo para la Amazonía convocado por Francisco en Roma, el problema de fondo es más grave, ya que algunos obispos y sacerdotes, “llevan mucho tiempo confundiendo al pueblo de Dios con la bendición indiscriminada de estas uniones objetivamente desordenadas y, por lo tanto, pecaminosas, incurriendo en horrendo sacrilegio”.
Ocurre en un país donde más de 1.7 millones ciudadanos se identifica como no heterosexual y donde no hay políticas como la identidad de género, el cupo trans, la unión civil o el matrimonio igualitario. Según una encuesta citada por la Defensoría del Pueblo, el 19 % de peruanos comulga con la postura del obispo de Moyobamba y considera que la homosexualidad es una enfermedad.