Recorrer Lima a pie nos permite apreciar de cerca aquellos monumentos históricos que esconden historias y que son dignas de ser contadas. Mientras avanzamos por las principales calles y arterias de la capital, es inevitable toparnos con casonas antiguas e iglesias emblemáticas que todavía están en pie, a pesar de que el tiempo ha perjudicado algunas de sus estructuras.
Ya sea que viajes solo o acompañado, las preguntas sobre los orígenes de estas construcciones surgen de manera natural. Mientras uno trata de recordar algunos datos que vio o leyó sobre estos lugares históricos, baja la mirada. Es en ese momento donde otra interrogante te asalta al ver los rieles del tranvía que recorría puntos estratégicos de una ciudad que todavía tenía pocos habitantes.
Los adultos mayores son las personas que pueden contar cómo eran los tranvías que transitaban por los rieles que todavía se pueden apreciar en los suelos de algunos distritos limeños como Barranco o Carmen de la Legua. En tanto, hay otras vías han sido tapadas por cemento, borrando así de la visión de los transeúntes, pero no de la memoria de los ancianos que aún están vivos para contar cómo era el transporte público en sus años mozos.
Los jóvenes y adultos no han podido conocer cómo era este sistema de transporte público que brindaba servicios eficientes a los ciudadanos que vivían en las últimas décadas del siglo XIX, un tiempo en el que había más de 100 mil habitantes en la capital. A pesar de esta baja densidad demográfica, los tranvías iban repletos. Esto se debía a que, en un inicio, había pocas unidades.
Habiendo comentado ello, es preciso contar la historia de este medio de transporte que se instauró por primera vez en un país sudamericano. Antes de que los peruanos se trasladen de un distrito a otro por el tranvía eléctrico, lo hacían por otro sistema de transporte que lucía arcaico por la presencia de caballos. Se trata del ‘tranvía de sangre’ que fue una realidad en 1878 gracias a la gestión de Mariano Antonio Borda, un empresario de la industria de los ferrocarriles que firmó un contrato con la Municipalidad de Lima para la construcción de una megaobra.
En 1876, se dio inicio a la construcción del tranvía que beneficiaría a miles de personas que en la segunda mitad del siglo XIX no podían realizar viajes largos en Lima. Mientras los ingenieros y obreros de la empresa Tramways avanzaban en la obra, los transeúntes podían ver el camino demarcado por donde pasarían los tranvías que serían tirados por caballos. Estas personas se enteraron de que estos animales tendrían esta función al verlos cerca de los rieles en 1877, año en el que no solo adquirieron a los caballos, sino que también compraron los carros de la empresa estadounidense John Stephenson Car Company.
El tiempo transcurría y las personas esperaban con ansias la inauguración del ‘tranvía de sangre’ que revolucionaría el transporte en ese entonces. Los peruanos no tuvieron que esperar mucho, ya que el 7 de febrero de 1878 se realizó el primer viaje a modo de prueba. En esa fecha, un coche hipomóvil se desplazó por los rieles, por primera vez, que se encontraban en el Paseo de Aguas, en el distrito del Rímac.
Este hecho sorprendió a propios y extraños, quienes miraban con optimismo el futuro; sin embargo, esas personas no presagiaron que este transporte sería reemplazado, décadas después, por los buses articulados, que tenían una especie de acordeón en la parte central de la unidad, y que luego aparecerían las cústers y combis para convertir a Lima en una ciudad caótica.
Antes de que llegara el caos a Lima, las personas pasaban sus días sin sobresaltos y no tardaban más de dos horas para transportarse a sus centros de trabajo o estudios. Evidentemente, eran otros tiempos y Lima no estaba habitada por millones de peruanos; sin embargo, en la práctica, el medio de transporte utilizado en ese entonces era eficiente.
Las personas pudieron comprobar esta eficiencia luego de la inauguración oficial del tranvía urbano de Lima en 1878, momento cumbre en el que participaron el presidente de la República, general don Mariano Ignacio Prado, y sus ministros. Después de tanta espera, los citadinos pudieron acceder al servicio de transporte de manera gratuita por unos días. Esta medida fue tomada por la empresa Tramways con el fin de que las personas logren familiarizarse con este sistema de transporte que evolucionó con el pasar de las décadas.
Respecto a sus rutas, es sabido que tenía 4: 1) Descalzos - Exposición, 2) Matienzo - Santa Clara, 3) Monserrate - Cercado, 4) Pampilla - San Cristóbal.
En los primeros años de ejecución del tranvía, las personas viajaban seguras, cómodas y tenían la percepción de que llegaban a sus destinos rápidamente; sin embargo, este panorama se vio alterado con la llegada de los militares chilenos a Lima en medio de la Guerra del Pacífico, provocando que el servicio se suspendiera temporalmente debido al contexto bélico.
Después de la Guerra del Pacífico, específicamente en 1890, la empresa continuó operando en sus cuatro rutas con normalidad en una ciudad que había aumentado la cantidad de habitantes. Esto generó que los buses fueran repletos. Este problema se agravó cuando, en 1897, más de una unidad se malogró y fueron a parar a almacenes para siempre.
Ante este panorama adverso, a Borda no le quedó más remedio que traspasar la empresa Tramways a la nueva Compañía del Ferrocarril Urbano de Lima Limitada (FCUL). Esto sucedió el 14 de diciembre de 1898, año en el que los propietarios de la nueva organización unieron capitales para incrementar las líneas. Es así que el 2 de enero de 1899 empezó el mejoramiento del servicio tranviario de Lima.
El nuevo siglo llegó con nuevas unidades, las cuales generaron expectativa en la ciudadanía. Motivos no faltaban, pues de 18 carros se aumentó a 67; asimismo, el número de caballos ascendió a 339. Las unidades operaban con normalidad en 1900 y 1901, y los pasajeros estaban más que satisfechos. Quienes no lo estaban eran los socios de La Compañía del Ferrocarril Urbano de Lima Limitada, quienes querían cambiar sus cuatro rutas a tracción eléctrica. Lo lograron, puesto que el Concejo Municipal de Lima y el Gobierno les otorgaron la concesión para tal fin. El último año de operación del ‘tranvía de sangre’ fue en 1905.
Apogeo y declive del tranvía eléctrico
Un año antes de que las unidades jaladas por caballos dejaran de operar, ya se había inaugurado el tranvía eléctrico interurbano Lima – Chorrillos por parte del entonces presidente Manuel Candamo. Es menester indicar que este hecho fue un hito en la historia del Perú, ya que fue el primer tranvía eléctrico del Perú, el cual tuvo un total de 26 kilómetros de vías férreas.
En 1904 no solo se puso en marcha el tranvía eléctrico interurbano Lima – Chorrillos; la Empresa Eléctrica de Santa Rosa también obtuvo la concesión para la instalación de una línea de tranvías eléctricos interurbanos, cuya ruta iniciaba en Lima y terminaba en el Callao.
Con el pasar del tiempo, las líneas de los tranvías fueron electrificadas. La primera que se convirtió en tracción eléctrica fue Descalzos - Exposición. En 1910 cuatro líneas de tranvías urbanos de Lima volvieron a operar y las rutas aumentaron a 8. Esta ampliación generó bienestar en los peruanos, quienes querían movilizarse en tramos largos para trabajar o visitar a sus seres queridos.
A pesar de que el pasaje tenía un costo asequible (diez centavos), había personas que solían ‘gorrear’; es decir, los ciudadanos se subían en el estribo de la parte posterior de la unidad para viajar gratis. Esta situación no solo se reprodujo en Lima, sino también en Arequipa. En diálogo con El Búho pe, un adulto mayor dijo que realizaba esta práctica temeraria en su ciudad natal.
“Yo le miraba al cobrador, y cuando estaba cerca de mí, estaba en el estribo listo para bajarme. Luego corría para alcanzar (al tranvía) y subirme de nuevo (...) habré tenido mis 16 años”, dijo el hombre al medio local.
Si bien el anciano entrevistado por el medio local señaló que el tranvía de Arequipa iba lento, esto no sucedía en Lima, pues las unidades recorrían a 40 kilómetros por hora. También es sabido que las primeras unidades transportaban 50 pasajeros; esta capacidadad aumentó con el pasar de los años, llegando hasta 150.
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, los tranvías fueron el centro de atención de la ciudadanía y no generaron críticas por parte de los usuarios; sin embargo, la introducción de nuevos autobuses en Lima en 1925 afectó a este sistema de transporte. A esto se sumó la suspensión del servicio eléctrico durante varios días debido a las inundaciones y huaicos.
Mientras no estaba en funcionamiento el tranvía eléctrico, los autobuses empezaron a satisfacer las necesidades de las personas, quienes pagaban menos para movilizarse de un lugar a otro. Sobre las causas del declive del sistema de transporte eléctrico, el historiador e investigador Juan Luis Orrego Penagos publicó un artículo en el blog de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
“Con los años el problema se agravó: los ómnibus aumentaron en número y restaban al tranvía un número apreciable de pasajeros. A finales de los años veinte, ya la operación de los tranvías era deficitaria. Ante la merma de pasajeros, la empresa debió rebajar sus tarifas. Hubo una ligera recuperación en cuanto a la venta de boletos, pero no fue suficiente para generar ganancias en el negocio tranviario. Por ello, el 28 de abril de 1934, la empresa decidió transferir las líneas de tranvías y dedicarse exclusivamente a la generación y distribución de energía eléctrica”, señaló el académico.
Ante la crisis, surgió la Compañía Nacional de Tranvías S.A. (CNT), que se hizo cargo de las líneas, los trabajadores, los talleres, etc. Esta empresa no cumplió con el pago de salarios de sus empleados. Esto generó una huelga de operarios, quienes reclamaban sus derechos. Ante esta situación, la Cámara de Diputados del Congreso de la República decidió liquidar la CNT y presentó el Proyecto de ley Nº 15786, el cual fue aprobado en la Casa del Congreso, en Lima, el 9 de diciembre de 1965. Finalmente, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry promulgó la ley. De esta manera, se puso fin al sistema de transporte que tuvo apogeo y benefició a miles de peruanos, quienes luego usarían los buses articulados que se desplazarían por la Vía Expresa.