Martín Adán, el poeta que tuvo dos grandes golpes en su infancia, se refugió en el manicomio y rechazó trabajar en Palacio de Gobierno

Martín Adán es un destacado escritor cuya vida estuvo impregnada de desafíos económicos y, especialmente, de situaciones emocionales difíciles. A pesar de estas adversidades, logró crear obras literarias extraordinarias que le valieron reconocimientos y premios. Su vida fue eclipsada, en parte, por la sombra del alcoholismo.

Rafael de la Fuente Benavides escribió "La casa de cartón" con tan solo 16 años. (Mincul/Óleo de Enrique Polanco/Casa de la Literatura Peruana)

En las tertulias literarias, se suele afirmar con frecuencia que para escribir una gran obra literaria es necesario haber sufrido adversidades. Esta premisa se respalda cada vez que nos encontramos con las biografías de grandes literatos, quienes transformaron su desasosiego en arte. Basta con echar un vistazo a la literatura universal y peruana para hallar a escritores que experimentaron sufrimientos en su vida, pero cuyas obras se inmortalizaron tras su partida, e incluso antes de sus muertes.

Martín Adán es uno de los escritores cuya vida estuvo marcada por problemas económicos y, sobre todo, por difíciles situaciones emocionales. A pesar de ello, creó arte con sus propias manos. Se menciona con frecuencia que vivió en el Hospital Larco Herrera y que fue amigo de un presidente de la República, entre otros aspectos. Sin embargo, se conoce poco acerca de las circunstancias en las que ingresó al nosocomio, cómo estableció amistad con un mandatario y otros episodios de su vida que han captado la atención no solo de los adultos, sino también de las nuevas generaciones que se acercan a su obra gracias al curso de Literatura que se enseña en los colegios.

Precisamente, en las instituciones educativas se menciona que Martín Adán es representante del vanguardismo. Sin embargo, desde el siglo pasado existe una controversia con respecto a qué movimiento pertenece la obra del escritor, especialmente su libro cumbre: “La casa de cartón”. Lo cierto es que José Carlos Mariátegui afirmó que el literato no es un escritor vanguardista. Más allá de enmarcar la creación literaria de Adán, es pertinente destacar su rebeldía, un rasgo indispensable de los poetas que se circunscriben dentro de este movimiento.

La vida le trató mal a Rafael desde la infancia y esta situación se prolongó en otras etapas de su vida. (Ministerio de Cultura)

Mientras miles de peruanos elogian su obra y se suman a esta polémica, un sector de la población lo critica por su historial como alcohólico. Sin embargo, los comentarios ácidos se desvanecen cuando uno se sumerge en sus obras, entre las cuales destaca “La casa de cartón”. Este libro sigue siendo leído con atención y suscita más preguntas que certezas después de concluir su lectura.

Ahora bien, a continuación nos sumergiremos en la vida y obra de Martín Adán. Para ello, se consultó los libros de dos investigadores, Luis Felipe Alarco y José Antonio Bravo, quienes conocieron a Martín Adán en diversas facetas.

Para comenzar, es pertinente revelar el verdadero nombre del escritor, dado que los lectores suelen ver en la portada de sus libros el rótulo “Martín Adán”, lo cual podría llevar a pensar a simple vista que es su nombre. Luis Felipe Alarco, en su libro “Tres Autores”, menciona las dos posibles razones por las cuales Rafael de la Fuente Benavides adoptó este seudónimo.

“Debe adquirir un pseudónimo literario. Tiene que disfrazarse ante la izquierda y ante su hogar. Así comienza su primer exilio. Deja a su familia a un lado en cuanto escritor. No es heredero, y si lo es, lo será de Martín, el mono; y de Adán, el primer hombre”, escribió Alarco.
La primera edición de la “La casa de cartón” tuvo una baja circulación y un tiraje limitado. (Óleo de Enrique Polanco)

Así, Rafael adopta el apelativo de Martín Adán. Pero, ¿quién le puso este seudónimo? Respecto a esta interrogante, José Antonio Bravo aclara esta duda a través de su libro “Biografía de Martín Adán”. “Estuardo Núñez le propone el nombre de Martín, como un homenaje al mono de la Teoría de la Evolución de la Especie, de Darwin; y José Carlos Mariátegui, a su turno, le adjudicará el apellido: Adán, como el primer hombre del Génesis”, señaló el investigador.

La designación de su seudónimo se produjo en 1927, cuando Rafael visitó la revista Amauta, dirigida por Mariátegui. En ese año, la joven promesa de la literatura tenía 19 años y ya contaba con un libro terminado que solo faltaba publicar.

Bravo también se refirió a los motivos por los cuales Rafael adoptó el seudónimo de Martín Adán. “(…) En el fondo del mundo interior de Rafael, la dualidad de perfiles que lo habitaba, sin dudas, lo impelía a configurar dos identidades: la de aquel joven que aspiraba, por influencia familiar, a ser un abogado de renombre a la altura de su extracción social y su apellido; y la del poeta que llevaba consigo”, sostuvo.

Este investigador agrega que “La casa de cartón” no podía llevar el nombre de Rafael de la Fuente Benavides debido a que la familia del poeta se iba a incomodar, en específico Tarsila, tía del joven escritor. La molestia se centraba exclusivamente en esta mujer, ya que sus padres estaban ausentes: Santiago de la Fuente Santolalla falleció cuando Rafael tenía 5 años, y Rosa Mercedes Benavides delegó el rol de madre a su hermana.

Martín Adán regresaría al Hospital Larco Herrera en varias oportunidades. (Casa de la Literatura Peruana)

La vida le trató mal a Rafael desde la infancia y esta situación se prolongó en otras etapas de su vida. En la pubertad, sufrió otra gran pérdida: su hermano menor, César, falleció tras padecer una enfermedad denominada escarlatina. Él también padeció este mal, pero fue operado y logró sobrevivir. Aunque esta pérdida le afectó profundamente, no se derrumbó; en cambio, continuó firme en este mundo y transformó su desasosiego en arte.

“Y en su casa, el ‘afuera’, signado por la precariedad económica, la ausencia del padre; los sustos constantes del tío maxmordón; la pasividad y abulia de la madre, la dominante rigidez de la tía Tarsila; el ‘adentro’ era él mismo, su mundo interior, compartido con su hermano César a quien siempre admiró por su chispa y su sentido del humor”, apuntó Bravo.

La presencia de su hermano no solo estaría plasmada en sus manuscritos, sino también en las actitudes que adoptaría en su juventud. Según el investigador Bravo, “Martin Adán manejaba muy bien, y en abanico, esa ‘chispa’ que iba del humor a la ironía (…)”.

En cuanto a la ironía, es pertinente mencionar la anécdota contada por Luis Felipe Alarco, quien recibió a Martín Adán en su casa en varias oportunidades. En una de ellas, el escritor mostró su ironía. “En una ocasión, mi hermana Rosa le alaba sus poemas de ‘Travesía de extremares’. Rafael se extraña: ‘¿Cómo te puede gustar, Rosita, lo que ni yo mismo comprendo?’. Ironía y verdad”, relató Alarco, quien estudió con él en el Colegio Alemán Alexander von Humboldt, aunque no compartieron aulas.

Martín Adán vivió en Barranco, lugar que retrató en sus poemas. (Baldomero Pestana)

Antes de abordar la vida adulta del escritor, continuemos con los momentos clave de su etapa escolar, en la cual escribió una obra que lo encumbró en el mundo de las letras. “La casa de cartón” impacto en la literatura peruana por varios motivos, entre los que destacan la estructura narrativa, el uso de un lenguaje hermético y la renovación estética.

Construir una gran obra no fue producto del azar. Rafael estudió en el Colegio Alemán Alexander von Humboldt, una institución que contaba con destacados profesores como Luis Alberto Sánchez y Emilio Huidobro; este último desempeñó un papel determinante para que Rafael escribiera “La casa de cartón”.

Bravo también se refirió al rol que cumplió Huidobro en la formación de Rafael. “No se trata de decir que Martín Adán imitara a Juan Ramón Jiménez; se trata de establecer que en un joven adolescente como lo era cuando escribió la Casa de Cartón (tenía entre catorce y diecisiete cuando redactó el libro) la propuesta del escritor español le vino a través del consejo prestigiado de su maestro Huidobro, modelo que Martín supo recrear con el propio estilo y nutrir con su sangre y su vida”, dijo el investigador.

En el colegio, no solo estudiaron a Juan Ramón Jiménez, quien fue testigo de la etapa de esplendor de dos generaciones: la del 98 y la del 27; en esta última, influyó con sus obras, convirtiéndose en un referente en el ámbito de la poesía. En la escuela de Rafael, también se abordó la vida y obra de escritores de distintas nacionalidades, pero Huidobro parecía tener un cariño especial por los literatos españoles. No es de extrañar, ya que él nació en ese país. Además, durante las primeras décadas del siglo XX, varios literatos de España destacaban; por ejemplo, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Azorín, entre otros.

Un sector de la población critica a Martín Adán por su historial como alcohólico. (Baldomero Pestana)

La creación de “La casa de cartón” no habría sido posible sin las enseñanzas de Huidobro y, sobre todo, sin el talento y la experiencia de vida de Rafael, quien, a pesar de su corta edad, ya había palpado el dolor de la vida. Así, en 1928, se publica la obra literaria, la cual fue elogiada por Mariátegui.

José Antonio Bravo, en su libro “Biografía de Martín Adán”, citó a Estuardo Núñez para dar a conocer las fechas en que Martín Adán comenzó y terminó de escribir “La casa de cartón”.

“El libro estaba terminado a los 19 años, pero sus borradores de enrevesada caligrafía y de porfiada y constante enmienda habían adquirido arquitectura desde los 16″, señaló Núñez.

La primera edición de la “La casa de cartón” tuvo una baja circulación y un tiraje limitado, lo cual no garantizó que el poeta fuera conocido por más lectores; sin embargo, con el paso de los años, sus libros hablarían por él. Es preciso señalar que Martín Adán le pidió a José Carlos Mariátegui escribir el colofón de su libro; el izquierdista, como era de esperarse, aceptó. “Martín Adán no es propiamente vanguardista, no es revolucionario, no es indigenista. Es un personaje inventado por él mismo, de cuyo nacimiento he dado fe, pero de cuya existencia no tenemos todavía más pruebas que sus escritos”, se lee en las últimas páginas del libro.

Aunque ya se había convertido en escritor, el poeta aún no había adoptado una ideología política, a pesar de haber estudiado en San Marcos y haber presenciado huelgas en busca de la jornada laboral de ocho horas. Por otro lado, no se le puede considerar un hombre religioso; sin embargo, hay indicios que podrían refutar esta premisa. Sobre el primer asunto en cuestión, Alarco escribió: “Permanece al margen de las luchas sociales. La tradición familiar le sugiere ubicarse en la derecha, y aunque no lo hace, su devoción a Mariátegui no lo incita a militar en la izquierda”.

Los últimos años de Martín Adán los pasó en el Hospital Larco Herrera y en el Hospital Santo Toribio de Mogrovejo. (Lima Gris)

En cuanto a su religiosidad, José Antonio Bravo escribió en su libro lo siguiente: “Martín Adán dijo: ‘La gente ha perdido la fe’. Los contertulios asintieron, pero uno de ellos, el canónigo, reaccionó y preguntó: ‘¿Por qué?’. El poeta contestó: ‘Usted lo sabe mejor que yo mi querido amigo. Simplemente porque ahora en la misa consagran con vino Poblete y comulgan con panteón Cogorno’”.

Por su parte, Luis Felipe Alarco señaló que Martín Adán admiraba a su hermano sacerdote y que ante los escritores de izquierda se presentaba como católico, civilista y clerical.

Otro indicio de su religiosidad se encuentra en el poema Aloysius Acker (fragmento):

¡Muerto…!

En cuanto miro, no veo

Sino tu nariz de hielo

¡Qué estado perfecto…!

¡Como si Dios creara de cierto!

¡El no nacido, el no engendrado, muerto!...

Flores, lágrimas, candelas,

Pensamientos,

Todo demás, todo demás;

Como el deseo…

En mi ardida sombra de adentro

Real como Dios, por modo infinito

Y sensible, yaces, muerto:

Yazgo muerto.

A la vista del lector, este poema parece haber sido escrito motivado por el profundo dolor que sentía por su hermano, un sentimiento que no se desvaneció con el paso de los años. Se sabe que Martín Adán tardó varios años en tomar una decisión con respecto a la publicación de este texto.

Según Bravo, la composición literaria salió a la luz en 1947 gracias a Emilio Adolfo Westphalen, quien le pidió a su excompañero de clases del Colegio Alemán Alexander von Humboldt algún texto para su revista Las Moradas.

El día que Martín Adán rechazó un cargo importante

Otro pasaje de la vida de Martín Adán que ha captado la atención del círculo literario y de los lectores en general es aquel que gira en torno a su amistad con José Luis Bustamante y Rivero. Ambos se conocieron en Arequipa, ciudad a la que llegó el escritor para concluir sus estudios de Derecho.

El poeta abandonó Lima en 1932 debido al cierre de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Con el objetivo de continuar sus estudios, viajó a Arequipa sin presagiar que en ese lugar conocería al futuro presidente del Perú.

Sobre este episodio, José Antonio Bravo escribió en su libro lo siguiente: “(…) Consigue un empleo en las oficinas del Banco Agrario, y es en esa capital del Sur donde conoce a José Luis Bustamante y Rivero, quien era jefe del Departamento Legal de esa Legación Bancaria”.

José Luis Bustamante y Rivero fue amigo del escritor vanguardista. (Difusión)

En esta ciudad, Martín Adán no solo se dedica al estudio, sino también a la bebida, ya que en ese entonces ya no estaba bajo la tutela de su tía Tarsila. “Bebía para controlar la angustia que le había originado también el desarraigo, la soledad, la crisis universitaria, la situación política y de inseguridad del país, la falta de dinero”, mencionó el intelectual Bravo.

En Arequipa, Bustamante vio que el escritor bebía mucho, pero también escuchó un vaticinio. “Rafael de la Fuente recordaría entonces lo que diez años atrás le había vaticinado al jurista: ‘No sea usted…, usted será presidente de la República’”, escribió Bravo en su libro “Biografía de Martín Adán”.

El tiempo le dio la razón a Martín Adán, pues en 1945, Bustamante, que representaba al Frente Democrático Nacional, se convirtió en presidente de la República. En ese entonces, el escritor vivía en el Hospital Larco Herrera, lugar al que llegó gracias a la ayuda de Honorio Delgado. estuvo en el Larco Herrera por segunda vez cuando Bustamante ganó las elecciones. La primera vez que se instaló en el manicomio fue luego de su regreso a Lima.

Hasta 1938, el poeta permaneció en el Larco Herrera, pero regresaría años después. Debido a la crisis económica, el escritor se hospedó durante 5 años (entre 1940 y 1945) en un hotel ubicado a espaldas de la Catedral de Lima.

El literato regresaría al Hospital Larco Herrera en varias oportunidades. (El Peruano/Difusión)

Mientras Martín Adán se encontraba solo en una habitación del manicomio ―pero con muchos personajes literarios en su cabeza―, Bustamante y Rivero estaba organizando su Gabinete Ministerial en Palacio de Gobierno. Después de un corto tiempo, el mandatario ordena a sus trabajadores que se comuniquen con su amigo y le hagan saber que el presidente quiere conversar con él.

“La propuesta de la cita la recibió Rafael de la Fuente con absoluta naturalidad, pues la amistad de ambos tenía ya dos lustros y, además, con un mutuo respeto por ambas partes. La cita quedó concertada para el día siguiente a las nueve de la mañana”, contó José Antonio Bravo.

No se puede determinar lo que el literato habría pensado luego de recibir la llamada. Lo cierto es que llegó puntual a Palacio, pero no se reunió con la autoridad, ya que en las dos horas que esperó, este no apareció. Sobre este episodio, Bravo escribió en su libro lo que Martín le habría dicho al empleado del Bustamante: “Dígale al presidente que lo he estado esperando hasta las once. Hágale notar que llegué a la hora exacta. Lamentablemente el almuerzo lo sirven en el manicomio a las doce del día y mientras tomo el ‘eléctrico’ de aquí a la Magdalena, llegaré con las justas”, escribió el investigador.

Ese mismo día, el presidente se enteró de lo que había pasado y, para subsanar la situación, ordenó que se comunicaran con él en su presencia para invitarlo de nuevo. Al día siguiente, el escritor ya no se desplazaría en tren, sino en el automóvil presidencial.

"La casa de cartón" es la ópera prima del escritor laureado. (El Virrey/Crisol/Óleo Enrique Polanco)

Al fin, el hombre de letras y Bustamante y Rivero se reunieron en Palacio, lugar donde el poeta hubiera vivido y trabajado si hubiese aceptado la propuesta presidencial. Pero, ¿qué le dijo el mandatario a Martín? Sobre esta interrogante, es menester citar nuevamente a Bravo, quien compartió lo que el presidente le habría dicho al autor de “La piedra absoluta”.

“Mire, Rafael, como usted sabe, las labores en Palacio son múltiples y además recargadas. Yo necesito a una persona como usted, que es hombre de letras y de derecho, para que se haga cargo de mis documentos personales, mis discursos. Usted realizaría una función mínima muy moderada, con un sueldo que usted fije y, además, usted podría vivir en Palacio en una de las alas del edificio, con los libros que usted desee leer, con dos secretarias para que le pasen a máquina sus escritos de creación (…)”, escribió Bravo.

Bravo también contó sobre la respuesta que habría dado el escritor. “Rafael de la Fuente Benavides, miró en seco a José Luis Bustamante y Rivero cogió su abrigo, se lo puso, y armándole la horma al sombrero, dijo: Eso, mi querido José Luis, es como pedirle a Belmonte que regrese al ruedo. Martín Adán se despidió y salió por el foro”, relató.

Tras su salida de Palacio, Martín Adán se dedicaría a la literatura y obtendría galardones. Por ejemplo, en 1946 obtuvo el premio Fomento a la Cultura por su poemario “Travesía de extramares”. En 1947 también recibió el premio José Santos Chocano.

Los últimos años del escritor los pasó en el Hospital Larco Herrera y en el Hospital Santo Toribio de Mogrovejo; en este último lugar fue sometido a una operación de la vista. “El año 1984, es operado de cataratas y pierde la visión de un ojo, posteriormente es trasladado al Hospital Loayza. No quiere que lo visiten ni entrevisten. A pesar de la precariedad de su salud, no pierde el humor. (…) Rafael de la Fuente Benavides, del Río Jequetepeque, nos dejó para siempre un 29 de enero de 1985″, contó el investigador Bravo.

Martín Adán murió en el Hospital Loayza, lejos de sus libros y del manicomio, lugar donde vivió varios años e ideó sus grandes obras literarias que quedaron para la posteridad. Se especula mucho sobre qué hubiera pasado si el poeta aceptaba la propuesta de Bustamante y Rivero. No se puede determinar qué hubiera pasado, pero lo que sí se puede afirmar con certeza es que no hubiera dejado de escribir, y no solo discursos para el presidente de la República.

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