Cada 12 de diciembre, un fervor religioso se apodera de los fieles creyentes de la Virgen de Guadalupe cada vez que ingresan a La Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México. Personas de distintas latitudes del mundo llegan al santuario con el fin de venerar a la imagen y realizar peticiones en medio de la multitud que clama por salud, trabajo y amor.
Mientras están frente a la imagen de la ‘Virgen Morena’, las personas de diversas nacionalidades unen sus voces en oraciones y cantos que conmueven a los religiosos y no creyentes. No todos pueden ingresar al santuario, pues el aforo no lo permite; sin embargo, miles de personas se congregan en el frontis del lugar de culto para elevar sus plegarias.
La religiosidad también se manifiesta en Europa, continente que, si bien hay una variedad de culturas y religiones, cada vez más creyentes de la Virgen de Guadalupe se trasladan a Roma con la consigna de visitar la Basílica de San Pedro, un lugar sagrado donde se encuentra otra representación de la Virgen de Guadalupe.
A pesar de que la también conocida como ‘Morenita del Tepeyac’ forma parte de la identidad de los mexicanos, los ciudadanos de otras naciones han abrazado esta festividad como si fuera parte de su cultura. Tal es el caso del Perú, que tiene altares ubicados en los distritos de La Victoria y Guadalupe; en esta última locación un hombre hizo historia luego de traer la imagen de la ‘Virgen Morena’ al valle de Pacasmayo.
Pero, ¿quién es el hombre que trajo una copia de la Virgen de Guadalupe de Extremadura (España) a nuestro país? Esta y otras dudas en torno a la llegada de la virgen a tierras del norte del Perú fueron despejadas por F. Javier Campos y Fernández de Sevilla, quien realizó una investigación en torno a este tema en cuestión que llama la atención no solo de religiosos, sino también de las personas que se preguntan por qué en el distrito de Guadalupe, provincia liberteña de Pacasmayo, veneran a una santa conocida a nivel mundial.
Los entretelones de la llegada de la imagen de la Virgen de Guadalupe y lo que sucedió después de ello aparecieron en el artículo titulado “La Virgen de Guadalupe y el santuario agustino del Perú. Origen y arraigo de una gran devoción en tierras de Trujillo”. A continuación destacaremos algunos pasajes importantes de la investigación para entender la repercusión de este acontecimiento en el Perú.
Antes de sumergirnos en la historia, ubiquémonos en el siglo XVI, tiempo en el que los conquistadores llegaron a nuestro territorio y buscaron implantar su cultura y religión en distintas partes de lo que ahora es el Perú. Lo lograron, pues contaron con órdenes religiosas, las cuales estaban integradas por dominicos, franciscanos y agustinos; estos últimos jugaron un rol importante en el cuidado de la virgen.
“El domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1563, se fecha como día en que los agustinos aceptaron la imagen de la Virgen de Guadalupe, la cual el capitán don Francisco Pérez de Lezcano había traído de España, entregándola a estos religiosos que comenzaban a extender sus fundaciones desde el gran convento de Trujillo, centro de evangelización del norte del Perú”, escribió Campos y Fernández de Sevilla.
Respecto a quién fue Francisco Pérez de Lezcano, la historia del Perú nos dice que este hombre fundó la ciudad de Guadalupe en 1550. Antes de que sucediera esto, Francisco Pizarro le entregó a este español feudos del valle del Jequetepeque, uno de ellos fue habitado por personas que fueron adoctrinadas por los agustinos. Con el transcurrir del tiempo, el capitán Pérez tuvo un problema el cual fue retratado en “Los pasquines del bachiller ‘Pajalarga’”, tradición del escritor Ricardo Palma.
“La víspera de la ejecución, don Francisco Pérez de Lezcano invocó, desde el fondo de su alma, a la virgen para que le asistiera en el ya inminente fin, haciendo voto de viajar a España y traer su imagen al Perú, ofreciéndola a los agustinos para que ordenaran su veneración y su culto. Horas antes del amanecer, un platero sorprendió a un clérigo secular que clavaba un pasquín en la puerta de su taller donde estaba trabajando. El malhechor fue detenido, y por estar relacionada externamente su acción con la que había ocasionado la sentencia que se ejecutaría pocas horas después, esta fue suspendida. El clérigo confesó ser el autor de los pasquines”, escribió Palma.
La promesa, como era de esperarse, se cumplió. Tras la llegada de la imagen a Pacasmayo, el capitán construyó un altar en uno de sus terrenos. Tras ello, las personas empezaron a acercarse a venerar a la virgen. Sin embargo, ocurrió un incidente que incomodó a los religiosos.
“La presencia agustiniana en aquella zona no fue bien recibida por el clero de los pueblos y doctrinas próximas debido al reclamo material que estaba experimentando el culto, que pronto comenzó a recibir la imagen por parte de devotos que a ella acudían y que debían ser del sur de España —Extremadura y Andalucía— donde tanto arraigo tenía el culto a la Virgen de Guadalupe española”, contó Campos y Fernández de Sevilla.
A pesar de ello, los agustinos siguieron promoviendo la festividad religiosa, pues el capitán Francisco Pérez de Lezcano le había encomendado cuidar a la virgen y su culto. Pero, ¿por qué el español eligió a los agustinos para cumplir con esta misión?
De acuerdo con la investigación de Campos y Fernández de Sevilla, el capitán eligió a los agustinos porque “esta institución religiosa daba garantía de continuidad en la obra que se comenzaba, seguridad de permanencia y esplendor en los oficios religiosos; solo una comunidad de regulares podía garantizar esos fines, atraer y consolidar la devoción de la población”.
Ahora bien, el devenir de la historia hizo que la comunidad religiosa desapareciera de Guadalupe. Debido a los decretos desamortizadores de los convulsos gobiernos republicanos de las primeras décadas del siglo XIX, la festividad religiosa desapareció, pero el fervor y la fe permanecieron en los corazones de los fieles creyentes.
Prueba de ello es la feria en honor a la Virgen de Guadalupe, actividad que congrega a lugareños y turistas nacionales e internacionales cada año en el distrito de Guadalupe. Las actividades, que van desde pasacalles hasta misas, se realizan en un pueblo que estuvo marcado por la religiosidad desde el siglo XVI.