La Navidad, una festividad que trasciende fronteras, ha llegado a encontrar en cada rincón del Perú su propio lugar para expresarse. Así como en cada hogar las tradiciones familiares envuelven el árbol y el nacimiento con un acto único, en las regiones del interior del país también han aprendido a mezclar su historia y cultura en las festividades navideñas.
Esta situación se ha más palpable en el armado de los pesebres característicos de estos tiempos, pero con sabor que solo nuestra tierra le puede otorgar. Algunas se han convertido en verdaderas obras de arte.
Arequipa: sinfonía en sillar para el Niño Jesús
En la ‘Ciudad Blanca’, la roca volcánica conocida como sillar es la principal protagonista en los pesebres. En las canteras de Añashuayco (distrito de Cerro Colorado), un nacimiento de tamaño real, esculpido durante 8 años, se ha convertido en ícono turístico de la zona. Este homenaje a la cultura arequipeña fusiona la tradición del sillar con la esencia navideña, formando parte de la herencia turística de la región.
Los habitantes de Arequipa, que se caracterizan por ser muy amantes de su tierra e identidad cultural, han encontrado en el sillar una forma única de expresar la llegada del Niño Jesús. El blanco resplandeciente de esta roca volcánica, utilizada en la construcción de sus hogares y la elaboración de artesanías, se convierte en el lienzo perfecto para plasmar la magia de la Navidad.
La historia de este nacimiento inicia en 2011, cuando un grupo de escultores locales decide emprender la tarea de esculpir una representación del pesebre en sillar. Recién sería en el 2019 cuando el proyecto culmina con la creación de un nacimiento de tamaño real, convirtiéndose en el único en su categoría en todo el país. Este monumental esfuerzo artístico se integra a la ruta turística de la región, atrayendo a visitantes locales y extranjeros que buscan experimentar la singularidad de la Navidad arequipeña.
Cusco: El Niño Manuelito y su encanto singular
En el ‘Ombligo del Mundo’, la figura de Jesús adquiere un nombre propio: el Niño Manuelito. Esta denominación se desprende de una interpretación de la profecía atribuida a Isaías. La figura de Manuelito, representada como un niño blanco de cabellos negros y ojos de vidrio, se integra al pesebre cusqueño, transformando la narrativa navideña y añadiendo un matiz propio a la rica tradición cusqueña.
Los pesebres cusqueños, impregnados de la espiritualidad andina, capturan la atención de locales y visitantes por igual. La figura del Niño Manuelito, con su representación única y su conexión profunda con las profecías bíblicas, se convierte como un símbolo de la fusión entre la fe cristiana y la riqueza cultural cusqueña.
El cambio de nombre, de Jesús a Manuelito, no solo es lingüístico, sino que refleja la capacidad de las comunidades de reinterpretar las tradiciones impuestas. En el Cusco, la Navidad no solo es una celebración religiosa; es una manifestación de identidad, una expresión única de la espiritualidad que ha evolucionado a lo largo de los siglos.
Huancavelica: De Chopcca al Vaticano, un Patrimonio Cultural en movimiento
La comunidad Chopcca de Huancavelica, reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación, teje su propia historia navideña. Su vestimenta, colorida y única, se incorpora a los pesebres, destacando la identidad de esta comunidad. En 2021, un pesebre de Chopcca se levantó en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, capturando la atención de millones de visitantes y fieles alrededor del mundo.
La historia de Chopcca, una comunidad situada en las alturas de Huancavelica, es una crónica viva de tradiciones que resisten el paso del tiempo. Sus vestimentas, llenas de color y simbolismo, no solo adornan los pesebres, sino que también transmiten la riqueza cultural de esta comunidad andina. La declaratoria como Patrimonio Cultural de la Nación en 2014 es un reconocimiento a la importancia de preservar estas tradiciones únicas.
Ucayali: una navidad biodiversa en la selva peruana
La Amazonía peruana también sabe imponer su vasta biodiversidad en los pesebres navideños. Más allá de los animales clásicos, los nacimientos incluyen fauna local como monos, ronsocos y ocelotes. Además, las figuras de José, María y Jesús visten atuendos de los pueblos originarios, fusionando la espiritualidad navideña con la riqueza cultural de esta parte de nuestro país.
De esta manera, la selva peruana, hogar de una biodiversidad única en el mundo, se convierte en el escenario perfecto para la creación de pesebres que rinden homenaje a la abundancia natural de la región. Los monos juguetones, los ronsocos curiosos y los ocelotes majestuosos se integran al pesebre, compartiendo espacio con las clásicas figuras de la historia navideña.
La vestimenta de José, María y Jesús, confeccionada con los textiles y diseños propios de los pueblos originarios, establece un puente entre la espiritualidad cristiana y las raíces culturales de la selva. La Amazonía, con su exuberancia y diversidad, aporta una perspectiva única a la celebración de la Navidad, donde la naturaleza se convierte en parte activa de la narrativa festiva.
Ayacucho: Retablos que narran la Navidad andina
Patrimonio Cultural de Perú desde el año 2019, los retablos ayacuchanos se originaron en la época colonial. Inspirados en las “cajas de San Marcos”, utilizadas por sacerdotes españoles para evangelizar, los retablos andinos narran la Navidad con una estética única. Estas obras maestras, arraigadas en la región andina, fusionan la espiritualidad navideña con la artesanía ayacuchana.
Precisamente Ayacucho se ha convertido en hogar de una tradición que ha perdurado a lo largo de los siglos y los artesanos ayacuchanos han elevado esta forma de arte a nuevas alturas.
Los retablos andinos, con sus colores vibrantes y su meticuloso detalle, llevan a los espectadores a un viaje visual a través de la Navidad andina, donde la espiritualidad se entrelaza con la destreza artística.