Dina Ercilia Boluarte Zegarra, actual presidenta de Perú, y Luis Alberto Otárola Peñaranda, su primer ministro, forman una dupla que ha cobrado relevancia en la esfera política del país. Con la premisa de una coordinación estrecha, esta alianza intenta llevar a flote un gobierno caracterizado por constantes turbulencias políticas y desafíos de gobernabilidad.
Boluarte asumió la presidencia el 7 de diciembre de 2022, tras la destitución de Pedro Castillo, en medio de una crisis política que desató un amplio debate y diferentes reacciones en el espectro nacional. Abogada de profesión y con una carrera en el servicio público, su llegada al poder representaba inicialmente una llamada a la estabilización y el retorno a la institucionalidad.
La dinámica de poder entre Boluarte Zegarra y Otárola Peñaranda es fundamental para entender la gestión actual del país. Como presidenta, Boluarte enfrenta el reto de generar confianza donde la figura del Ejecutivo ha sido cuestionada y la gestión pública exige resultados tangibles. Otárola, siendo la cabeza del gabinete ministerial, juega un papel crucial en la búsqueda de diálogo en un entorno político fragmentado.
Alberto Otárola y su influencia política
La biografía política de Otárola es extensa. Nacido en Huaraz, se graduó en Derecho en la Universidad San Martín de Porres, especializándose en derechos humanos. Su carrera lo llevó a representar al Estado peruano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2001.
Participó en la política desde joven, uniéndose al Partido Socialista Revolucionario, y más tarde ocupando cargos en los gobiernos de Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Su vínculo con Humala es especialmente notable, habiendo sido su abogado junto con su esposa, Nadine Heredia, en el caso Odebrecht.
La trayectoria de Otárola ha sido de altibajos. Tras su paso por el Ministerio de Defensa durante el gobierno de Humala, se alejó del centro político, hasta que Boluarte, entonces vicepresidenta y ministra de Pedro Castillo, lo eligió como su abogado, defendiéndola de una acusación constitucional.
“Otárola fue su abogado de Boluarte, consolidando así una relación de total confianza. Dada la limitada habilidad oratoria de la mandataria, Otárola ha asumido roles de escudero y vocero. En ausencia de habilidades verbales, los presidentes suelen buscar un portavoz, y Otárola, hábil en políticas públicas, ha asumido ese papel. Parece que ella se siente cómoda con su presencia y es probable que busque mantener esa conexión”, comentó Luis Fernando Nunes, politólogo, internacionalista y experto en gobernabilidad, en una entrevista para Infobae Perú.
Tras la caída de Castillo, Boluarte Zegarra ascendió a la presidencia y nombró a Otárola como ministro de Defensa, donde fue responsable de la respuesta militar a las protestas en Ayacucho y Puno, y más tarde como primer Ministro. Recordemos que defendió con firmeza las medidas adoptadas hacia los protestantes, una respuesta que ha resultado en enfrentamientos violentos, donde hasta la fecha han fallecido 50 personas, según las cifras oficiales.
Como presidente del Consejo de Ministros, Otárola es visto como el arquitecto de decisiones claves, incluyendo la declaración de estado de emergencia en Lima y en varias regiones, así como las directrices a las fuerzas de seguridad para contener los desórdenes.
Al respecto, Daniel Abugattás, expresidente del Congreso de la República, ha señalado que la toma de decisiones en el Gobierno de Dina Boluarte recae principalmente en el primer ministro Alberto Otárola.
En una analogía con el pasado, comparó esta situación con el mandato de Ollanta Humala, donde la exprimera dama, Nadine Heredia, desempeñó un papel destacado. “Dina Boluarte carece de un notable talento para liderar (...) Otárola maneja y Boluarte actúa como una marioneta”, sostuvo.
Una gestión criticada
El contexto en el que ambos líderes se desenvuelven es complicado. El Perú ha visto en los últimos años una sucesión de presidentes y crisis políticas que han erosionado la confianza de la ciudadanía en sus instituciones. La polarización política y los escenarios de protesta son retos constantes que la dupla presidencial-ministerial debe enfrentar.
Pese al pasado izquierdista de ambos, Dina Boluarte y Alberto Otárola han perdido el apoyo de sus aliados políticos. Desde el primer día de su mandato, Boluarte ha tenido que lidiar con cuestionamientos y la presión de sectores que no ven su gobierno como legítimo. La relación con el Congreso, la confrontación con grupos de oposición y la necesidad de avanzar en una agenda de reformas son parte de su cotidiano quehacer.
Otárola se ha enfrentado a la tarea de reforzar la imagen del Ejecutivo. La seguridad nacional y la capacidad de respuesta ante eventuales crisis son ejes de su gestión, que ha sido criticada por su enfoque en el restablecimiento del orden, lo que algunos ven como una falta de estrategia y empatía hacia la población, que ha generado un distanciamiento entre el gobierno y sectores significativos de la sociedad, exacerbando la crisis de credibilidad en el país.
En este contexto, Juan Jiménez Mayor, quien ocupó el cargo de primer ministro durante el gobierno de Ollanta Humala, sostiene que a Alberto Otárola le ha faltado buscar signos que generen una mayor empatía en un momento en el que la brecha entre el gobierno y la población se agranda, y se experimenta una grave crisis de credibilidad en el país. “(Otárola) es reconocido como un individuo dialogante, capaz de llegar a acuerdos; el inconveniente radica en que en la actualidad no hay interlocutores con quienes entablar conversaciones”, indicó.
Una dupla que se resiste a caer, a pesar de la desaprobación
La dupla Boluarte-Otárola se erige como una alianza sin bases. La legitimidad y eficacia de su administración son constantemente puestas a prueba y su popularidad viene decayendo.
La más reciente encuesta del Instituto de Estudios Económicos (IEP), confirma una marcada desaprobación hacia el gobierno: Apenas un 8% de los encuestados respalda la gestión de la presidenta, marcando su índice de aprobación más bajo desde el inicio de su mandato.
La desaprobación de los peruanos con respecto a la mandataria se acentúa en el segmento económico D/E, alcanzando el 87% y llegando al 93% entre aquellos que se autodenominan de izquierda.
En cuanto al liderazgo de Alberto Otárola frente a la PCM, la ciudadanía respalda mayoritariamente su alejamiento del gobierno y la remoción completa del gabinete. El 65% de los participantes expresó su apoyo a la salida del segundo al mando de la presidenta Dina Boluarte.
Para Juan Sheput, exministro y analista político, el gobierno de Dina Boluarte “muestra signos de descomposición”, y Alberto Otárola “se niega a enfrentar la realidad”. “Ellos mismos serán la semilla de su propia destrucción. Cuando la aprobación del gobierno cae a un solo dígito, se deben tomar medidas. El primer ministro no ha logrado destacar en este período, persiste en promesas vacías. Otárola carece de capacidad de convocatoria y solo atrae a individuos mediocres”, sostuvo.