Un día como hoy, pero hace 36 años, el fútbol y la sociedad vivieron una de las mayores tragedias de la historia. El avión Fokker F-27 AE número 560 de la Marina de Guerra del Perú, transportando al equipo completo de Alianza Lima, se estrelló en las frías aguas de Ventanilla.
De los 44 ocupantes, solo uno sobrevivió. Fueron 16 jugadores, 6 miembros del cuerpo técnico, 4 auxiliares, 3 árbitros, 8 hinchas y 6 tripulantes, las víctimas del cruel destino.
Ese martes 8 de diciembre de 1987 dejó un dolor imborrable en el corazón de Perú que aún hoy no ha sanado por completo. Esta es la historia de lo que ocurrió en las horas cruciales del fatal accidente.
Dos días antes: El inicio del fin
El comienzo del este triste capítulo podría situarse 48 horas antes de los hechos. Ese día, Alianza Lima empató ante San Agustín, y sin saberlo, el defensa César Espino se convirtió en el primer sobreviviente al ser expulsado minutos antes del pitazo final, junto con el jugador del equipo ‘santo’, Carlos Castro. Este evento marcó el inicio de una serie de eventos que desencadenarían con la caída del avión.
Tras el partido, el equipo tuvo que alistarse para enfrentarse a Deportivo Pucallpa como visitante. Sin embargo, esta travesía estuvo plagada de contratiempos: el calor agobiante, la falta de alojamiento adecuado y la incomodidad del transporte aéreo generaron un ambiente tenso.
A pesar de las adversidades, Alianza Lima ganó el partido con un gol de Carlos Bustamante, asegurando la punta en solitario y dejando a Unión Huaral como escolta. Apenas hubo tiempo para celebrarlo, pues lo único que querían los jugadores era regresar a casa lo más pronto posible.
“Los muchachos se han portado muy bien en la cancha, a pesar de los imponderables que tuvimos. No teníamos alojamiento y hemos comido media hora del partido”, declaró el técnico Marcos Calderón para la radio local.
Rumbo a la tragedia
Tras el pitazo final, y alistar todo para el retorno, la delegación ‘blanquiazul’ dejó la selva peruana a las 5 de la tarde. Según algunos taxistas que prestaron servicio a varios jugadores hasta el aeropuerto pucallpino, iban en silencio y sufriendo las inclemencias del intenso calor. Solo Tomassini hizo algunas bromas, pero nada memorable.
Así subieron al aeroplano y partieron a la capital. Y aun cuando todo el viaje no tuvo novedad alguna, el destino cambió para siempre a pocos minutos de llegar a la pista del Jorge Chávez.
Error fatal: la desesperación se apodera
Con el avión acercándose al terminal aéreo, el capitán Edilberto Villar Molina pidió permiso a la torre de control para realizar el aterrizaje respectivo.
Llegada la confirmación, procedió a pulsar el botón que ordenaba el tren de aterrizaje. Y aunque sintió el tirón que da el aumentar la resistencia del aire, su tablero de control indicaba lo contrario. Cosa que lo llenó de dudas y el nerviosismo se fue apoderando de él hasta nublar su juicio.
Ante esa primera alerta, Villar pidió ayuda visual de la torre de control para que le confirmaran que el tren de aterrizaje efectivamente estaba abajo. Lo hizo hasta en dos oportunidades.
Parece que ahora sí se animaba a aterrizar la nave, pero luego de tres largos minutos desde la última comunicación, la nave sigue sin aparecer en el horizonte y la torre da sus primeras muestras de preocupación. “Halcón, torre escucha”. El silencio es el que responde. El miedo y la desesperación de los miembros de la torre de control son evidentes. Ese era solo el comienzo de la noche más triste.
Búsqueda incansable: la esperanza se desvanece
Sin más tiempo que perder, la torre informa a la Base Aeronaval que se ha perdido todo contacto con Halcón. “¿Tienen contacto en su frecuencia?”, preguntan. La respuesta es negativa. Insisten en las llamadas y no le sacan el ojo al radar.
sAl llegar las 8 y 20 de la noche, el jefe de control del aeropuerto, Juan Parra, da la voz de alerta a la Unidad de búsqueda del Grupo Aéreo Número 8. De inmediato, sus helicópteros salen en busca del avión.
No sería hasta las 4:30 de la mañana del 9 de diciembre que se logró rescatar al piloto Edilberto Villar. Ya con la luz del día, los primeros cuerpos fueron apareciendo y una semana después, la Marina daba parte del rescate de la cola de la nave y parte de su fuselaje, que se hallaba a 20 metros de profundidad.
Dolor en estado puro
Las escenas que se vieron en la televisión y en la prensa de la época no pudieron, ni podrían, expresar la desesperación de los seres queridos de todas las víctimas que querían de vuelta a sus familiares y respuestas sobre lo que realmente había ocurrido.
Con el paso de los días, el mar devolvió los cadáveres, los mismos que eran velados en el estadio “Alejandro Villanueva” ante la consternación general del pueblo peruano, que seguía sin creer que algo así le hubiese pasado al equipo más querido del país.
El tiempo también dio paso a algunas leyendas que ganaron cierta popularidad. Tal vez la más conocida sea la del delantero Alfredo Tomassini, quien supuestamente habría nadado por algunas horas al lado de Villar con una pierna rota, pero el cansancio le ganó el partido de la vida.
Alianza nunca muere: El renacer de la esperanza
Pero tal como dicta la mitología griega, Alianza Lima renació de sus cenizas como la legendaria ave Fénix. Tras el traumático momento, la institución blanquiazul tuvo que armar un equipo de emergencia para terminar la temporada, alcanzando el subcampeonato. El tan ansiado título nacional tuvo que esperar hasta 1997. A pesar de eso, su hinchada no paró de crecer hasta lograr la confirmación, por medio de varias encuestas, de que es la más grande de este país.