Precisaban que era el movimiento estelar del mercado de transferencias. Que su llegada potenciaba a Alianza Lima en la búsqueda del anhelado tricampeonato y elevaba el nivel de la Liga 1. Aunque, a la luz de los hechos, lo cierto es que la contratación de Christian Cueva -mediante una cesión temporal de medio año que después sin razones aparentes se extendió hasta el cierre de temporada- fue un completo fiasco. En los meses que estuvo defendiendo la camiseta aliancista jamás se apareció ese fabuloso innato talento que cautivó a todo el país por más de un lustro. Pero lo que sí surgió fue su falta de compromiso que devino en una serie de problemáticas dentro de la institución de La Victoria.
Seamos honestos, nunca propició algo beneficioso, deportivamente hablando, para el plantel. Por el contrario, sólo ocasionó más ruido por sus accidentadas exhibiciones. Todo empezó un 20 de marzo con una deslucida presentación contra Sport Huancayo, en la Incontrastable. Su ingreso no se hizo notar. Lo peor vino seis días después cuando se lesionó ni bien se dio el silbatazo inicial contra Atlético Grau, en Piura. A partir de entonces todo fue distinto. Más allá de que siguió siendo de la partida -incluso con una convocatoria a la selección de por medio- no marcaba la diferencia esperada para un ‘10′ de su categoría.
La situación escaló a mayores cuando cometió una falta grave al ausentarse, sin dar comunicación al respecto, a los entrenamientos de los aliancistas después de acudir a una reunión social, en Trujillo, hasta las altas horas de la noche. No está de más recalcar que en ese momento ya tenía una deuda con todos los actores que aprobaron su llegada. Y la misma se acrecentó por su falta de cabeza. “Espero tener la oportunidad de reivindicarme. Buscaré ayuda”, dijo visiblemente afectado en un clip difundido por redes sociales. Palabras al viento. Porque jamás demostró, siquiera, la intención de cambiar por el bien suyo y de quienes lo rodean.
Es preciso recordar que, en medio de todo este alboroto, la directiva apostó por renovar la cesión del controversial Cueva. ¿A razón de qué? No se sabe. No había un factor clave para darle otra oportunidad, pero se la dieron y las consecuencias fueron duras: arremetidas de simpatizantes contra Christian volcadas en afiches pegados en los exteriores de Matute, revelaciones de su verdadero estado de forma (mermado por una lesión a la rodilla que no fue tratada adecuadamente) y exclusiones en la etapa decisiva en la búsqueda del campeonato. Así pues, se dio por terminada su aventura sin registrar goles ni asistencias. Pasó sin pena ni gloria.
Mencionado todo esto, es necesario tomar este caso como ejemplo para no volver a caer en lo mismo en el futuro y también para remarcar -si es posible varias veces- que por muy buen futbolista que sea uno, lo más importante es su hoja de buena conducta. De la armonía, profesionalismo y unión depende mucho el éxito tanto de un grupo como de su sitial laboral.
Sinceramente, duele ver cómo un profesional echa a perder sus oportunidades y pone en riesgo una imagen que le costó construir por años. De un momento a otro Cueva se desdibujó. Ahora es una caricatura de sí mismo que apena y afecta a todos los que gozaron de su buen fútbol. A estas alturas parece que está a la deriva. Por su bien ojalá pueda analizar su situación, identifique sus errores y, como dijo en julio del presente año, busque ayuda “para soportar más y elegir mejor”. El cambio de timón sólo depende de ti, Christian. Estás a tiempo.