El verano se acerca y con él, la imagen de playas llenas de personas disfrutando del sol y el mar. Hace décadas, este traje de baño, hoy tan común, desencadenó una controversia que lo convirtió en objeto de regulaciones e incluso sanciones económicas. Sí, hablamos del famoso bikini. En los años 50, su aparición marcó un antes y un después en la historia de la vestimenta femenina.
En aquel entonces, la adopción del bikini fue más que un simple cambio de moda; representó un hecho en la búsqueda de la emancipación de la mujer. En un contexto donde se logró el sufragio por las mujeres peruanas en 1956, el bikini se convirtió en un símbolo de la evolución cultural y la lucha por la autonomía.
De traje de baño a bikini en el mundo
En un recorrido a lo largo de las décadas, los trajes de baño femeninos han experimentado una evolución notable, reflejando cambios significativos en la moda y en la mentalidad social. Desde los conservadores diseños de los años 20 hasta la revolución del bikini en 1946, estos trajes fueron una parte importante en la progresiva liberación del cuerpo femenino.
En los primeros años del siglo XIX, se permitió una mayor exhibición de piel que sus predecesores, con diseños que dejaban al descubierto los brazos y parte de las piernas. Fabricados principalmente en lana y complementados con medias, estos trajes sentaron las bases para una transformación más osada.
Para los años 30, la moda experimentó una revolución en la silueta femenina. Las prendas se ajustaron más al cuerpo, utilizando materiales elásticos y satinados que brindaban mayor comodidad y realce al busto, celebrando la forma femenina de manera más evidente.
Sin embargo, fue la llegada de los años 40 lo que verdaderamente marcó un acontecimiento importante con la creación del bikini. Concebido por Louis Réard, un ingeniero mecánico francés que lideraba la empresa familiar de lencería, este traje de baño revolucionario expuso el abdomen de una forma que no se había visto antes. Jacques Heim también se sumó a la carrera con su diseño, el “Átomo”, considerado en su momento como “el traje de baño más pequeño del mundo”. Aunque aún no mostraba por completo el ombligo, algo tabú en esa época, marcó un precedente.
El bikini, debido a razones morales, tuvo que esperar su momento hasta finales de los años 50 y principios de los 60 para alcanzar su esplendor. La influencia de Brigitte Bardot fue determinante, luciendo estos trajes en Saint Tropez y Cannes, lo que contribuyó enormemente a su aceptación y popularidad en el cine y los medios de comunicación. Su papel icónico en la película “Y Dios creó a la mujer” (1957) fue un factor clave que inspiró a incontables mujeres a adoptar esta prenda tan liberadora.
La revolución de una prenda en el Perú
En Perú, tras el otorgamiento del derecho al voto a las mujeres en 1956, se vivió una rápida evolución social y cultural. Cuatro años después, en los años 60, se presenció un cambio notorio. El bikini, visto entonces como una prenda audaz y poco común, empezó a ser más popular hacia finales de esa década, impulsado por el movimiento hippie y un cambio en la percepción sobre el cuerpo de la mujer.g
Este traje de baño era considerado como algo prohibido para muchas mujeres, ya que mostraba más de lo habitual y no todas estaban dispuestas a usarlo. Sin embargo, la situación cambió y una mayor aceptación del bronceado, pero como un signo de estatus social, especialmente asociado a mujeres de clase alta.
En esa época, tener la piel bronceada se veía como un símbolo de pertenencia a un estrato social elevado, ya que no todas las mujeres podían permitirse pasar mucho tiempo bajo el sol en la playa. Este cambio en las normas de belleza refleja que, además de los cambios políticos, hubo una transformación en la moda y en la manera en que las personas se expresaban durante esos años en Perú.
Un día de playa en 1965
Durante los meses cálidos de verano, entre enero y marzo, el distrito costero de Chorrillos, en Lima atraía a una multitud de visitantes a sus playas, entre ellas La Herradura. Este lugar, que fue un punto de reunión social en los años 50, solía ser la sede del prestigioso club Samoa, un epicentro de la vida playera y un punto de encuentro vital para la comunidad de surfistas de esa época. Otro importante lugar era el club Waikiki, fundado en 1942, que, aunque carece de arena y palmeras, era famoso por sus piedras y sus olas perfectas para el surf, convirtiéndose en un santuario para los amantes de este deporte.
En la década de los 60, considerados por muchos como la edad dorada del surf, la influencia de este deporte se extendió más allá del océano para influir en la cultura popular en múltiples aspectos: música, moda, lenguaje y gestos característicos. Fue un período en el que La Herradura no solo mantuvo su estatus como un lugar exclusivo de encuentro, sino que también se convirtió en el epicentro de una revolución en la vestimenta de playa con la irrupción y aceptación definitiva del bikini.
Este atuendo, concebido en Francia dos décadas antes, sufrió una transformación radical en la zona con la introducción del material lycra, esculpiendo la figura femenina de una manera sin precedentes. Los jóvenes limeños de aquel entonces abrazaron estos cambios con entusiasmo, contribuyendo a una revolución cultural en las costas peruanas.
En la actualidad, el bikini continúa su evolución, con la última tendencia siendo un bikini de corte alto inspirado en los años 90, aclamado por muchas como su estilo preferido. La moda y la cultura playera de Lima sigue transformándose, pero la esencia de aquellos años dorados y el espíritu liberador que estas prendas desencadenaron en la arena, todavía resuenan entre las olas y las generaciones de veraneantes que encuentran en estas playas un espacio para relajarse y conectarse con la historia.