Exequiel Yeipén es un adulto mayor de casi 80 años de edad. Desde hace 30 años ha trabajado como taxista en el Aeropuerto Jorge Chávez donde ha recogido a un incontable números de pasajeros.
En el 2022, como taxista que es, ofreció sus servicios a unas personas que recientemente habían llegado al Perú. No obstante, dos meses después, esa carrera le costó hoy su libertad y una larga agonía depresiva.
En aquel entonces, la Policía Nacional del Perú (PNP) capturó a varios miembros extranjeros del narcotráfico, entre ellos cabecillas y esposas de líderes del Cártel de Tijuana El arresto se dio para un aproximado de 100 personas, entre ellas el taxista peruano.
Yeipén alegó en todo momento que él no conocía a que se dedicaban las personas que había transportado. Su manifestación en conjunto con las propias versiones de los narcotraficantes coincidían y la justicia deliberó que el taxista obtenga su libertad luego de 15 meses de prisión, pero bajo algunas restricciones, entre ellas acudir a las instancias cada que lo citaran.
Un mal consejo y una sentencia de prisión
Dada su limitada situación económica, la única asistencia legal que pudo obtener en su momento fue por parte de la abogada responsable de representar al conjunto de los acusados en el caso del narcotráfico. Esta persona le indicó que no era necesario que se presente a las citaciones y así lo hizo.
En el 2005, Exequiel Yeipén dejó en el olvido el caso y muchos años después, en diciembre del 2022, el taxista fue notificado sobre una orden de prisión en su contra. Lo habían sentenciado a 15 años de cárcel por el caso que había sido reabierto.
El señor Yeipén fue detenido nuevamente el 16 de diciembre y con una sentencia como la que tiene, es comprensible que ahora atraviese problemas emocionales. Su familia asegura que ha sido diagnosticado con depresión.
“Está delicado, ayer tuvo una caída, pido a la justicia que revise su caso. Como lo he dicho y lo vuelvo a decir, a él nadie lo acusa, lo sentenciaron a 15 años, y eso para él es injusto, es un adulto mayor, que está enfermo y con una depresión. Tengo que estar pendiente de él, y les pido, por favor, que revisen su caso, él es inocente”, aseguró su esposa para Buenos días Perú.
Según las declaraciones del abogado que ahora tiene Exequiel Yeipén, la pena que enfrenta el peruano es incluso mayor a la que los narcotraficantes han obtenido. El letrado menciona que han presentado un recurso de nulidad hace dos meses y que esperan que las autoridades respondan al pedido y se valore la situación social.
“Si bien es cierto, no se presentó a las audiencias, pero él ha estado trabajando, él ha estado presente en notarías, ha estado presente en cada una de las votaciones, hasta tiene fotos públicas con el alcalde. Él no ha pasado nunca a la clandestinidad”, mencionó el abogado.
Tanto sus familiares como sus compañeros taxistas se han unido para pedir justicia, destacando su buena reputación y su vida dedicada al trabajo honesto.
“El señor Yeipén es una persona intachable, educada, aquí lo conocemos como una buena persona. Exigimos a las autoridades una pronto solución, ya que es una persona de edad. Nosotros damos los servicios y no sabemos a quién llevamos en realidad; entonces, exigimos a las autoridades una pronta solución”, indicaron.
Más detalles del caso.
El programa Domingo al Día visitó al septuagenario en el penal Lurigancho donde pasa sus días a la espera de un milagro. Desde su celda, el septuagenario ofreció más información sobre su caso, revelando que durante tres meses estuvo involucrado en el transporte de los cabecillas del cártel y que su mayor miedo ahora es “morir en la cárcel”.
Según indicó, cuando la familia colombiana tomó sus servicios, una de las mujeres le solicitó su tarjeta para contactarlo en otra oportunidad. Fue así como en más de una oportunidad, Marco Cano Gonzáles y Libardo Monte Alegre (cabecillas confesos del Cártel de Tijuana) lo llamaron para que lo trasladen a diferentes lugares.
“Yo creía que eran empresarios, y de verdad eran empresarios pero de ‘fachada’. Yo no los conocía, yo no pensaba que fueran tan malos porque cuando los llevé a Chimbote a comprar un repuesto, me decían que pare y entraban a la iglesia a rezar con sus hijos, con sus esposas”, mencionó con la voz entrecortada.