Güerejo, como fue bautizado, estuvo durante días aferrándose a la vida agarrado con sus patas de la salida de un desagüe, utilizando absolutamente todas las fuerzas que tenía para no ahogarse en ese mar de desechos humanos. Cuesta creer que alguien fue tan ruin para dejarlo allí con el objetivo de quitarle la vida de la manera más espantosa.
La suerte del pobre perrito parecía echada y, si no volvía a caer en ese cúmulo de heces humanas, lo más probable es que su cuerpo no resistiera la infección que ya había inflamado todas sus patas, que estaban en carne viva y sin piel por partes producto de su lucha para no morir.
Hasta que Malú Torres se cruzó en su vida. Unos niños se acercaron a su negocio a pedirle una toalla para “secar a un perro” y su olfato de rescatista de animales la llevó a averiguar qué había detrás, así que los acompañó y descubrió una escena que difícilmente olvidará: el perrito mojado y aterrado, a punto de perder el equilibrio en el ingreso del desagüe. Ninguno de los pequeños se animó a sacarlo porque había que meterse y, por supuesto, ensuciarse (con el riesgo que eso significaba), así que Malú respiró hondo, descendió y abrazó tan fuerte a Güerejo que parecían uno solo.
El animal fue llevado a la veterinaria y, a simple vista, el doctor le dijo que podía perder las patitas, la infección producto del contacto con heces era grave y las heridas aun más, sin embargo, le dijo una frase mensaje a Malú que ella recuerda con agradecimiento: “Dame chance, vamos a lucharla”.
Luego de casi un mes sorprende ver la increíble recuperación del perrito. Casualmente, en mi reciente viaje a Pachuca, México, conocí a este hermoso guerrero cuando Malú fue a visitarlo a la veterinaria. El responsable del área de internamiento nos contó que Güerejo es el mejor paciente, a pesar de estar en un canil durante muchas horas al día no se queja ni protesta, sino que es cariñoso y agradece a todo el que le da cariño con un movimiento frenético de cola y algunas lamidas. Lo hizo conmigo también y por algunos segundos pensé en traerlo conmigo a Perú, cuando vi en sus ojos esa tristeza que solamente tienen los animales que han sido víctimas de la crueldad humana.
Pasé todo ese día con Malú, luego de comprar un par de bebidas al paso, visitamos el modernísimo Centro de Atención Integra Veterinario del Gobierno Municipal de Pachuca (ejemplo de éxito en el control de animales en situación de calle en México) y el albergue de “Pachuca sin callejeros”, un grupo de rescatistas que han dado una nueva oportunidad a perros que, ya recuperados, esperan por una oportunidad de demostrar la lealtad y amor infinito que solo los animales pueden demostrar.
Una hora después estábamos reuniéndonos con dos diputados que trabajan, entre otras propuestas, para reducir la sobrepoblación de perros y gatos. Ya no nos quedó tiempo para conocer a las increíbles voluntarias de “Todo por ellos Pachuca”, que también tienen un refugio de animales traicionados por malas personas.
Malú (luego supe) acababa de perder a una perrita que era parte de su familia y, además, estaba pasando por un momento personal muy duro, pero sabe que el trabajo de ayuda a los animales no tiene vacaciones ni feriados; los perros y gatos que cuida esperan por ella y no entienden de problemas humanos. La necesitan y ella está.
Me fui con la carita de Güerejo grabada en la mente y su recuerdo aún me acompaña. Esta columna es mi forma de rendirle un homenaje a Malú Torres y, con eso, a todos los que dejan el alma en cada rescate (sé perfectamente el desgaste emocional que eso significa), sin embargo, también es mi llamado para que tú, que estás leyendo esta columna, me ayudes a que la historia de este hermoso perrito acabe como debe ser.
La cuenta en la veterinaria es alta y él no tiene a donde ir aún. Lo más probable es que regrese a la calle porque no tiene ningún pedido de adopción, algo que sería muy triste luego de todo el esfuerzo que significó sacarlo adelante.
Si vives en México y quieres abrirle las puertas de tu casa a Güerejo, te garantizo que te hará feliz hasta su último aliento. Si quieres sumarte a la lucha por lograr su recuperación (ya la piel de sus patitas y sus profundas heridas está regenerándose) puedes enviarme un mensaje al 993-595656.
Gracias, Malú, por trabajar sin descanso por animales como él. Gracias a todas las personas que, como tú, luchan con todo lo que tienen (y lo que no) para arrebatarle esas vidas de las manos a la muerte, todos los días de su vida.