La cuenca del Río Rímac es una de las principales arterias hidrográficas del Perú. Durante siglos, ha desempeñado un papel esencial en el abastecimiento de agua para el consumo humano, la agricultura y la generación de energía, pues a lo largo de su lecho se encuentran ubicadas cinco centrales hidroeléctricas muy importantes para Lima, según el Ministerio de Energía y Minas.
No obstante, la importancia de este río no se limita a su contribución al suministro hídrico. También tiene relación con una permanente actividad minera, que abarca una amplia gama de operaciones. La extracción de minerales se concentra principalmente en áreas de mayor altitud, extendiéndose a lo largo de la cuenca principal y la subcuenca de Santa Eulalia.
¿Se podía pescar en el río Rímac?
La historia del río Rímac refleja también el desorden de nuestra evolución como ciudad. Según el informe “Si el río hablara”, de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), este río fue testigo de cómo nuestra Lima creció sin control y de nuestra incapacidad para manejar de forma adecuada los desperdicios, provenientes de hogares o industrias. Muchos consideran que este río ha perdido importancia en cuanto a su diversidad de peces y vida silvestre, a pesar de que en el pasado albergaba una gran cantidad de flora y fauna nativa, como los camarones y pejerreyes.
Los rastros de la pesca y recolección de camarones en el Río Rímac datan de épocas ancestrales. Durante la etapa de Manchay, los primeros pobladores del periodo formativo en Lima, dedicados principalmente a la agricultura, se beneficiaban de la abundancia de estos crustáceos en las entonces cristalinas aguas del río.
Las historias relatadas en las “Tradiciones” de Ricardo Palma nos trasladan al período virreinal, cuando los limeños apreciaban el consumo de camarones. En la calle “Pescadería” (en la actual primera cuadra del Jr. Carabaya, cerca del Palacio de Gobierno, donde ahora está el Bar Cordano), se vendían diversos productos hidrobiológicos provenientes del río. Esta era una época en la que el mercado se situaba en la Plaza de Armas.
Durante la república y la construcción del famoso Puente La Palma para el ferrocarril hacia Ancón, sus bases eran lugares idóneos para capturar camarones. Esto atraía a los “cazadores de camarones”, quienes se encargaban de su captura, venta o consumo, aprovechando las habilidades culinarias de las mujeres de esa época.
En la página de Facebook, Don Calito compartió relatos sobre la vida de los camaroneros que solían cazar estos crustáceos bajo los puentes del lugar. Se mencionan tres puentes en particular: Balta, de Piedra y del Ejército. Estos sitios eran puntos de observación para la gente que disfrutaba viendo cómo los camaroneros realizaban su trabajo con una herramienta llamada atarraya (red redonda para pescar en aguas poco profundas).
Otra manera de extraer estos crustáceos era atado con un costal en la espalda, buscaba estos mariscos debajo de las piedras del agua. Capturaba los camarones y los almacenaba en el costal. Una vez que tenía una cantidad considerable, se dirigía hacia la calle Camaroneros, cercana a la iglesia ‘Las cabezas’, en el jirón Virú, junto al popular restaurante del Rímac donde termina la alameda de los descalzos.
Durante la sequía, se solían extraer lombrices del barro, utilizándolas como cebo para la pesca. Se iban al río, específicamente a las tres compuertas, y se pescaba con caña. El cebo se enganchaba y se lanzaba al agua para atraer a los cangrejos y camarones. Luego de la pesca, se llevaban a casa los camarones y se los cocinaba asados en un fogón de adobe.
¿Cómo era el Río Rímac antiguamente?
La disposición virreinal de 1573, ejecutada por el virrey Francisco de Toledo, instauró una medida en el año 1569 que afectó a los pobladores nativos dedicados a la pesca y extracción de camarones. Estos fueron obligados a ocupar una antigua vía que originalmente formaba parte del “Qhapaq Ñan” (la red vial del Tahuantinsuyo).
Esta ruta se desviaba de la vía longitudinal de la costa y seguía lo que hoy conocemos como la Avenida Tupac Amaru (frente a la UNI), adentrándose en el Rímac. Luego, continuaba por la actual Avenida Francisco Pizarro y, en la quinta cuadra, giraba a la derecha, conduciéndose hacia el río. Este sector fue bautizado como “San Pedro de los Camaroneros”, y la vía que aún persiste es la calle “Camaroneros”, aunque se vio interrumpida por la construcción de la rampa del Puente Santa Rosa.
Esta calle, por ende, no sigue la disposición de las otras perpendiculares establecida por los colonizadores posteriormente. Una pintura emblemática de Bernardo Rivero, datada en 1958, retrata esta antigua calle y se conserva en la Pinacoteca Municipal Ignacio Merino.
En épocas anteriores, se erigieron puentes colgantes a lo largo de las orillas del río. Inicialmente, fueron construidos con cuerdas y luego con piedra, como el imponente Puente Trujillo del siglo XVII, obra del Virrey Marqués de Montesclaros. Más tarde, se utilizaron materiales como la madera y el hierro, tal como el renombrado Puente de Palo en la Estación de La Palma, parte del ferrocarril Lima-Ancón.
Dicha documentación fue difundida por Roberto Levellier en 1920 en obras como “Memoria del virrey Toledo” y “Gobernantes del Perú”, así como por Guillermo Lohmann Villena en 1989 en “Francisco de Toledo. Disposiciones gubernativas para el Virreinato del Perú. 1575-1580″.
El río Rímac, uno de los más contaminados
El exministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Francisco Adolfo Dumler Cuya, ofreció detalles sobre la calidad del agua en una entrevista con la agencia Andina. Según él, desde el puente Ricardo Palma hasta las bocatomas de La Atarjea, el estado del agua superficial del río experimentó un deterioro significativo. Este deterioro se atribuye a la presencia de contaminantes metálicos y a elevadas cargas orgánicas y bacteriológicas.
Según el experto, en la mayoría de los casos, estos niveles superan los límites permitidos establecidos en los Estándares de Calidad Ambiental para el agua (ECAs). Específicamente, el río Huaycoloro es señalado como uno de los puntos más críticos de contaminación.
El exministro explicó que el este río se convierte en una fuente grave de contaminación para el río principal (Rímac), ya que transporta vertidos provenientes de actividades industriales, residuos domésticos y otros agentes químicos y biológicos perjudiciales. Esta situación genera complicaciones operativas, especialmente en los procesos de desinfección del agua que se llevan a cabo en las Plantas de La Atarjea.