A través de la historia hemos sido cada vez más conscientes de una realidad sumamente incómoda: El Perú es un país violento para las mujeres. Tres de cada cinco peruanas entre 15 y 49 años han experimentado algún tipo de violencia de género por parte de sus parejas, una situación que no ha cambiado en los últimos años y menos aún este 2023. Paradójicamente, este es el primer año que nuestro país tiene una mujer en el cargo más importante de la nación. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Tiene algún impacto la participación femenina en altos cargos políticos en nuestros índices de violencia de género?
Esta fue la pregunta que buscamos contestar cuando empezamos a trabajar en el estudio sobre “Género y Poder en el Perú”, en el cual exploramos si existe alguna conexión entre la histórica falta de participación generalizada de las mujeres en las esferas de poder político en el Perú y la permanencia de la violencia de género en nuestra sociedad. Si bien es innegable que la ausencia de mujeres en el poder es una problemática grave que afecta a miles de peruanas y obstaculiza el desarrollo integral del país, el estudio nos dio luces sobre una realidad aún más preocupante.
La mera presencia de mujeres en posiciones de liderazgo no garantiza la atención adecuada a los problemas que afectan a las mujeres, incluida la violencia de género. Lo que es verdaderamente importante es que sean mujeres y hombres comprometidos con una agenda de género, con una auténtica preocupación por combatir la discriminación, la violencia y la desigualdad que enfrentan las mujeres en nuestro país.
Es más, en cuanto a las percepciones en torno a la violencia de género contra las mujeres, encontramos que más de la mitad de la población encuestada considera que se ha hecho poco o nada a nivel nacional por avanzar en equidad de género (60%) así como por prevenir la violencia hacia las mujeres (72.9%). Sin embargo, es importante señalar que más del 95% está de acuerdo con el enfoque de género en la educación de nuestros/as adolescentes.
El panorama para mejorar los indicadores de violencia de género no son muy favorables y esto dice mucho de las estrategias que hemos estado empleando para incluir a la mujer en la esfera pública. La presencia femenina en cargos de liderazgo representa solo el primer paso, mientras la auténtica preocupación por las cuestiones de género y la igualdad sigue siendo una urgencia imperante.
Esta es una causa que requiere del compromiso de todos los sectores sociales y actores involucrados/as. Es hora de transformar la retórica en acción y garantizar que la presencia de mujeres en el poder no sea solo un símbolo, sino el catalizador de un cambio significativo hacia una sociedad justa e igualitaria.