La última vez que el Ministerio de Salud (Minsa) dio a conocer el número total de personas en riesgo por exposición a metales pesados y otras sustancias químicas fue en 2020. Para aquel año dicha cartera informó que en Perú habían 10 millones 162 mil 380 personas afectadas por este problema de salud pública, de carácter silencioso y desapercibido.
Pues, desde aquel entonces, esta cifra no ha vuelto a actualizarse, lo que significa que todavía no se puede saber con certeza la cantidad real de ciudadanos en el territorio nacional que padecen males en su salud relacionados a este tipo de contaminación y requieren atención médica especializada, en algunos casos, urgente, como una de las pequeñas de Jesús Ascencio.
Un padre de familia que decidió alzar su voz para cuestionar al sistema de salud, luego que este decidiera dar cómo única solución a la enfermedad de su hija pastillas de paracetamol e ibuprofeno para intentar reducirle un dolor aparentemente ‘sin explicación’, que, a largo plazo, habría generado la aparición de tres tumores en su cuello y uno en su nariz.
La menor tiene apenas siete años y pertenece a la comunidad de Puerto Huarmey, situada a cuatro kilómetros al suroeste de la provincia de Huarmey, en Áncash. Lugar conocido por sus playas de aguas cristalinas y arena fina, pero muy poco por las condiciones de vida y salud que, hoy en día, atraviesan las familias que viven en esta parte de la costa norcentral del país. Esta es la historia de una de ellas.
La primera batalla: llegar a Lima para ir al médico
Hace un año y medio, mediante una campaña de salud implementada por la Municipalidad Provincial de Huarmey, Jesús Ascencio logró hacer contacto —por primera vez— con un grupo de médicos del Hospital del Niño para consultar qué era lo que podría tener su pequeña y por qué estaban apareciendo tumores en su cuerpo.
“Cuando me la evalúan, la doctora me dijo ‘posiblemente sea de los metales pesados’, pero yo no soy la persona indicada para darte un diagnóstico concreto, tienes que derivarla al Hospital del Niño’, pero, doctora, le digo: ‘aquí, llevo peleando siete meses y lo único que me dan es paracetamol e ibuprofeno’. Acá [en el puesto de salud de Huarmey], los doctores se molestan cada vez que les pido referencias. Me dicen que con esto le va pasar, pero las tumoraciones de mi hija se siguen extendiendo’, relata el padre de la menor.
Luego de esa conversación, Jesús intentó dialogar de todas las formas posibles con otros profesionales de salud, incluyendo a pediatras que le dijeron que el estado de salud de su hija “no era de urgencia, porque la veían bien”. “Yo les decía: ‘Usted, ¿vive con mi hija? Mi hija se queja del dolor, doctor. Le duele demasiado, tiene problemas al respirar, náuseas, malestar, debilidad muscular, enrojecimiento de la piel”, recuerda con voz de indignación.
Pero Jesús no agachó la cabeza e insistió con los médicos hasta conseguir que estos aprobaran la orden de traslado de la mayor de sus dos hijas a la capital para poder atenderse. Hasta ahí la primera batalla había concluido. ”Acá, en el Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN), de Breña, es donde nos indican que mi hija tiene que ser operada y ahora estoy esperando la operación”, comenta.
Una vez en Lima, el director del INSN de Breña, Jaime Tasayco. Muñoz, indicó a Jesús que, además de su hija, la atención médica especializada también se habría dispuesto a favor de otros ciudadanos porteños que presentaban los mismos síntomas de su pequeña.
Especialmente, los que pertenecen a las comunidades de Puerto Huarmey y 9 de Octubre, quienes afirman estar expuestas a metales pesados y denuncian el abandono de la salud por parte del Estado. No obstante, si bien en los últimos días se han dado a conocer ciertos avances para el abordaje de estos casos, lo cierto es que la fuente de contaminación en Huarmey aún no ha sido identificada.
Algo que preocupa cada vez más a la provincia ancashina, donde la Dirección Regional de Salud ya ha confirmado que hay 34 personas contaminadas con arsénico, entre ellas menores de edad que bordean entre los 3 y 6 años. Dentro de este grupo también está la segunda y última hija de Jesús, que tiene cuatro años.
“Mi otra pequeña nació con una descoloración en la pierna y en la cabecita tenía un punto rojo, como un lunar de sangre. Pensamos que era algo normal, pero luego nos enteramos que era por el rastro de metales pesados en el organismo, ¿de qué vale que accedamos a un tratamiento si seguimos expuestos a una contaminación que podría estar en el agua, el ambiente, en las verduras, el suelo. No sabemos. Esa es la preocupación de nuestras comunidades”, expresa Jesús.
En medio de esta situación la incertidumbre, —más que volverse un factor de la vida cotidiana—, para las familias porteñas es algo que aún no logra dimensionarse con claridad debido a que no saben a lo que se enfrentan. Brescia Maguiña, una moradora de la zona, es una de las más preocupadas por ello.
“Soy tía de una niña con arsénico y vecina de cinco vecinos que también lo tienen, entre ellos una criatura de dos añitos y medio. Su mamá me comunica que sienten malestares, no se quieren levantar porque les duele el cuerpo, tienen dolor de cabeza. Mi sobrina igual”, afirma la ciudadana.
Así como Brescia, la presidenta del Comité de Gestión Integral de Salud de Huarmey, Estela Rojas Bruno, también manifestó a este medio sus inquietudes. “Ha habido una madre que ha intentado suicidarse, porque sus niños están delicados de salud y piensa que les queda poco tiempo. Estamos llegando a ese extremo. Por ello, hemos solicitado la declaratoria de emergencia de salud ambiental de la provincia”.
Asimismo, en esa línea, la socióloga y miembro de la ONG Natura María Elena Foronda, quien actualmente acompaña a los afectados con arsénico en Huarmey, resalta que: “Los resultados no son datos de la población, son datos del Estado, de CENSOPAS (Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para la Salud) del Ministerio de Salud, donde está certificado, con pruebas de laboratorio, la presencia de arsénico y plomo en la sangre de los niños”.
¿De dónde podría venir el arsénico?
El último domingo, la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa) del Ministerio de Salud llegó a Huarmey para tomar muestras de suelo con el fin de determinar la fuente de contaminación de las personas que han dado positivo a arsénico en esta zona de la región Áncash.
Las pruebas se realizaron en siete puntos de puerto Huarmey —lugar de procedencia de la mayoría de las personas contaminadas con el metal pesado mencionado—, y posteriormente fueron trasladadas a Lima para los respectivos análisis por parte de los profesionales del Laboratorio de Control Ambiental de la Digesa. Estos se darían a conocer en 15 días.
En tanto, Infobae Perú tuvo acceso y revisó, junto a un especialista médico en la materia, los análisis realizados a las personas contaminadas con arsénico de la provincia ancashina, a cargo del Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para la Salud (CENSOPAS). La unidad del Minsa encargada de contribuir a la prevención y control de la exposición e intoxicación por metales pesados y metaloides en el país.
Tras la revisión, se pudo confirmar que los valores de arsénico total superan los 187, 234, 702 y hasta 1.127 microgramos por litro (µg/L) en el organismo, excediendo en más de diez veces el límite de exposición permisible (PEL) de arsénico en el cuerpo. Pues, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), para evitar daños en el organismo este no debería tener más de 20 microgramos por gramo de creatinina.
Sobre estos resultados, Raúl Loayza, toxicólogo de la universidad Cayetano Heredia, advierte que: “Esas personas que han evaluado no son trabajadores que están expuestos normalmente a arsénico, entonces, al tener ellos 228.16 microgramos por gramo de creatinina, están excediendo en más de diez veces los niveles máximos permitidos y, por otro lado, están excediendo en más de cuatro veces lo máximo permitido en un trabajador expuesto a arsénico. Es decir esas personas están volando en arsénico”.
¿Cómo podría estar ingresando el arsénico?
Según Loayza, para poder establecer una relación entre el contenido de arsénico en las comunidades de Puerto Huarmey y 9 De Octubre y el ambiente, en primer lugar, se deben descartar todas las posibles fuentes de contaminación, empezando por los alimentos que contienen una importante fuente de este metal pesado, como el arroz, moluscos, almejas, pescados, entre otros.
Asimismo, señala que deben realizarse monitoreos de la calidad de agua a fin de determinar si existe o no la presencia de arsénico en el líquido elemento que las familias consumen para su uso diario.
No obstante, aún así, el toxicólogo afirma que, teniendo en cuenta los resultados emitidos por CENSOPAS, “nadie podría tener en la sangre 600 microgramos de arsénico de la noche a la mañana”.
En ese sentido, el especialista resaltó que se debe constatar si las operaciones mineras que operan en la zona han podido causar algún efecto en la salud de la población costeña.
Cabe recordar que en Huarmey se encuentra el terminal del mineroducto Punta Lobitos que transporta concentrado de cobre y zinc, a cargo de la compañía minera Antamina, quienes han manifestado que, según sus monitoreos ambientales de calidad de agua y aire, no han incurrido en ninguna excedencia que pueda afectar al medio ambiente, personal de su empresa y la población en Huarmey.
“Los síntomas que presentan estas personas, como sangre en la orina, descoloración en la piel, vómitos, son graves. Tienen que tratarlos rápidamente y hay manera de desintoxicarlos, se les da carbón activado, lavados gástricos, pero el paracetamol e ibuprofeno no hará absolutamente nada. Lo primero que se debe hacer es identificar la fuente [de contaminación]”, explicó Loayza.
Autogestión, pilar de resistencia y lucha
Cabe que recordar que, desde hace varios años, la sociedad civil expuesta a este tipo de contaminación, hoy organizada a través de la Plataforma Nacional de Afectados y Afectadas por Metales Tóxicos, exige al Congreso de la República la aprobación de un mayor presupuesto para la atención integral de salud y remediación del ambiente.
No obstante, a la fecha, la demanda no ha sido resuelta por el Poder Legislativo y el gasto público previsto para asegurar el tratamiento médico de las personas afectadas por metales tóxicos ha sido recortado para el 2024. Una disposición que, según el Gobierno, responde a la actual recesión económica, que se espera continúe hasta el próximo periodo.
Por ello, las familias representantes de las comunidades de Puerto Huarmey y 9 De Octubre resaltaron durante la entrevista con Infobae Perú su autogestión y organización por ser el pilar fundamental para lograr pasos importantes en el camino en defensa del ambiente, la salud y la vida.