¡Un comercial y regreso! rezaba la popular frase que todavía hoy resuena en la cabeza de cientos, sino miles, de peruanos que no han olvidado a Augusto Ferrando y su ‘Trampolín a la fama’, programa que durante 30 años mantuvo una fiel audiencia. Muchos recuerdan haberse reunido con la familia para ver al hombre de las camisas coloridas, que presentaba secuencias novedosas y entretenidas tanto para el público presente como para los televidentes.
El célebre ‘Trampolín a la fama’
El programa tiene sus orígenes en el año 1966, cuando en el Perú aún no existían pantallas a todo color y los servicios de streaming que consumimos de manera casi automática hoy en día estaban lejos de la imaginación. Eran otros tiempos, y Ferrando irrumpía en el entretenimiento cada sábado de 17:00 hasta las 20:00.
Hoy en día es casi imposible tener a un público enganchado durante tantas horas un día sábado por la tarde, pero en aquel entonces ‘Trampolín a la fama’ se convirtió en el rey del rating. Había algo especial en Ferrando, recordado por algunos por su “bondad” al regalar productos y dinero en efectivo a los muchas veces empobrecidos participantes que estaban dispuestos a todo por tener los ansiados dólares en sus manos.
Sin embargo, a decir de otros, Ferrando era un hombre cuestionable justamente por esa “criollada” que lo caracterizaba y que usaba para dirigirse a su público al momento de interactuar con él, llevándolo a hacer cosas impensables y “aprovechándose” de su humilde condición para hacer mofa de ellos. Odiado por algunos, amado por otros, lo cierto es que se convirtió en un ícono que supo mantener su ‘Trampolín a la fama’ al aire por casi 30 años.
El programa, transmitido en señal nacional, contaba con grupo étnicamente variado que acompañaba al conductor en cada jornada y era parte vital del espacio televisivo. Ahora bien, lo que más recuerda un sector de la población son sus sketchs, secuencias y, por supuesto, sus juegos.
Los juegos más recordados del programa
Los programas concurso hoy en día han cambiado las reglas cuando de jugar se trata. Algunos cuentan con una logística mayor y un despliegue técnico que da resultados impresionantes. Sin embargo, antes del nuevo milenio no se necesitaba mucho de eso para deslumbrar al público. Ferrando sacaba adelante su espacio televisivo con juegos sencillos como el recordado “Haga negocio con Cuco”.
Esta dinámica, posiblemente una de las más esperadas, ofrecía premios que podían sobrepasar los mil dólares, una cantidad de dinero que, para una época donde muchos peruanos sufrían los estragos de la alicaída economía y hasta un “paquetazo”, resultaba un regalo enviado del mismo cielo.
Para jugar, solo se necesitaban dos latas, dentro de las cuales había un papel que indicaba el premio que recibirían los afortunados. Claro está que el factor suerte era crucial para convertirse en el ganador.
Muchas personas lograban hacerse con este dinero, pero la emoción que derrochaban se reflejaba en lágrimas, abrazos al conductor, desenfrenados saltos, gritos y otras muestras de emoción que evidenciaban la cruda situación que vivía el común denominador de los peruanos por aquel entonces.
Otra secuencia bastante aclamada por los asistentes del programa era el momento cuando el conductor interactuaba con el público y ofrecía premios en efectivo a quienes le trajeran alguno de los objetos que solicitaba. Estas extrañas solicitudes iban desde un par de zapatos con agujero, un serrucho, hasta un periódico en japonés o platillos como picarones, aunque con la condición de que llevaran miel, de lo contrario, “no valían”.
Durante la emisión de los programas y con la gran cantidad de auspiciadores que tenía ‘Trampolín a la fama’, también se lanzaban algunos premios directamente al público, que con un poco de suerte podía irse a casa con las manos llenas.
“Los espontáneos”
“Los espontáneos” es, sin duda, otro de los juegos memorables. Este consistía nuevamente en interactuar con las personas del público asistente, quienes en vivo y en directo hacían gala de sus habilidades en actuación, canto, baile o cualquier otro talento escondido que pudieran tener. También respondían a los pedidos del conductor y podían ganar premios en efectivo.
Para muchos ciudadanos de la época, este tipo de concursos eran denigrantes para las personas, ya que el sentido del humor que manejaba el Augusto Ferrando consistía, en algunos casos, en burlarse de las características físicas de los participantes, quienes eran capaces de todo por ganar el dinero.
Estos juegos son solo algunos de los que se presentaban durante las tres horas que duraba el programa, ya que se realizaban también otros relacionados a los auspiciadores, como la competencia con los dados, saltar la cuerda, etc. Por el set pasaron importantes personalidades que fueron descubiertas por el conductor y que siguen vigentes a varios años de su partida.
El programa de Ferrando marcó un hito en la televisión peruana y en tiempos más actuales, el modelo de algunas de sus secuencias o juegos aún se replican en versiones más modernas de programas de competencia.
En tal sentido, se puede recordar el clásico programa ‘Habacilar’ que también regalaba premios en efectivo a los participantes de juegos como el popular “Canta y gana” o “El zopilote”. Al mismo estilo de Ferrando, el conductor Raúl Romero solía tener el dinero en mano para entregarlo en vivo y en directo. También se descubrió más de un talento en el show, especialmente en el ámbito del modelaje.
Otro punto importante donde se encuentran estos programas, posiblemente la base de su éxito, es la gran interacción que los conductores mantenían con el público. En el caso de ‘Habacilar’, en cada jornada los asistentes, en su mayoría jóvenes, abarrotaban el set de y algunos tenían la oportunidad de salir frente a cámaras y conversar con el presentador o las modelos. Romero también solía intercambiar palabras con el público y hacer algunas bromas que sin duda nos recuerdan al estilo Ferrando.
¿Cuándo terminó ‘Trampolín a la fama’?
Cabe mencionar que el programa de Augusto Ferrando llegó a su fin un 11 de mayo de 1996, a vísperas del Día de la Madre. Durante esa edición, el entrañable Ferrando se despidió de su público definitivamente con la frase “Un comercial y ya no regreso”. Este mensaje quedó inmortalizado, ya que se aprecia a un Ferrando bastante entristecido de dejar las pantallas, a las cuales no volvería más.