El turismo en Perú se ha convertido en una actividad por excelencia y se ha visto enriquecido por la gran cantidad de patrimonio que el país tiene para ofrecer. Destacan, por supuesto, grandes complejos arqueológicos como Machu Picchu, pero también espacios un poco menos conocidos mediante los cuales se puede entender mejor la cosmovisión que tenían nuestros antepasados.
Tal es el caso de Tingorbamba, conocido también como “Pueblo de los muertos”, un lugar tan misterioso como particular debido a que alberga una gran cantidad de entierros de la cultura Chachapoyas que han prevalecido hasta nuestros días.
El “Pueblo de los muertos”
Este lugar, ubicado en Lamud, provincia de Luya, región Amazonas, tiene una gran tradición cultural debido a que allí también se ubican importantes vestigios arqueológicos como los sarcófagos de Karajía o la fortaleza de Kuelap; esta última es una de las más importantes y visitadas.
La cultura Chachapoyas era reconocida por tener un particular visión respecto de la muerte, por esta razón solían enterrar a sus difuntos realizando prácticas como la momificación y la elaboración de recintos funerarios imponentes, ubicados casi siempre en lugares altos donde no pudieran ser molestados. Lo cierto es que los entierros eran bastante variados y podían también hacerse de forma individual como colectiva.
En Tingorbamba se pueden encontrar ambos tipos de entierros. Al visitar el lugar se visualizan diferentes sarcófagos y mausoleos que en tiempos antiguos contenían las momias de niños, adultos e incluso animales. Lo llamativo es que muchos de estos entierros están adosados a la peña, al lado del acantilado, por donde las personas que desean apreciarlos deben caminar con sumo cuidado.
Algunos mausoleos tienen estructura circular y en su interior cuentan con decoración en relieve, mientra que los sarcófagos que los conforman pueden tener estructura cónica y una cabeza con rasgos antropomorfos. Según algunas investigaciones, dentro de dichos sarcófagos no siempre se ha encontrado un solo cuerpo, sino que también se halló “paquetes” de huesos amarrados. Aparentemente, toda la zona habría sido utilizada como sitio de entierros comunes.
Desafortunadamente, el paso del tiempo y la acción de huaqueros en la zona han mellado el emblemático lugar. Varios de los entierros que se pueden encontrar y son de fácil acceso, han sido saqueados posiblemente por personas que esperaban encontrar objetos de valor en su interior.
Otros elementos que aún es posible observar en Tingorbamba son algunos huesos, batanes, piedras apiladas, aberturas en las paredes, pinturas rupestres con enigmáticas figuras, entre otros vestigios de las prácticas funerarias de la cultura Chachapoyas. Cabe resaltar que esta zona es Patrimonio Cultural de la Nación.
¿Quiénes eran los Chachapoyas?
Esta cultura floreció mucho antes que los incas conquistaran el territorio y se expandieran por casi todo el Perú. Muchos historiadores sitúan su existencia entre los años 800 d.C. y 1570 d.C. Se cree que estuvieron casi aislados de la influencia de otras culturas y tendrían sus orígenes en la zona andina del país.
Su forma de vida y otro tipo de costumbres es todavía un misterio y existen más preguntas que respuestas hasta nuestros días, lo que sí es bien sabido es que los incas llegaron para iniciar el ocaso de la cultura posiblemente a mitad o finales del siglo XV.
Los chachapoyas eran valerosos guerreros que opusieron tenaz resistencia, sin embargo, fueron conquistados y finalmente se dispersaron para evitar la opresión de los incas. Las crónicas brindan indicios de que esta cultura podría haber disminuido en población hasta llegar a extinguirse.
Vale mencionar que los chachapoyas o ‘guerreros de la nubes’, como también eran conocidos, ayudaron a los conquistadores europeos en su avance por territorio inca, facilitándoles el trabajo que dio como resultado el asesinato del último inca, Atahualpa. Hoy en día son reconocidos por sus variados y particulares ritos funerarios que dan algunas luces sobre su forma de ver el mundo.